MARCELO DANIEL SOSA -ARGENTINA-

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PÁGINA 29

 

 

Marcelo Daniel Sosa (1980) de la localidad de Tres Algarrobos, provincia de Bs As. Profesor de Arte en Teatro. Escritor y Director del grupo de teatro T.I.T.A (Teatro Independiente Tres Algarrobos), grupo “Tomate un recreo” (grupo de adolescente de Tres Algarrobos), grupo “Viejo, son los trapos” (grupo de adultos mayores de General Villegas).  En 2018 pública el libro “Con el teatro de la mano” obras de pantomima para 1º y 2º ciclo de educación primaria. En 2021 publica el libro “Peripecias de ficción” obras de teatro, con el apoyo del Cpti (Consejo provincial del teatro independiente).  Escribe dramaturgia, poesías y narrativa. Participa de diferentes concursos de los cuales ha obtenido diferentes premios.
 

 

Amor de verano
 
Fue un amor de verano, que quedo impregnado en mí. La volví a ver después de muchos años en el hospital, cuidando tal vez quien es su marido. Muy audaz me la ingenie para poder observarla mientras limpiaba los pasillos. Me aterrorizaba de emoción poder volver hablar con ella, pasaron tantos años. Ella seguía igual de bella con su pelo encenizado. Yo ya no era el muchacho de 20 años que conoció, esbelto y de pelo largo. Una mañana ella me hablo, mi corazón paralizado, me pregunta con su ya gastada pero dulce vos: ¿Dónde queda el baño? No me reconoció y le contesté: - al fondo a la derecha.

 

 

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Mi última batalla


Apareció en mi infancia, su familia venía de la gran ciudad a mi pueblo. No es para alardear pero yo mantenía invictas mis batallas con soldaditos. Hasta que vinieron ellos y trajeron al anticristo. Lucas se llamaba, a él también le gustaba jugar con soldaditos. En un principio, cuando lo conocí y vi sus gustos, sentí que encontré un amigo. Lo invité a la primera batalla. Las reglas eran fáciles, él acomodaba cuántos soldaditos quería poner en juego y yo ponía la misma cantidad y con un tira bolilla (pico cortado de botella con un globo), trataríamos de bajar los soldaditos del contrincante. Soldado caído del enemigo, te lo llevabas. No pasó ni una semana, mi reserva de soldaditos iba desapareciendo, se los fue llevando como a apuñados. Comenzó una amistad rara, lo veía y me producía náuseas. Un buen día, vino mi padre de uno de sus viajes y me trajo de regalo una nueva bolsa de soldaditos: “¡no los pierdas!” me dijo. Jamás le conté que los tenía el vecino. La bolsa traía 15 soldaditos ingleses, más de 60 guerras en su historial, y 15 soldaditos alemanes, que han peleado contra el mundo. Nunca había tenido un ejército así, era imposible perder, más que soldaditos eran mercenarios. Los contemplé durante cinco minutos y me fui a lo del vecino. Golpeé la puerta, me atendió la mamá y le dije: - ¿Está Lucas? ¡Tenemos una batalla que realizar! La madre me dijo que estaba tomando la leche, que lo esperara. Aprovechando esos minutos fui a acomodar mis tropas. Una vez terminadas las estrategias de guerra, le puse en el medio la banderita inglesa y al lado la alemana, que vinieron en la bolsa, como para persuadir sus disparos. Él salió con toda tranquilidad, acomodó sus 30 soldados, mientras yo imaginaba como caerían sus combatientes que, en su mayoría, eran míos. Como en toda guerra, antes del primer disparo, se silenció el pueblo, los pájaros silenciaron su canto, los perros dejaron de ladrar a los autos, las viejas no arrastraban los pies al caminar, silencio total. Primer tiro de Lucas, me tiró la bandera inglesa. Miré al soldadito más cercano, para que la levante y que Lucas no se la llevara, pero se quedó inerte ¡cobarde! Le di un beso a mi tira bolilla y luego hice mi primer disparo. Podría jurar que le pegué, pero el soldadito no cayó. Comenzó una discusión y fui a corroborar que no estuviera pegado al suelo. La guerra continuó y poco a poco comenzaron a caer cada uno de los miembros de mis tropas. Me agitaba ante tal masacre, lo que alteraba mis tiros, y se dirigían hacia cualquier parte. Cuántas experiencias debe haber entre alemanes e ingleses y ¿Para qué sirve? Para nada. A los ingleses en un momento de desesperación les grité ¡Háganlo por la reina! Pero se quedaron estáticos, incapaces de moverse, por el miedo. A los alemanes, necesitaba que reaccionen, les grité ¡Sieg heil!. Como todos los europeos, quedaron fríos ante tal euforia, incapaces de conmoverse, sólo esperaron que los proyectiles de Lucas los tiraran.
Mi derrota era inminente y, como todo capitán, tenía que resolver la tragedia anunciada. Tiré el tira bolilla y tomé cartas en el asunto. Fui y le pateé cada uno de sus mugrosos soldaditos. Agarré los míos y se los revoleé por la cabeza. Alemanes, ingleses, un fiasco, tantas guerras batalladas y acá perdían como si fueran todos Ken.
Volví a mi casa con lágrimas, no de derrota sino de decepción. Por treinta minutos tuve la fuerza más potente del mundo: el orgullo herido. Le hice jurar a mi padre que no me traería más soldados porque a mí me gustaba leer libros, en medio de un llanto.
Fui a tirar la bolsa donde vinieron los 30 pusilánimes y algo me llamó la atención. Comencé a leer el cartón con que cierran la bolsa y decía: - Soldados de Elite, arma tu propia aventura, 32 piezas, 15 soldaditos alemanes, 15 soldaditos ingleses con sus respectivas banderas- lo que me llamó más la atención en realidad fueron las palabras pequeñas “Made in Taiwan”. Cuando lo leí, me di cuenta: ¿Cómo iban a entender mi arenga en alemán o que sabían de la reina de Inglaterra, si los soldaditos eran de esas tierras?

 

 

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Ni una palabra


(La escena ocurre en la casa de Laura y Enrique. Viene a cenar Esteban, su hijo)
Laura: - haceme el favor y poné los platos.
Esteban: - dejá que te explique.
Laura: - a mí no me tenés que explicar nada. Comenzá a remar que la laguna es larga. Hoy es 11, decime ¿cómo vas a hacer para llegar a fin de mes?
Esteban: - Es evidente que me tenés que ayudar.
Laura: - No señor. Se terminaron los subsidios en esta casa. Probá en otro lado.
Esteban: - ¿Me vas a dejar a merced de los acreedores y que como chacales coman hasta mis huesos?
Laura: - si así tiene que ser, que sea. Tan víctima no sos, esa canción hace rato que usted la tararea.
(Ruidos en la puerta de entrada)
Esteban: - Si no es por las buenas, que sea como sea. Llegó papá, él me va a ayudar.
Laura: - Ni una palabra a tu padre ¿Qué querés? ¿Qué le dé un bobaso? ¡Basta de tus desgracias!
Esteban: - Le cuento que tuve que ir a buscarte al reencuentro con tus compañeras de la secundaria, y le detallo el espectáculo que estabas dando. Más que desgracia va hacer una tragedia.
(Entra Enrique)
Enrique: (Saluda a Laura con un beso y mira a Esteban) – Dichosos los ojos que te ven ¿Cómo anda hijo? ¿Cómo va ese nuevo emprendimiento? (Se abrazan)
Esteban: - Vení papá querido, sentate a mi lado que tenemos que charlar…
Laura: (Interrumpiendo) – Viejo, porque no te vas a buscar una botella de vino al cuartito del fondo, ya que vino a almorzar nuestro único hijo.
Esteban: - No hace falta. Escuchame pa…
Laura: - Anda Enrique, tal vez sea su última cena.
Enrique: - ¿Qué decís Laura? ¡No anticipes malos augurios!
Esteban: - Bien papá, tomemos agua.
Laura: - ¡Enrique!
Enrique: - me voy a buscar el vino. Me nombró dos veces por mi nombre, no quiero que me reten. Después charlamos ¡Tengo un cabernet que no sabés lo que es! (Mutis)
Esteban: - ¿Qué haces? ¿Por qué no me dejas charlar con él? ¿Me vas a prestar el dinero?
Laura: - Por supuesto que no. Tampoco voy a dejar que se lo pidas a él. No voy a dejar que lo exprimas como a un limón, para tapar tus errores. Ya sos grande Esteban ¿Cuándo vas a sentar cabeza? Tenés 45 años y seguís apostando. Decime una vez que hayas ganado, y no vengas a pedir plata. Nosotros no somos para toda la vida. Tenés que construir una familia, no estar tan solo. Sería para nosotros un consuelo que una vez que nos vayamos, sepamos que vas a estar acompañado (se emociona)
Esteban: - Era una fija ¡me engañaron! El 24, Tempestad se llama. Ganó de punta a punta. Qué sabría yo, que después lo descalificarían porque estaba pichicateado.
Laura: (Recuperándose) - Hoy los caballos, ayer los galgos y sino la quiniela ¡Nadie se hace rico en el azar!
Esteban: - ¡Tempestad, el 24!
Enrique: (Entrando) - ¿Qué pasa el 24?
Esteban: (disimulando) – El 24 estoy organizando una cena, para festejar mi nuevo emprendimiento ¿Qué te parece?
Enrique: - Bárbaro. Laura, ¿Lo escuchaste? ¡Este sí que va para adelante!
Esteban: (Mirando a la madre) – Siempre y cuando “mamá” esté de acuerdo y apruebe el proyecto.
Enrique: - Hay que apoyar al niño Laura. Son tiempos difíciles y él se atreve a nuevos emprendimientos.
Laura: - ¡je! nuevos emprendimientos. Mejor cenemos, descorchá el vino, viejo.
Esteban: - ¿Qué dice mi madre? ¿Está conmigo?
Enrique: - No sea dura mujer, ¿no ve que necesita de su confianza? Siempre igual nuestro hijo, si serás sonso, buscando el apoyo de su madre
Laura: - ¡Lo caro que nos sale apoyarlo!
Enrique: - ¡pero qué exagerada! solo tenemos que ir a cenar a su casa.
Esteban: - ¡Vamos! ¡Afloje mamá!, usted sabe que va a ser retribuida… con alegría, como cuando fue a comer con sus amigas.
Laura: (se atora con la comida) – ¡No apure, que no soy buey! Viejo pase el vino, parece que se me quedó una miga pegada en la garganta.
Esteban: - no la estoy apurando, le pido su apoyo ¿O no viejo?
Enrique: - ¡Brindemos por los nuevos desafíos y por nuestro hijo, que nos alegra la cena con su presencia!
Laura: - ¡Brindemos por eso y porque nuevamente apoyaré sus ideas!
Esteban: ¡Brindemos por ser hijo único y tenerlos a ustedes, que siempre estarán para mantenerme!
(Risas de enojo, alegría, satisfacción)
 

 

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Gotitas de agua
 
Dejando de lado sus deseos anhelados
Sacándole horas a sus afectos, termina a tiempo
No se cree tan  importante
como los sueños que va construyendo
 
Intenta no poner en riesgo sus sentimientos
Risas, miedo, ira, enojos
Como una madre o padre
Sabe como apaciguarlos sin dejar de estar enseñando
 
Con una sonrisa todos los días espera a sus educando
Ante las tormentas más fuertes, sabe poner la otra mejilla
Escucha, respeta, refleja su sabiduría
Libro abierto que nunca termina…
 
Trabajo prolongado, construcción de utopías
Transita en caminos de tizas
En la diversidad forma al educando en su empatía
 
Esos alumnos que se van formando
Y deambulan por las aulas
 Como gotitas de agua llenan
 de amor su alma.