ROSARIO DE FÁTIMA A'LMEA SUÁREZ -ECUADOR-
PÁGINA 14
AUTORA PARTICIPANTE EN LA ANTOLOGÍA DE POESÍA DE TRINANDO SÉPTIMO ANIVERSARIO
“MADRE CLOACA”[1]
A Cecilia Pólit Cevallos,
mi abuelita querida
Ojo de cera,
ante un foco derretido.
Ni un gemido, ni una lágrima.
Solo la espera
del amor materno:
por el calor de un brazo,
por el olor de un regazo…,
por una visita entre las tinajas
en la enfermedad.
¿Por qué ese odio?
¿Por qué ese desprecio?
Cuerpo tirado, repudiado, rapado
para arrebatar las fiebres.
No amamantado;
alejado al Quinche.
Tía en cuerpo materno.
—¡Ah…, mi niña!
Mi niña de ojos verdes
y enlutada angustia.
Cicatrices rojas por lágrimas.
Único refugio; único amor.
Naturaleza, jardín de indiecitos:
alegre compañía.
¡Paraíso para el alma!
Equidad encarnada.
Juegos e ilusiones para curar heridas.
—¿Dios, ella sin madre;
yo, sin hijos!
¿Por qué ese desprecio?
—¡Igualita al viejo...!
Odio deshojado en toda la vida.
Tímido reproche;
sentencia de despego eterno.
—¡Que no…!
No su presencia.
No su amor.
No su proximidad.
No su olor.
—¡Fuera tus manos!
Carne flagelada con arremolachadas vetas;
sin razón,
sin fundamento.
¡Solo por castigar los huesos odiados!
Ni un gemido;
solo unos ojos fijos en la mano
empuñadora del látigo.
Golpe, tras golpe
en la carne viva,
de niña, de joven, de adulta.
Niña sola, olvidada, repudiada,
¡embastardada!
¡Inteligencia amordazada!
Amor por la madre;
amor ciego y extremo:
anhelado, esperado, buscado.
Día con día,
añorado.
Puerta cerrada.
—¡Ay, mi Tita querida!
—Vientre añorante.
¡Enjugaste quimeras!
en cofrecito de verde vida,
de naturaleza serrana!
Siempre, borroneada angustia:
por un instante, por una noche,
en pequeñísimos lapsos de felicidad.
¡Hasta la primavera!
Al día siguiente, otra vez,
Madre: luto añorado.
Sufrimiento aceptado.
Tren, corsé entre regiones,
ruptura de distancias.
Abrazo de hielo,
sonrisa inaceptable,
sentencia inapelable.
Otra vida engendrada.
Otro ser a la espera del sufrimiento.
Fugaz llegada,
Augusta pérdida, sin una lágrima.
Pronta ida.
Hermanos perdidos,
huidos para no sufrir el odio materno
por recuerdos paternos.
Ninguna tumba en el terruño.
De México, solo una carta y
un instante químico.
De Estados Unidos,
una memoria profanada,
una esterilidad,
un cuerpo de hermana ausente.
¿Por quién una lágrima?
¿Por quién un afecto?
Por Nadie.
¡Corazón insensible…
…o extraído!
—Algún culpable.
La existencia.
Otra vida traída.
Otro ser marcado
por el grito de un escorpión en el vientre.
Sacrílega actitud
con nombre de verdad;
envalentonada por monetario orgullo paterno.
Poder carnívoro:
odio encarnado,
sobre fraternos cuerpos,
fauces punzantes
en infantil boca.
Palabras agangrenadas,
corroyendo memorias y afectos.
Desprecios maquinados
en cada mirada.
Ponzoña gris entre
dulce piel.
Dolor diario,
mísera moneda por los aires...
para lograr una carrera,
para hacer del estudio un refugio.
—¡Soportar por mi madre,
mi amada madre!
—¿Para qué estudiar?
Para nada.
—¡Nadie, una inútil!
¡Acoquinante obstetriz, egoísta!
¿Por qué ese odio?
¿Por qué ese desprecio?
[1] Homo sapiens sapiens (2020), KDP. Pp. 23-41.