ANA GABRIELA BANQUEZ MATURANA -COLOMBIA-

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Ana Gabriela Banquez Maturana es administradora industrial de la universidad de Cartagena, con experiencia en el control estadístico de la calidad, participe en varios encuentros literarios a nivel nacional e internacional (Rumanía, México, Perú, Colombia, etc.), autora de artículos científicos con múltiples indexaciones (DOAJ, Dialnet, Google academic, Stanford libraries,..), y obra literaria (Amazon, booktopia y demás).
 
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RELATOS CORTOS


Se me escapó la vida


Un día cualquiera de este invierno, oí mis pasos pasar por la calle chocando los baños de agua que quedan tras sentir el llanto del cielo, invoqué su nombre en el pensamiento y mis lágrimas en complicidad con la lluvia deciden bañarme el rostro.
Sentía el peso de mis malas decisiones y mi infortunio. No sabía lo que era vivir una vida balanceada; la belleza de la vida era difícil de ver, en tanto me abrumaban las desgracias.
Había una intensa carga que me oprimía, asfixiaba y esclavizaba al dolor, mientras el misterio de la muerte me tentaba. Ese día era el momento de partir, pero mi corazón se vistió de cobardía y me impidió cometer dicha locura; despedirme de la vida.
Había esperado la esperanza, el amor y la verdad, pero ¿Acaso en verdad creí que esté mundo era el paraíso?
Esta mañana desperté y la vida se me había pasado tan de prisa que era anciano, sin hogar y sin familia, dependiendo de la caridad de la gente. Un hombre con secuelas de variados accidentes del pasado, que me habían dejado sangrando por lapsus de tiempo la boca y la nariz al toser. Ya no logro sostener el peso de mi desgracia, teniendo mi mundo por dentro destrozado, sin unas caricias a la mejilla que me dieran confianza para seguir o un abrazo que me encendieran la hoguera fría que llevo por alma.

 

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Loca


Me ahogo en sentimientos y en su profunda sensación, mientras nace un anhelo disidente durante ese afán de salir corriendo. Lenta se vuelve mi agonía hasta que la desesperación estalla y desata mi locura; mi realidad se vuelve confusa y quiero salir huyendo de ella. Así que, prendo un cigarro con las manos entorpecidas y temblorosas, buscando calmar mi angustia con el placer de arrojar las cenizas al viento, mientras escucho el tic tac del reloj que canta muertas horas antiguas.
Pero, eso me desequilibra más y decido gritar desde mis demonios internos a mi propia alma, con un grado de demencia: ¡Déjenme en paz! Pese a ello se impone un silencio aún más hondo en esta habitación a oscuras, haciéndome saber que estoy sola, sintiendo terror a mis demonios, aun cuando creí haber tejido mi armadura de acero.

 

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Pensamientos Incoherentes


La noche caía fría sobre mi pueblo natal, marcando a las horas nocturnas, mientras sonámbula, deambulaba por un inefable sereno donde la luz iridiscente de las estrellas proyectaban una imagen inmarcesible de mi figura en la arena del jardín de mi hogar, al paso en qué pensamientos reprimidos y obsesivos hacen arder a mi conciencia. Inhale suavemente un cigarrillo para ir cubriendo de tinieblas mis adentro, impidiendo que aflorará el dolor que llevo clavado en el pecho, pasando a un tiempo donde la nicotina en mis pulmones resultaba ser un veneno placentero, en medio de mi masoquismo pasional y desquiciado.
El humo parsimonioso se empezó a calar en el inocuo aire y salió a relucir mi vaga literatura; simples palabras con las que iba formando el escenario en donde se envuelve mi conciencia. Una dramática novela que emitía luminiscencias en lo más oscuro del pensamiento lleno de espejismo causado por la melancolía, entre tanto a mi juicio lo deshacía el inquietante deseo a su presencia, mientras una pasión ardiente me estaba calcinando los sentidos.
Cante al viento mis quejas, ya distante de toda mi cordura. Mientras, al eterno silencio me condenaban injustamente los delirios y el olvido, buscando sin encontrar su causé entre las pequeñas huellas dónde quedan enmarcados los recuerdos, esperando ingenuamente que la abstinencia de su ser venga por mí.

 

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Centinela


Todo comenzó el lunes pasado, en el momento en que nos unimos más de mil soldados, para defender la seguridad de mi patria. Eran tan solo las 4 am cuando llego la hora de accionar el armamento. Llegamos al lugar determinado y empezamos a descargar balas a los objetivos, les desprendimos la vida a balazos; fusiles con rostros enmarcados de esos desgraciados.
Con el paso del tiempo el batallón avanzaba durante la batalla, con las cicatrices de pasadas explosiones, desde el soldado al mariscal, dispuestos a luchar está guerra y en el camino iban cayendo; combatientes rojos y sin respiración alguna, grandes centinelas estaban muertos con una bala entre cejas.
Un enorme dolor afligía a aquel rostro de esta miserable impartidora de honor, estos, mis ojos testigos del dolor, contemplan los gritos sembrados en el campo por aquellos guerreros que llamo colegas y me producía impotencia está cruel realidad pérdida entre despojos y ruinas; bombas que exterminan los cuerpos de mis allegados, por culpa de esos hombres salvajes, despiadados que en sus manos empuñan a la muerte.
Percibía granadas que explotaban en un par de segundos, mientras nuestros sueños van vagando en pólvora de fusil.
Nos quebrábamos los unos a los otros de ira, al paso que escuchábamos el llanto interminable de lágrimas gastadas de nuestros aliados.
Vi al enemigo correr con la promesa del infierno en sus rostros y solo sabía que tenía que anillar el proyectil; apuntaba con un misil, calculaba los tiempos y movimientos de esos seres despreciables y los acribillaba de un golpe. Éramos fantasmas en una tormenta con final incierto, cada uno evitando ser el vencido.
Desde mi sutil escondite, veía como destrozaban a mi mejor amigo, me encontraba ya sin municiones y solo pensé en ir a defenderlo, así fuera a puños. Salí corriendo y me le lancé a su atacante con la sangre que me hervía de prepotencia, lo golpeé en su pecho acorazado y su voz resonó, al instante dos guerreros llegaron con un enorme mandoble, atrapándome desde mi espaldar y con total brusquedad me doblegaron al suelo.
El dolor de sus golpes me iban desangrando el alma, rompiéndome el rostro y demacrándome los huesos, mientras se escuchaba mi quejido insoportable de sufrimiento y perdida, hasta tal punto en que perdí la razón.
Hoy, induciendo que es jueves o viernes, con la mirada despierta, me veo encerrada, maniatada en una celda cuadrada mirando fijamente hacia la nada; la puerta del suicida está cerrada. Durante el día y la noche, me han vuelto prisionera del frío y el hambre; me encuentro escuálida, reducida, con los ojos hundidos y la boca retorcida del dolor, resignándome a mi destino inminente; he perdido la palabra y la fuerza, recordando cómo perdimos, dejando nuestras huellas y vidas por el honor de nuestra nación.

 

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Adiós amor


Muchas noches me soñé en una vida junto a ti… me proyectaba día tras día nuestra relación perfecta y el como tendríamos un, “feliz para siempre” como todo cuento de hadas, porque aún sabiendo de la existencia de la realidad, la fantasía me resultaba más bonita para vivirla contigo, o de pronto pensé que los sueños se podrían alcanzar luego de tanta insistencia en lo mismo.
Te conocí de la manera más inusual e inesperada que puede existir, y desde esa primera vez que nuestras vidas coincidieron, tu recuerdo se hospedó en mi memoria, aunque tú apenas alcanzaste a determinarme. El miedo me invadía y la pena que te tenía provoco que agachara mi cabeza… No podía mirarte fijamente en ese par de minutos que duraste saludando a todos a nuestro alrededor, mientras me hallabas desconocida.
No fue mucho tu interés por conocerme, más si fue mucha la timidez que me invadía e impedía presentarme como era debido y explicarte que ya había buscado la manera de que tus ojos me determinarán. Desde entonces me comprometí conmigo misma en hacer que te enamorarás de mí, no tenía ni la menor idea de cómo lo haría, sin embargo no quería perder la oportunidad de hablarle a la persona de mis sueños.
Pase mucho tiempo intentando encajar en tus días, en tu vida y tus expectativas de pareja perfecta; procuré esconder mis errores, mi naturalidad y el dolor que me causaba cada gesto despiadado de ti en contra de mi ser. Verte tratar mejor a alguien más me causaba un bajón depresivo en el corazón y me decía a mi misma que me alejaría, pero ¿Cuán ingenua podría ser una persona gobernada por el corazón? Que no es capaz de dejar a un lado lo que le causa dolor, con tal de estar cerca de su amor. De esa manera duré años de vida pérdida entre ti y lo que creía sentir, hasta que la lejanía nos dejó a muchos más kilómetros de distancia y todo el encanto se acabó.
Hoy en día ya todo es diferente y aunque no podría mentirte al decirte que ya no te quiero, si podría asegurarte que ya soy más fuerte y capaz de resistirme al impulso de buscarte, porque sin duda alguna los golpes de la vida me ha enseñado que el destino te puede enviar a los brazos de la persona que en verdad alegrará tus días y te hará olvidar aquel amor doloroso que no debía ser. Sin embargo, aún te extraño más que a nada y a pesar de que no leerás está carta, por lo menos a través del tiempo quedarán plasmados en este breve texto lo que algún día fuiste para mí, por si acaso el viento lograra llevarte mis palabras al oído y así tú supieras que aún no te olvido.
Cariño, eras demasiado caos para un cuerpo andante, sin embargo te amaba con locura, aún cuando me causabas mi propia destrucción, si de esa manera podría atarme al masoquismo que llama amor de verdad. Pero, hoy ya no podía permitir que me siguieras haciendo daño, por eso me aleje, mientras cierta conciencia momentánea me hace recordar el pasado y mi tristeza decide buscarte en medio del llanto, esperando a que la libres de esta odisea.
Sonrisa de encanto
Qué hermosa te ves con esa irresistible sonrisa, la cual me ha postrado ante tu imagen para admirarte, porque no es un simple adorno que combina con tu rostro, sino un deleite hecho deseo buscado con necesidad por la tristeza de un alma solitaria.
Es suave como la estival brisa, trae a mi espíritu la calma y causa en mí efectos que jamás imaginé; me apasiona, me complace, me deleita y me desequilibra totalmente la cordura hasta hacerme sonrojar. Sonríes con gracia, mezclando la sencillez con la dulzura, haciendo que cualquier ser se pierda en su inmensidad cuando detalladamente la observa, porque de ella se desprende la alegría e ilusión de los ojos que la miran.
Tu sonrisa me dibujo un camino a un mundo desconocido, dándose el gusto de convertirse en mi mapa y a la vez en mi perdición en esta nueva vida otoñal y placentera, donde la boca es sabia y no pasa desapercibida. Hoy te tengo solo en mis sueños, pero quisiera poder alcanzarte en un futuro cercano y adueñarme de tu boca esperando a que me regale una sonrisa, una que sea solo mía para guardármela en mi alma y abra las puertas del amor que viaja por el mundo acariciando la vida; un reflejo de su traslúcida perfección que me invite a besar tus labios; Me perdonaras si de ufana te dejo ver mi codicia.
En mis letras deseo que quede constancia de los pensamientos que me provoca tan bella expresión de tus labios, que me pinta las ganas de no alejarme de tu lado y me engancha de ella como ancla en el fondo del mar inquieto.
 

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Despedida


La vida se me escapa tan aprisa, mientras la muerte espera dentro de mí, callada, deteriorándome sutilmente y consumiéndome la vitalidad. Esta maldita tristeza que hoy me visita, va oprimiendo mi corazón tan débil, entre tanto un escalofrío recorre todo mi cuerpo y se va deslizando por mis venas; para mí no habrá mañana.
Un gotero pulsa el paso de las horas, a la vez que sentía mis almohadas empedradas y la observaba en la orilla inferior de la cama llorando dolorosamente, como si le hubiesen arrancado una pierna, cuál si se le llevaran una parte importante en su vida y solo deseaba no querer vivir así.
Voy adelgazando del debilitamiento, la quimio y la radiación van destruyendo el flagelo que me causa consternación, y entre sombras y luz mi pensamiento va vagando. Ya no sé cómo luchar contra el destino desprevenido y a veces perdido.
Los mareos continúan y las fuerzas nunca acuden a mis músculos dormidos, mientras voy bebiendo la fría lluvia de mis lágrimas que fluía incesante y silenciosamente desde ojos muertos, con el cielo sobre mí. El vacío de mi mente no me deja sonreír más, pues la vida me ha robado injustamente tiempo junto a ella y hoy me toca sepultar todos mis sueños, mis anhelos y el recuerdo; queriendo vivir, porque mi mamá reza desconsolada y le discrimina con dolor al señor por querer llevar de su lado, le suplica incandescente que me cure de este mal demacrante. Entre tanta desilusión, deseo no ver esas lágrimas, así que en estos momentos me gustaría perder la visión también, de igual forma, solo eso me faltaría.
El dolor en mi pecho despierta la agonía; pequeñas convulsiones desatan la serenidad del lugar, mi madre grita desesperada, al paso que en los árboles hojea el viento y la muerte, irrumpe en la habitación, mientras me va haciendo suya.
Llegan unos desconocidos, que tropecé por la necesidad de durar unos días más respirando e intentan alejarme de ella, la mujer que llora sin sosiego alguno, queriendo estar en mi lugar y mi mirada se va entre cortando con cada latido del corazón que va faltándole a mi cuerpo.
 Insanity.
La vida se me detuvo el 17 de mayo del 1915, ese día ingresé en la cárcel injustamente por la falsa acusación de haberle dado de baja a la mujer que más amaba en esta vida; mi madre. Acabé siendo condenado a cadena perpetua y ahí toda mi miserable vida perdió totalmente su sentido.
Al llegar a las jaulas de hombres, unos desgraciados me empezaron a piropear, atribuyéndome virtudes eróticas, mientras que otros reflejaban en sus ojos una mirada sádica, insinuándome la muerte, entre tanto, un sentir de peligrosidad va brotando desde mi singularidad hasta cubrirme toda la piel de escalofríos.
Llegué a mi celda 509, estaba hecha en hormigón reforzado con acero, tenía en el fondo un inodoro de metal, con un pequeño lavamanos de espaldar, olía mucho a cloaca, parecido a un granero, así que mi estómago tenía ganas de vomitar, entre tanto, una sensación de asco y repugnancia invadía mi cuerpo, miré hacia arriba de la cama que me tocó y noté cómo mi compañero, un chico caucásico de pelo rubio y ojos azules hablaba consigo mismo, demostrando la demencia que causaba el lugar.
No me atrevía ni siquiera a tocar esas fétidas sábanas que abrigaban la cama, así que decidí sentarme en el suelo, aunque realmente no sabía cuál de los dos lugares era más desagradable. Miraba en un punto fijo, buscando perderme en la nada, mientras veía cómo se manifestaba lo que estaba por ser; en ese preciso momento en el que quedé solo con mi memoria; un ser indescifrable a primera vista.
Me pregunté, ¿Qué tanto aguantaré?, e insinúe una respuesta que tal vez no sea del todo satisfactoria, no me doy ni dos días para suicidarme, aunque si lo pensaba bien, era muy cobarde hasta para eso.
A las 8:30 pm, cuando los guardias se retiraron de los pasillos, un hombre empoderado entro en mi celda haciendo que insanamente mi compañero huyera del lugar, dejándome solo y con muchas dudas e incertidumbre; no sabía que iba a hacer ese ser de apariencia temible.
Se me lanzó encima con un puñal y yo lo esquivé con la buena práctica de boxeo que tuve en la marina. Apenas me dio la oportunidad se lo retiré de las manos, y sin planearlo mi cabeza se tiño de oscuridad como un cáncer maligno que se alimentaba de mi ser, en el preciso momento en que iba apuñalándole la cabeza entre unas 20 o 30 veces hasta quedar en mi cansancio.
Al acabar, mi alma moría de ansiedad, mientras que mi memoria recurría al dolor y lograba descubrir el potencial que la tristeza y el miedo explotaban en mí; era algo que me decía solo para justificar el maltrato disfrazado de justicia. Y en medio de esta guerra psicológica mi luz lentamente se apagaba…

 


POEMAS


Pecado


Enlazados están los poros de mi piel a aquellas      
 manos cálidas y calladas que sutilmente desvestían mis penas con amor.
 …Navegaban a trayectos cortos por mis debilidades; me hacían suya.
 Y en ese insolente robo, mis labios solo callaban.
Resistía con esfuerzo altivo mi vehemencia  por dar pare a tan indebida desfachatez,
Pero, en poco tiempo mi cuerpo borró su necedad.
En él supe adorar el pecado, penitente en el silencio del placer…
Entre sus labios hechiceros mis piernas hozaron temblar con tenaz gustosidad,
Sintiendo en plena altivez la encendida furia con que desvestía mi lujuria.
De puro gusto… ¡Ay, alma mía! Te dejaste arrebatar la inocencia y pureza.
Ya hoy, no vale cuán arrepentimiento cargue las penas mías.

 

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¡Soledad!


Soledad, siempre estarás tú mi devota amiga…
Contigo partiré, si no me dejas…
Cavaste un hueco recóndito en mi alma para obstruir a la memoria que hace reclinar mi lánguida cabeza, sangrando dolores, aunque aún siga erguida.
Entre tanto, las llamas van calcinan los pensamientos, sin encenderse el raciocinio, sintiendo más el hecho que el fin.
En vano piden refulgencia mis tristes luceros, entre ceguedades alucinando, dando vida a mi juicio más novato e inseguro, que me entierra con mayor salvedad.
Y es así que, ensimismada está la efímera conciencia fulgurándose en la nada que hoy representa todo mi interior, tapando con cortinas de humo y nicotina el desmadre de la ilusión.
Mientras, entre mis huesos delirantes, estoy puesta, a todo el mal de ingrato amor que quiebra y roba vitalidad.
Mi piel y mis labios le mantienen desde el primer día viviente, saboreando un sabor ya sin gusto.
¿Qué ausencia, qué desvarío, viven mis juventudes?, llorando el ser que vivo, deseando alta piedad de esta excelsa vida.
Pues, si del cruel amar sigo prisionera, pronta será abierta mi sepultura.

 

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Batalla silenciosa


Silencio siniestro,
Me torturas bajo el fulgor purísimo de una mente en torbellino,
Atravesando las mórbidas penas de mi pecho acongojado, .
Vas logrando desarmarme en raudal de llanto…
Venciendo mi arte de sonreír,
Me tornas ufana al infierno de lamentos y gemidos,
De insensatos tiempos de pesadumbre.
¡No sabes cuánto sufro!
Con mis tinieblas al desnudo,
Sola y desarmada,
Batallando con impecable valentía,
Mis más sádicas luchas.
Hallando mi dolor en rostro de vida primaveral,
Pero con hojas marchitas,
 Casi echas polvo,
Que el viento me roba de las manos.