KARLA HERNÁNDEZ JIMÉNEZ -MÉXICO-

 

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PÁGINA 24

 

Nacida en Veracruz, Ver, México. Licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica. Lectora por pasión y narradora por convicción, ha publicado un par de relatos en páginas y fanzines nacionales e internacionales, como Página Salmón, Nosotras las wiccas, Los no letrados, Caracola Magazine, Terasa Magazin, Perro negro de la calle, Necroscriptum, El gato descalzo, El cama- león, Poetómanos, Espejo Humeante, Teoría Ómicron, Revista Axioma, Melancolía desenchufada, Especulativas, Lunáticas MX, pero siempre con el deseo de dar a conocer más de su narrativa. Actualmente es directora de la revista Cósmica Fanzine.
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CÓDIGO DE NIEVE
 

En un principio, creí que únicamente estábamos destinados a ser simples compañeros en aquel centro, después de todo ambos éramos cyborgs, se suponía los restos de nuestra humanidad ya estaban enterrados en lo más profundo de los procesadores que permitían a la escasa carne de nuestros cuerpos seguir en movimiento.
Aún ahora, puedo recordar el día en que reanimaron a TSFX14.
Todavía puedo recordar la expresión de su cara mientras estaba en la mesa del laboratorio de ensamblaje. Hacía unos minutos que los científicos acababan de ensamblar todas mis piezas y veía con atención al sujeto que estaba en la mesa contigua.
En ese instante, estaban soldando su pierna al resto de su cuerpo, pero al parecer ya estaba casi listo para poder caminar por primera vez. Todos los cables, engranajes y el chip principal ya habían sido colocados en su sitio.
Mientras intentaba ponerse de pie, una corriente eléctrica movió sus manos de manera involuntaria.
–Bien, los pocos nervios humanos que quedaron en el cuerpo aún funcionan–declaró con una sonrisa triunfal el doctor R. Giger mientras apagaba la máquina con la que había conseguido reanimar el cuerpo.
Unos minutos atrás, el doctor había realizado el mismo procedimiento conmigo para verificar que lo poco que quedaba de mis signos vitales como humano siguieran trabajando.
De acuerdo con lo que nos explicaron los demás científicos que estaban en el laboratorio, en el pasado los dos habíamos sido soldados de élite mucho antes de que los humanos tuvieran que abandonar la Tierra debido a un gran desastre que había originado la carrera galáctica.
Se supone los restos nuestros cuerpos habían sido conservados en un estado semejante a un coma inducido debido a nuestras grandes habilidades del pasado, pero no tenía modo de saberlo.
TSFX14 apenas recordaba algo luego de despertar en el laboratorio de este centro, pero yo recordaba aún menos, los restos de mi mente que aún no habían entrado en contacto con el chip no podían trabajar con regularidad. En verdad parecía como si nuestra humanidad hubiera sido borrada para siempre, como si nuestros cuerpos se hubieran convertido en cascarones vacíos.
Se supone que nos encargaríamos de las labores más pesadas, aquellas que los humanos que aún no habían sido modificados se negaban a realizar. Era natural que nos dejaran ese trabajo a nosotros, los que ya no éramos suficientemente humanos.
Cuando las guerras por el planeta Urano comenzaron, ambos fuimos enviados como herramientas para el ejército.
Nuestra labor consistía en ayudar a los soldados y mercenarios a aniquilar a los uranianos que se resistían de forma feroz a los avances de la Federación Intergaláctica.
Ahora me doy cuenta de la gravedad de la situación, pero en ese momento nunca tuvo la menor importancia.
Apenas podía recordar el color de la sangre humana, así que los fluidos que dejaban los uranianos al ser vaporizados con los rayos láser no producían alguna clase de emoción en mí.
Supongo que a mi compañero le llegó a pasar algo similar. Su cara estaba por completo inexpresiva mientras avanzábamos desgarrando los cuerpos con los rayos láser.
Era como caminar en medio de la nada, como estar en un gran páramo blanco en el que no se escuchaba el menor ruido.
La guerra no resultaba grotesca, solo lucía extraña para nosotros. Muchas preguntas se agolpaban en mi cabeza, pero la más importante era una para la que jamás logré encontrar una respuesta clara.
¿Cómo es que los humanos no modificados estaban peleando por un planeta que jamás les había pertenecido en primer lugar?
No, cualquier clase de razonamiento estaba de más. Ni como humano ni como robot podría entenderlo.
De cualquier forma, debía seguir obedeciendo las ordenes que los altos comandos mandaban directamente a mi chip. Mi fidelidad hacia el bando humano era una cuestión indiscutible en ese punto del conflicto.
Los humanos con los que peleábamos en conjunto apenas notaban nuestra presencia.
En general parecía como si quisieran ignorarnos afuera del campo de batalla, les gustaba pretender que no necesitaban la ayuda de criaturas como nosotros, que nuestras partes robóticas no resultaban útiles en el conflicto a pesar de que en muchas ocasiones habíamos evitado derrotas más estrepitosas.
Aún así, durante más de un año, los humanos no habían logrado obtener una victoria contundente ya que el ejército de Urano era mucho más numeroso y letal que la simple fuerza de los reclutas procedentes de las diversas colonias que había establecido la Federación Intergaláctica más allá del universo conocido que formaban parte de la milicia intergaláctica.
La mayoría de estos reclutas iban a las guerras por el dinero que siempre se ofrecía al final de cada batalla, especialmente si se conseguía una victoria. No obstante algunos iban con sueños de descubrir nuevos mundos, de ver lo que había más allá de sus planetas de origen.
En la lucha contra los uranianos no importaban los motivos, al final muchos de los reclutas habían terminado muertos e incluso unos pocos habían sido utilizados para los rituales que estos alienígenas antropomórficos le dedicaban a su dios de la guerra, o al menos así lo decían algunos informes que se habían hecho con respecto a estos prisionero.
Después de una batalla desastrosa en la que incluso TSFX14 y yo salimos heridos, nos regresaron a la base de la que habíamos salido como soporte del ejército de la Federación.
Mientras suturaba nuestras extremidades robóticas que habían sido cortadas, el doctor R. Giger nos miraba a ambos con un gesto de reproche. Luego de unos segundos, nos soltó sus palabras llenas de furia.
–Esta es su última oportunidad, pedazos de chatarra inútiles, ¡no quiero ni un error más!
De ese modo, TSFX14 y yo volvimos a formar parte del personal confinado en la base.
Todo transcurrió en la más fría normalidad hasta el momento en que nuestros ojos se encontraron.
La primera vez que vi los ojos de titanio de mi compañero, no pude evitar revivir los sentimientos que en algún momento llegué a experimentar.
Y ahora, luego de tanto tiempo en campos de batalla y días enteros de trabajo que parecían no tener fin, aquellos ojos volvían para hacerme revivir las emociones que por tanto tiempo estuvieron dentro de mi cuerpo de metal.
Sería preciso decir, que fue una emoción instantánea.
Ese mismo día en el que todo empezó, decidimos que era buena idea conocer la nieve.
La base científica estaba en medio de un planeta donde siempre parecía ser invierno. Sin embargo nunca habíamos visto nevar directamente, siempre estábamos detrás de las ventanas haciendo alguna tarea mucho más importante que explorar el exterior.
Fue una verdadera suerte que nadie jamás a excepción de los científicos nos prestara mucha atención, habíamos logrado salir en la hora de descanso sin ser detectados.
Afuera, todo lucía de color blanco.
Ese breve instante debajo de la nieve bastó para que decidiéramos unir nuestros cuerpos poco preparados para ese clima ya que no teníamos otro tipo de abrigo, jamás nos habían dado una prenda similar y sentimos la necesidad de conservar el calor en aquellas zonas en las que nuestra carne no había sido reemplazada con metal.
Era justo decir que ya no quedaba mucho de nuestra humanidad, pero esa fue una emoción nueva. Jamás pensé que fuera a ser así, los chips en mi cerebro estaban trabajando mucho más de la cuenta, moviéndose a un ritmo frenético.
Estar acurrucado en los brazos de un cyborg debería ser muy frío debido a las grandes extensiones de metal en el cuerpo TSFX14, especialmente en el área de los brazos. Es por ello que no entendía el motivo de que mi compañero desprendiera tanto calor, era como si nuestros cuerpos volvieran a ser de carne y sangre.
Todo sucedió en un instante pero, aunque hubiera querido explicarlo, las palabras sobraban en un momento como ese, nuestros ojos biónicos ya habían llegado a un acuerdo.
En medio de la nevada, nos convertimos en una masa de carne y metal qué buscaba desesperadamente fundirse, como si con ello quisiéramos aplacar todos los momentos en los que nos habíamos quedado en silencio, sin expresar de forma correcta nuestros sentimientos.
Es cierto que los dos habíamos sido hombres cuando aún éramos humanos, solamente dos hombres, pero ahora ¿qué más daba?
Nuestro sexo ahora sonaba más como una excusa, como una anécdota aparte y sin importancia en comparación a nuestro descubrimiento.
Las manos recorriendo la piel, la piel fundida con el metal, reviviendo viejas sensaciones que se habían almacenado en nuestros cerebros.
Incluso nuestro calor parecía fundir la nieve a nuestro alrededor.
Pronto se hizo tarde, la luna de Centaura se divisaba muy lejos en el firmamento.
Teníamos que volver a nuestra realidad, volver a fingir que ya no teníamos sentimientos.
Unos días después de la nevada, fuimos llevados al taller de ensamblaje, el mismo donde nos habían revivido a base de partes robóticas. Aparentemente, se habían dado cuenta de nuestro comportamiento errático.
Nos inmovilizaron a base de electrochoques para colocarnos en las mesas de trabajo.
Cuando pude recobrar un poco el sentido, me di cuenta que estaban desmantelando a TSFX14. Ya habían separado sus brazos y ahora los científicos se disponían a separar su cabeza de su cuerpo.
Habían dicho que no tenía caso seguir manteniendo sus funciones vitales si iba a seguir comportándose de aquel modo poco apropiado para un robot de la todopoderosa Federación Intergaláctica.
Yo continuaba inmóvil en la mesa, aunque me di cuenta que ya estaban desmantelando mis piernas, sacando chispas con aquel láser capaz de cortar el metal más duro.
Él me miró con sus ojos de titanio mientras susurraba TSFX13.
Simplemente ya no podía seguir viendo, era demasiada información para procesar. No obstante, me negaba a dejarlo solo, quería estar a su lado, pero ya no tenía piernas que pudieran sostenerme.
¿Cómo podía acercarme de forma delicada para decirle aquello en un momento como ese?
¿Cómo podía recordarle todos los sentimientos que me transmitió ese día entre aquella nevada que nos encontró en una fase tan vulnerable?
Todas las palabras que alguna vez quise dedicarle ahora estaban atrapadas detrás de mis dientes.
Justo antes de que su mirada se apagara para siempre, de sus ojos salieron varias lágrimas. Los científicos se miraron horrorizados ante este suceso.
Estaba seguro que mi compañero, mi amigo, mi único amigo, mi amante, lloraba por el hecho de que no nos volveríamos a ver nunca más.
Justo antes de que mi cerebro se apagara, claramente oí que murmuraban que habíamos resultado  estar defectuosos, que era necesario elaborar un nuevo prototipo lo antes posible, uno que pudiera resolver nuestras fallas.
Todo se quedó en blanco, justo como ese día en medio de la nevada.