ALEJANDRO JAIME PÉREZ -CUBA-

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Mi nombre es Alejandro Jaime Pérez. Nací y he vivido en Pinar del Río, provincia al oeste de Cuba. Actualmente curso la carrera universitaria de Lenguas Extranjeras con el objetivo de ejercer la docencia en un futuro no muy distante. Desde muy pequeño mi padre se encargó de acercarme a la literatura, creando en mi una devoción por esta que creo hoy sin límites. Desde mis primeros escritos he luchado por perfeccionar mi estilo de escritura y creo que aún hay mucho que debo aprender. Me parece encontrarme a mí mismo en las grandes novelas de personajes como Hemingway, Vargas Llosa y Faulkner. Aspiro a que esta búsqueda de mi estilo me permita la publicación y que lleguen mis palabras a todos los rincones del mundo porque, como dijo Kafka: "Soy de literatura y no puedo, ni quiero ser nada más"
 

 

PARA QUE NO ME OLVIDES


Entraron a la sala dos oficiales con uniforme y otro vestido de civil, que seguro sería el que tomaría el testimonio de Frank. Sobre la mesa, el teniente que no llevaba uniforme, puso la grabadora y una libreta de notas. Frank miraba a los tres individuos con asco, él estaba decidido a hablar porque ya callarse era inútil, además; él se sentía satisfecho con lo que hizo, demostró ser más rápido que ellos. El policía se sentó frente a él y sacó un cigarro, miró unos segundos al detenido y le ofreció otro. Los dos fumaban con tranquilidad, aunque por las esposas, Frank, pasaba algo de trabajo.
―Entonces Frank, que tienes para nosotros? – Preguntó el oficial mirándolo fijamente.
El otro comenzó a reír de manera serena y sin hacer ruido – La culpa de todo esto es de ustedes, son muy lentos. A Sandra la conoce todo el mundo en la ciudad, la cosa más linda que tenemos. Tú sabes que deberíamos hacerle una estatua en el parque o alguna mierda de esas que se le hace a los héroes?
―Concéntrate Frank, esto va a durar lo que tú quieras que dure. – Le contestó el teniente y aplastó el cigarro en la latica que servía de cenicero.
Frank dio una última fumada y comenzó a hablar:
Yo fui una vez a comer a ese restaurante, los precios están mandaos pero la comida de ahí es un lujo que uno se puede permitir de vez en cuando. Cuando me senté la vi, venía directo hacia mi para preguntarme que quería, desde ese momento me la imagine encuera, si ustedes supieran como se ven esas caderas sin un solo trapo arriba. Esa misma noche volví a pasar cerca del restaurante como a las nueve y vi que ya estaban recogiendo. Me paré a encender un cigarro y cuando levanté la vista vi que ella se estaba despidiendo y cogía el camino. Ahí comencé a seguirla, no tenía motivo para hacerlo pero tampoco tenía otra cosa que hacer y mejor que nada era ir un tramo mirando ese culo que dios lo bendiga. Nunca pensé en decirle algo, ni meterme con ella, yo sabía que todo lo que tiene de linda lo tiene de payasa y nada más le gustan los viejos babosos estos que vienen de Estados Unidos. Yo iba caminando por la sombrita para que ella no se asustara, pero me vio cuando llegó al puentecito, ustedes saben cuál. De los matojos salió un gato y la asustó, que brinco dio. El problema fue que el gato corrió para donde yo estaba y ella me vio, estaba lejos pero me trabó debajo de una farola. Me quede congelado ahí y parece que ella también, ya después siguió caminando. Yo llegué hasta el puente, ya su casa estaba muy cerca y seguro con el susto le decía algo al hermano, que es un blanco grandísimo el hijo puta. Esa fue la primera vez que la vi. Me puede otro cigarrito señor policía? – El teniente sacó dos, los encendió y le entregó uno al reo. Los otros dos oficiales hicieron lo mismo, entre la cortina de humo, Frank, siguió contando – Ya después de esa noche yo pasaba siempre por el restaurante a las nueve, me tenía enfermo la chiquita esa. Tomé mis precauciones también, no vaya a ser que me tropezara con el hermano.
―Háblame de la primera vez Frank, fue en el puente ¿no?  ―Intervino el oficial, para acabar las divagaciones del acusado. Frank sonrió con maldad, con mucha maldad; una risa estúpida que molestó bastante a los oficiales:
Ya después de dos semanas cogiendo el camino me sentía con demasiada “hambre” – Al decir esto, los uniformados del fondo se miraron el uno al otro – Y quería comer de ahí. Esa vez si fui súper cuidadoso, no pasé por debajo de ninguna luz de la calle, pero lo que de verdad me dio la ventaja fue que ya yo la estaba esperando en el puente. La vi salir del trabajo y me aseguré de que nadie la acompañaba, andaba solita e iba a caer en el jamo. Venía despreocupada cuando llegó al puente. Nada más que pasó salí del matorral y la cogí por el brazo y comenzó a gritar. Traté de taparle la boca pero me mordía y me arañaba con la otra mano. Que conste que en este punto yo no estaba seguro todavía de lo que iba a hacer OK? Pero si sentía una calentura con el forcejeo, lo único que hacía era mirarle las tetas que se le movían de una manera. De verdad que yo sentía algo que me estaba caminando por dentro hasta que me llegó al pecho. Entonces le llevé la mano hasta el pantalón, ahí nos dimos cuenta de que se me iba a reventar, verla así llorando, suplicando y, claro, verme a mí con poder sobre esa hembra me estaba poniendo aquello como el poste que aguantaba la farola. Cuando hice eso ella se puso más rebelde, yo apretaba más para que no se soltara. Ella me decía: Suéltame, Suéltame descarao. Pero yo lo que escuchaba era algo diciéndome que la ripiara ahí mismo…y que ganas tenía. Me convencí, pero en la bobería que me cayó ella logró zafarse y salir corriendo. No llegó muy lejos. Nada más que la volví a enganchar le di con la mano abierta en la cara, dos veces. Estábamos en una punta del puente, le di otro viaje por las costillas y la arrastré hasta abajo. Tengo que decirles que pasó ahí? – Preguntó esbozando nuevamente la sonrisa perversa, el teniente le dijo que no era necesario – Si, teniente, si es necesario: Le descojoné la ropa, que téticas más ricas oficial, se las mordí y se las chupé en lo que le arrancaba el pantalón. Qué cosa más linda esa trigueña en blúmer!! Y ya yo estaba mal; se la metí y la agarré lo más fuerte que pude y de vez en cuando, para que no cerrara las piernas, le daba un bofetón. Ella lo único que hacía era llorar y llorar. Que va, yo estaba ahí que le daba y le daba y no me venía por nada, estaba…como es que se dice?...”Eufórico”…La viré y con una mano le apreté la cara contra la tierra, cada vez que respiraba levantaba el polvo. Y tú sabes a lo que iba. Se la mandé por el culo y nada más que lo sintió me dio un apretón que me hizo venirme. Me quedé un rato así, mirando aquellas nalgas lindas y redondas. Ella seguía llorando. Muchacho, nada más que la solté se disparó loma arriba con los trozos de ropa en la mano, miré la calle y no había nadie, nada más aquellas nalgas a la carrera. Por supuesto; me fui de ahí al momento, sabía lo que venía. Si me enteré que nada más que llegó a su casa salieron para la calle su hermano, el borracho del padre y dos vecinos más. Usted sabe como dormí esa noche oficial? Uff! No se lo puedo ni explicar.
―A partir de ahí fue donde te comenzaste a creer mejor que nosotros no? – Preguntó el oficial con la intención de detonar el orgullo del detenido y hacerlo hablar, por supuesto; funciono.
No señor policía, no. Yo sabía que ella había hecho la denuncia y que me estaban buscando, de verdad que estuve por varios días en mi casa, sin salir a nada, esperando a que ustedes llegaran y me recogieran, pero que pasó?: Ustedes nunca aparecieron. Me di cuenta de que en realidad tenían tan poco que ni siquiera les daba para un reconocimiento facial ni nada de eso. Y por qué tenían poco teniente? – El oficial no contestaba, sabía que era un monologo ya preparado – Porque la muchacha no me había visto ni carajo. Yo podía salir para la calle y seguir haciendo mi vida que nadie se iba a imaginar que el tipo era yo – Frank soltó una carcajada de triunfo – Así que ya ustedes saben, pasó el tiempo y siguió pasando y yo soñaba con lo que había hecho todos los días teniente. De verdad que usted no sabe lo que es una hembra de ese calibre en ese estado, tan débil la pobre. Y más si le había ganado la pelea a ustedes.
―Entonces ahí fue cuando te volviste loco de nuevo? – Nuevamente el policía explotaba la visible debilidad de Frank; su orgullo.
Yo no me volví loco, ni estoy loco. Un loco no puede hacer las cosas con la precisión que yo las hice. Pero si, ahí fue cuando la violé otra vez:
Una tarde, como un mes después de aquello, iba saliendo de la pincha y me encontré con el hermano de Sandra, ósea; lo vi por la calle. El tipo estaba hablando con el jefe de su hermana en el restaurante. Cruce la acera y pude llevarme algo de lo que estaban hablando. Resulta que el soquete de su hermano se iba por unos días para un campismo con su novia y le estaba pidiendo al jefe que mandara a alguien para que acompañase a Sandra cada noche. “Esta es la mía”, me dije. Cuando llegó la noche ahí estaba yo. La vi salir con otro camarero, el tipo se hecho el viaje entero hablando con ella y yo desde la maleza, acechando como el tigre – El teniente fumaba para evitar la expresión de repugnancia que le provocaban tales ocurrencias – Llegaron a su casa y ahí vi algo que se me había escapado: Quien les abrió la puerta fue el hijo de Sandra, un muchachito de cinco o seis años. Ella invitó a su compañero a tomar café y en los matojos tuve que estar yo hasta que el pesado ese se fue de ahí. Nada más que ella cerró la puerta yo comencé a darle vueltas a la casa; miraba por una ventana, miraba por otra hasta que vi por la de su cuarto que ella había terminado de bañarse. Andaba con una batica blanca casi transparente y eso si me volvió loco. Se le veían los pezones casi como si no tuviera nada. Me puede dar otro cigarrito agente? – El policía le dio fuego y se lo pasó a Frank. Algo había cambiado; ya era casi como que Frank tenía el control de la sala, dominaba a los oficiales con su poder de revolverles las tripas por lo repugnante de su visión y su relato. Sobre todo en esta parte donde el deseo sexual del detenido era perceptible; fumaba con profundidad y sudaba como se suda cuando se está teniendo relaciones…simplemente daba asco -  Fui ventana por ventana, ya no aguantaba más, estaba que me colaba por cualquier hueco, pero lo único que no tenía seguro era la puerta. Me asome rápido y nada más estaba el niño viendo el televisor, estaba metido en el aparato, concentrado de tal manera que pude entrar sin que se diera cuenta, ni se movía. Caminé despacio hasta que llegué al cuarto. Sandrita estaba peinándose, frente al espejo. Cerré la puerta y se giró; se quedó congelada cuando me vio. Nunca me había visto la cara pero sabía quién era yo. Corrí y la tiré encima de la cama, tapándole la boca claro. Aunque no forcejeo tanto con la primera vez, no sé si era por miedo a lo que yo, tal vez, pudiera hacerle a su hijo o porque le gustó lo que pasó la otra vez – Frank comenzó a reír otra vez, pero de una manera más desagradable aún. Los oficiales que estaban al fondo se miraron con ira, como si estuvieran a punto de perder los papeles y acabar con ese hijo de puta – La cosa fue más fácil, para que engañarnos. Esa batica me puso el trabajo de lo más sencillo: La toqué, la mordí, le chupé todo lo que pude, incluso con un poco de fuerza la pude poner en varias posiciones. Ahí si la viví oficial, nada más faltaba que el niño me dijera papá…
―Pero te salió el tiro por la culata Frank – Dijo el teniente que deseaba ya terminar de hablar con ese loco de mierda. – Te agarramos.
Sí, me cogieron. No pensé en lo de la cara, podía habérmela tapado y todavía estuvieran buscando a alguien sin rostro. Usted sabe teniente, qué le dije antes de irme?
―Si, si sabemos – El oficial frunció el ceño, era consciente de que el criminal quería chulearlos.
¡Ah! Saben entonces, no importa, para que quede grabado – Frank acercó las manos esposadas a la grabadora arrastrándola hacia si. Su voz fue calmada y desagradable – Le dije: Te lo hago de nuevo para que no me olvides.