FERNANDO ARRANZ PLATÓN -ESPAÑA-

PÁGINA 16

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Seudónimo: ALBATROS
Nacido en Valladolid el 27 de mayo de 1941 (80 años)
Diplomado en Marketing y Publicidad, Estudios de Dirección de Empresa, Derecho y Relaciones Públicas. Técnico en Accidentes, durante cerca de 40 años trabajando en Multinacional del Seguro, suiza.
 
Bibliografía:
*¿Qué nos dice la Biblia?   *Álbum de historias * Déjame que te cuente.
* El Contador de Historias (I-II) * Cerca del corazón
* Relatos para una tarde de lluvia * Cuaderno de Religión, Historia y política.
* Cuentos para ti * Cuaderno: Sociología de la religión.
* Si me dejas… te cuento.  * La vida en relatos. *Yo te cuento… tú me lees.
* Historias de un año “Los 52 golpes 2018” “Los golpes del 2019” * “Los golpes del 2020” y más…
 
Novelas
La escapada/ Regreso al paraíso/ En el jardín olvidado
“Mientras la sangre baña la tierra”
 
Publicaciones colectivas:
La Fuerza de las Palabras Ed Tsedi/ Misterios para el sueño/ Palabras contadas y más…
 
REDES SOCIALES
 
“El Cuentista Enamorado” página Facebook, FACEBOOK.
 
 He participado durante tres años en la elaboración de textos en “Los 52 golpes”
 
 Fernando Arranz
 

TIEMPOS DE AMARGURA

 
La heredad de Cristina abarcaba más allá de lo que permitía una simple mirada. Como todas las mañanas de aquél cálido verano, la mujer fue a cobijarse debajo de unos de los olmos que abundaban en sus tierras.
Libro en mano se sentó buscando el frescor de su sombra. El silencio la envolvía y su alma convertida ahora en una vela con un montón de jirones, se negaba a aceptar aquel momento.
Su lucha no lo era tanto por la pérdida del ser amado, sino por las grietas que se habían abierto en su corazón y que amenazaban con inundarla.
Sus preguntas no tenían respuesta. Las amistades le ofrecían sus benevolentes palabras, que ella agradecía con un simple gesto. No podía hablar sin que le costara un mar infinito de lágrimas.
Buscó en el libro el punto desde el que recuperar la lectura y se intentó olvidar de su aflicción. Las horas fueron pasando…
Herminia, su ama de llaves acudió al lugar en su búsqueda. Era la hora del almuerzo y ella no había regresado.
La encontró dormida. Antes de tocarla se dio cuenta de que estaba sufriendo una pesadilla. Estaba agitada y de vez en cuando nombraba a Damián, su esposo fallecido.
—Señora —le dijo suavemente.
Pero la mujer no reaccionó y siguió con su lucha interna. Herminia al ver que esta no despertaba elevó su voz.
—Despierte señora, es un mal sueño.
El contacto del ama de llaves en la mujer, la hizo reaccionar. Se despertó sin saber en qué lugar estaba.
—¡Ay, Herminia! —Se lamentó Cristina.
—Lo sé, señora. Pero, debe ser fuerte y dar un paso al frente, para intentar volver a la vida.
—Eso me dicen todos. Sin embargo, no creo poder hacerlo.
 
—Su esposo está con usted, aunque no lo vea. Confíese a él como lo hizo en vida.
—Herminia, sé que en ti puedo confiar. Verás, el sueño que ahora me envolvía responde a lo que tú me dices. Estaba camino del tanatorio cuando Damián se ha puesto a mi lado para acompañarme. Allí he visto su cuerpo en aquella fría urna a la espera de ser enterrado. Sin embargo, él ha continuado hablándome con el cariño que siempre me mostraba. Estaba despidiéndome de él cuando me has despertado.
—Lo siento señora, pero no la podía dejar que continuara sufriendo.
—Gracias, Herminia.
Cristina se levantó y cogida del brazo de su ama de llaves y acompañadas del espíritu de Damián, se dirigieron hacia la casa.
Al llegar la noche se retiró a su alcoba. Enseguida se dio cuenta de que no estaba sola. Una energía extraña vagaba por la habitación. Su ropa de noche estaba sobre la cama como todos los días. En el lugar que ocupara en vida Damián, había una especie de oquedad como si un cuerpo estuviese en ese momento ocupándolo.
Cristina se acostó y extendió sus brazos sobre aquel lugar. Al momento notó como una fuerza la poseía. Enseguida, todas las lágrimas que acumulaban sus ojos se desbordaron como un torrente en un día de tempestad.
Le costó dormir, pero, hacia el amanecer sintió que alguien la susurraba palabras de consuelo. No pudo saber quién era. Sin embargo, algo le dijo que había sido Damián puesto que la había llamado “sirena mía”, nombre con el que la llamaba en la intimidad.
Luego, vendrían días y noches en los que compartiría su vida con la soledad. Esta no suele ser una buena compañera para el viaje por la vida. No conversa ni hace planes de futuro. Su silencio permanente te lleva a recordar. Y la angustia se apodera de ti llevándote a pensamientos insospechados.
Cristina, que en el pasado había sido una mujer optimista, ahora se sentía desbordada y desolada, pero era de esperar que con el transcurrir del tiempo, pudiese recuperar su energía.
Pasada la primera semana de su nuevo estado, no le quedó otra que interesarse por el funcionamiento de la hacienda.
Octavio, el capataz, la fue poniendo al corriente de los detalles y situación en la que se encontraban.
No había tiempo que perder, debía tomar el control de su nueva vida. Pero, esa dedicación a la empresa, sus paseos por los campos recibiendo los rayos del sol, sus estancias bajo la sombra de los olmos serían sus mejores alicientes, para ir recuperando su estado de ánimo.
El dolor se iría mitigando, aunque no desaparecería. El recuerdo de Damián permanecería para siempre con ella, y poco a poco aprendería a vivir de nuevo. Luego, hasta tal vez encontrase de nuevo el amor. Pero, ocurriese lo que ocurriese, eso formaría parte de otra historia.

 

*   *   *

 

 

REGRESO AL PASADO

 
CAPÍTULO I     
 
 

La vida se divide en tres etapas: presente, pasado y futuro. La primera de ellas contiene la brevedad; la segunda nos plantea la duda; y la tercera nos confirma lo vivido. (Lucio Anneo Séneca)  

 
Premiá de Mar (Barcelona)
     La residencia, cercana ya la hora del mediodía, se encontraba en pleno apogeo. El teléfono comenzó a repiquetear de modo persistente. La recepcionista, que no se estaba en su lugar de trabajo, tan pronto como la avisaron de la llamada, corrió para cogerlo. Cuando esta pudo descolgar el aparato, estaba casi segura de que no iba a poder hablar.
     —Residencia los Rosales —Elvira, quiso dar a su voz un tono normal. Sin embargo, lo que consiguió le saliera, fue un leve murmullo.
     —¿Podría hablar con el señor Eugenio Galán? —respondió una voz femenina al otro lado de la línea.
     —¿De parte de quién? —solicitó Elvira, con menos ahogo.
     —Soy Irene Cámara, la editora.
     —¡Ay, señora! —Exclamó la recepcionista —estamos muy contentos de que Eugenio haya quedado finalista. Espere un momento por favor, que intento localizarlo.
     Irene oyó como esta repetía el nombre de Eugenio, a través de los altavoces
de la residencia. Tras una breve pausa, le dio la sensación de que alguien se
aproximaba al teléfono.
     —Hola, soy Eugenio.
     Una extraña emoción se apoderó de Irene. En aquel momento no entendió, por qué el eco de aquella voz profunda, al penetrar en su interior, la había perturbado.
     —Señor Galán, soy Irene. El motivo de mi llamada es confirmar, si ya ha recibido la invitación para la gala y si, como deseamos, contaremos con su presencia.
     —Es un placer oírla, señorita Cossío. Sí, los he recibido. Mi propósito era no asistir, pero aquí se han enterado del acto y no veo la manera de rechazar su amable oferta.
     —Estupendo señor Galán. Mañana le enviaremos el billete de avión, los horarios y el nombre de la persona que le recogerá en el aeropuerto. Nos veremos dentro de unos días en Roma.
     Una vez se despidieron, Eugenio colgó el teléfono y se dirigió hacia los jardines. Tenía miedo. Este viaje le suponía, volver abrir las puertas de sus angustias.
     No sabía que es lo que le ocurría, pero aquella llamada lo que consiguió, fue despertar en él los recuerdos de la historia que había escrito. El contenido de aquel libro era una parte de su vida y como no podía ser, de ninguna otra manera, Teresa y él eran los únicos protagonistas.