JOSÉ ALBERTO CAPAVERDE -MÉXICO-

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PÁGINA 27

 

 

El Seis (no es de un país en particular, es un hombre universal. Por el momento se encuentra en los Estados Unidos Mexicanos, como podría estar en España, Argentina, Francia, Alemania) se ha preparado en grado óptimo en los bares, cantinas, tabernas, panteones, y algunos manicomios. Así mismo ha encontrado una preparación sublime entre las piernas ardientes de las damas desnudas. 

Ha estudiado: Filosofía: Letras (en universidades donde estudian los humanos).  

Le encanta, le fascina, le gusta, que llueva aguardiente escocés…

ELLA.
 
Ella estaba tan alta, que mis manos no la alcanzaban, y mis ojos se alegraban con verla, soñaba con poseerla, yo era un niño de ojos verdes y rulos rubios.
Ella sabía que era mi tesoro, y el motivo de mis desvelos, y hasta la causa de mis temblores nocturnos.
Ella cruzaba las piernas y mostraba un poco de su braga y como por arte de magia, convertía todo mi día en pura felicidad y plenitud.
Ella se acercaba coqueta y sonriente, hasta que el vaho de su boca, bañaba mi rostro, y hacía que mi piel se erizará, y mi corazón golpeara mis costillas. 
 
Ella era mejor que el pan calentito de la mañana, y hasta que el paseo en bicicleta con mis compañeras de primaria.
Ella algunas veces tenía que ir a la ciudad a las tiendas de ropa, pasaba con la peluquera, y visitaba la confitería; y me daba cuenta que no estaba, porque la casa estaba sombría, y había una quietud malsana.
Ella llegaba con esas mejillas coloradas, y su sonrisa que desafiaba al sol, llena de obsequios y palabras dulces y cariñosas, que todos los habitantes de la casa, se convertían en agradables personas.
Ella me preguntaba por mis amiguitas, mientras movía su lengua, y  mostraba sus perfectos dientes, siempre tardaba en contestar, porque veía como salían las letras de su boca, ahhhhh.
Ella ponía mi cabeza en sus piernas ardientes, cuando mi padre se molestaba, porque no lo deseaba acompañar de pesca, y sus manos suaves, surcaban mi pelo ensortijado, mientras decía, está indispuesto, yo lo cuido...
Ella era la única mujer que en realidad me importaba, y a la cual, estaba dispuesto de hacer mía, de tenerla para siempre, y jamás separarnos.
 
Ella era el rocío de la mañana, el sol que alumbra, las nubes caprichosas, el cielo lejano, el universo en movimiento, pero... también era la carne palpitante que me hacía volar.
 
Era algo así como la voluptuosidad misma.
Era como una luz necesaria.
Era todo...  
 
Trataba de no pensar en que sería de mí, cuando se casara.

 

 

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SANTA ROMELIA DEL PECADO.
 
Allá en un lejano y triste pueblo, de nombre Santa Romelia del Pecado, que pertenece al municipio de San Torcuato del Sagrado Perdón, todo es como ausencia, como soledad, como vetusto, como añejo. No recuerdo con precisión en dónde queda enclavado semejante lugar, pero tengo una visión borrosa que está custodiado por cuatro cerros "desdentados". Pero en realidad no es tan interesante el lugar en sí, podría decirse que es otro más, de esos que se pueden encontrar en cualquier parte de América Latina. Lo maravilloso es (sólo para mí) una cantina vieja, de construcción amorfa, y hasta cierto punto extraña. Creo que en toda mi vida he estado en ese lugar, donde se puede beber un trago, y tener una chica bella al lado, algunas cuatro veces, y sí me ha resultado placentero. Adentro hay mesas empolvadas de recuerdos, sillas llenas de humores y sinsabores, ceniceros con residuos de tabaco oscuro, y hasta algunas botellas con líquido etílico. Más al fondo hay un piano arrumbado, casi sellado, por no abrirse; un reloj de madera corriente al cual le falta el número seis, y que sólo se escucha el sonido normal del tiempo; unas fotos de algunos personajes que es difícil distinguirlos, pues les ha borrados las facciones el tiempo. La dueña Dorotea Cortesana, tiene un gran grupo de prostitutas, dispuestas hasta para el más refinado cliente. Los requisitos indispensables para poder trabajar en este lugar (para las trabajadoras sexuales) son: ser blancas, bellas, hermosas, de ojos esmeraldas o celestes, y de modales y lenguaje finos. No es gran número de clientes los que concurren por la mañana o por la tarde, en realidad, la fiesta está en su máximo esplendor de una a siete de la mañana. Es un lugar interesante. Se me olvidaba mencionar que a la entrada hay un letrero (pintado de rojo) donde dice: -No se admite la entrada a perros, indios, y gringos (pero sí a sus hembras) ni curas pederastas-.
Me quedé mirando semejante anuncio, y saqué un porro (bien forjado) y empecé a inhalarlo, con un placer inmenso. Mientras allá el sol no podía salir, pues estaba copulando con la luna.
El poblado en realidad es como en blanco y negro (o es que así se ve cuando uno tiene resaca), pero curiosamente ahí adentro todo es color sepia lloroso.
Y los ojos de las mujeres, y de algunos clientes, parecen de gatos (as) en celo, mientras mueven sus lenguas ásperas y rasposas... 
 

José Alberto Capaverde.
El Seis.