ABRAHAM MARTÍNEZ AZURA -MÉXICO-

Solarpunk – Vientos del cambio en la ciencia ficción
 
Si le preguntamos a la gente que vemos en la calle (o hacemos una encuesta en Facebook) cómo imaginan que será el futuro, coincidiríamos en varias cosas: la humanidad acabará destruyendo su planeta, los gobiernos serán totalitarios, las grandes corporaciones utilizarán al ser humano como materia prima en su afán de lucro desmedido o que cada persona deberá defenderse y defender lo suyo contra resto de las personas, en general, que el mundo va a acabar sumido en una guerra de recursos en medio de un ambiente en el que la única esperanza del individuo será conformarse con poder sobrevivir un día más.
Y no podemos culparnos por sentir eso: El Gran Hermano predicho por Orwell en “1984” existe y reporta nuestra ubicación desde el GPS del teléfono celular, llevamos quince años sumidos en la “Guerra contra el terrorismo” y seis en la “Guerra contra el narcotráfico”, mientras China y Corea del Norte reviven lo peor de la amenaza nuclear, volteamos a Medio Oriente que parece declarar la yihad (Butleriana) a los países desarrollados, nuestras ciudades son amortajadas por el smog y la clase media se diluye, dividiendo aún más a las sociedades entre una minoría escandalosamente acaudalada, y la mayoría de los ciudadanos arrinconados entre la pobreza y la falta de oportunidades laborales.
Por ello es de esperarse que nuestros encuestados estén esperando la llegada del mundo violento de “Mad Max”, una catástrofe ecológica debida al Cambio Climático al estilo “Ni una brizna de hierba” o en el mejor de los casos, el Apocalipsis cibernético con la llegada de las máquinas al poder, al más puro estilo “Matrix”.
Sin embargo, todo ello aún pertenece a la especulación científica.
El futuro no está escrito y los autores de cyberpunk no son profetas infalibles.
Ahora miremos atrás en la historia, porque para saber a dónde vamos hay que saber de dónde venimos: Es el siglo V D.C. y Roma fue invadida por los bárbaros germanos y los hunos. El emperador fue destituido, y el ya de por sí debilitado Imperio Romano (de Occidente) es desarticulado. Si pudieras caminar por Europa encontrarías terrenos de labranza abandonados, epidemias, hordas de asaltantes; y la sociedad tal y como se conocía, reducida a poblados viviendo con miedo a la sombra de los muros del castillo feudal, la última forma de gobierno y fuente de orden que existe en leguas a la redonda.
El fin del mundo ¿verdad?
Piensa ahora que han pasado siglos y los feudos han sido organizados bajo monarquías establecidas, emparentadas unas con otras para reducir los penosos conflictos armados. Las colonias de América y África proveen de suficientes recursos para que los pueblos europeos vean una época dorada de opulencia y desarrollo cultural. De pronto los colonos de las propiedades británicas en el Nuevo Mundo se alzan en armas, ¡y la bastilla es atacada! 1776, 1789, 1810, ¿Si ya estábamos bien, porqué ahora la gente se pone violenta? Y surgen países independientes por todos lados, ruedan las cabezas de los monarcas y aparece esta idea del pueblo gobernándose a sí mismo, llamada Democracia.
¡El fin del mundo de nuevo!
Estoy seguro que después de este repaso de historia, más de uno pensará “Pero ahora es diferente: ya no hay nuevos territorios por descubrir, además siempre ha existido la opresión del fuerte contra el débil, es parte de la naturaleza humana, y el grado de daño ecológico que le hemos hecho a la tierra en los últimos doscientos años es mayor que todo el causado en el resto de la existencia humana.” No voy a decir que eso no es cierto.
El tema aquí es que efectivamente para la gente del final del Imperio Romano y del final de las monarquías, el mundo que conocieron dejó de existir; la violencia se hizo presente, quienes tenían el poder lo perdieron y el sentimiento general era de que no había futuro: el esperado Apocalipsis (y su promesa de redención para los justos) había llegado y nada se podía hacer contra eso.
Nada muy diferente a lo que parece que vivimos en el presente ¿verdad?
Todos los conflictos de la humanidad parecen apuntar a la insatisfacción de nuestras necesidades más elementales: Necesitamos petróleo y carbón para mover nuestra industria y vehículos, y para tener materias primas; si empieza a escasear, buscamos nuevas formas de obtenerlo: ya sea fracturando el terreno y contaminando el agua mediante fracking, o peleando con Medio Oriente por él. Necesitamos agua para no morir de sed, comenzamos a llevárnosla de las zonas rurales a las grandes urbes, o se le entrega la concesión a empresas privadas el permiso para embotellarla y venderla de regreso a sus propietarios originales.
Es como se ha hecho desde el inicio de la Revolución Industrial.
¿Pero qué pasaría si hubiera una forma de obtener energía, alimentos, materias primas, salud, educación y estabilidad social, sin destruir el único planeta que tenemos? Somos más de siete mil millones de personas: parece una utopía imposible.
En 2012, Gerson Lodi-Ribeiro editó “Solarpunk: Historias ecológicas y fantásticas en un mundo sustentable” a través de Editora Draco, como la última de una triada de antologías (“Dieselpunk” y “Vaporpunk: Relatos steampunk publicados por orden de sus majestades” fueron las primeras dos)  en el que se exploran diferentes futuros, en los que se encontrarán tatuajes que funcionan como celdas solares, ucronías verdes, ciudades movidas por biocombustibles, movimientos sociales ecologistas, detectives ribofunk y el desarrollo de energías renovables.
El libro solo está disponible por el momento en portugués, pero logró catalizar un zeitgeist que permea entre diferentes autores, deseos de ver un futuro distinto: en 2014 en Estados Unidos, Adam Flynn escribió “Solarpunk: Notas hacia un manifiesto” en el sitio de la Universidad Estatal de Arizona, en el que declara: “Solarpunk trata sobre hallar la forma de hacer que la vida sea más maravillosa para nosotros, pero más importante, para las generaciones por venir… Nuestro futuro implica replantearse y crear cosas nuevas partiendo de las que ya tenemos (en vez del modernismo del siglo XX: “Destruye todo y construye algo completamente diferente)… Nuestro futurismo no es nihilista como el cyberpunk y evita las potenciales tendencias quasi-reaccionarias del steampunk: es acerca de ingenuidad, generación, independencia y comunidad”
Flynn declara que él no creó la palabra, y en realidad, no habría nada menos solarpunk que pelear por declararse dueño de un término que, basándonos en las etimologías de steampunk, dieselpunk y atompunk; era inevitable que naciera en el imaginario colectivo.
En Facebook ya existen un puñado grupos dedicados a examinar esta nueva y optimista corriente de la ciencia ficción, ubicados en Brasil, Alemania y Estados Unidos, se enfocan en la discusión de nuevas tecnologías que están poniéndose a prueba, formas distintas de arquitectura, agricultura y transhumanismo que derivarán en el advenimiento de una sociedad solarpunk, más equitativa, simbiótica con nuestro planeta y principalmente, que nos alejará del camino de la extinción.
Energía solar y agua potable para todos, ciudades autosustentables cubiertas de jardines colgantes, huertos y granjas en los tejados, eficientes automóviles eléctricos y jets de hidrógeno de bajo costo en el futuro inmediato, alta calidad de vida y longevidad y vecinos que colaboran por el bien común en cada cuadra.
Pensando en un futuro aún más remoto, podríamos hablar de seres humanos cubiertos de cloroplastos cuyo metabolismo es más similar al de las plantas, computadoras cuyos circuitos orgánicos operan al mismo tiempo que las raíces de un campo de hortalizas, o edificios vivientes y conscientes integrados en Ciudades Estado fusionadas con los biomasas que las rodean.
Demasiado bonito para ser verdad, ¿no?
Quien piense esto tiene razón: ni los césares romanos, ni los señores feudales, ni los monarcas querían perder sus privilegios. En el mundo actual, los acaudalados accionistas mayoritarios de las grandes empresas de alimentos, no desean la independencia agrícola ni autosuficiencia de ninguna comunidad. Los funcionarios de gobierno que se les deben tampoco quieren esos cambios, y para ello utilizan los aparatos legislativos que puedan volver ilegal cualquiera de estas iniciativas.
Los automóviles eléctricos y los paneles solares no son populares porque vivimos en economías petrolizadas.
El cambio nunca vendrá de los privilegiados, sino de quienes han sido llevados al borde la muerte: no será el mejor hacker del mundo, ni un elegido o mesías, ni un líder guerrillero quien logre este cambio, sino cada uno de los integrantes de cada comunidad, trabajando por el bien común.
Aquí es donde entra la parte punk del género: los conflictos son parte de la existencia del universo. Primero los supuestos “dueños del mundo” harán todo lo posible porque nada cambie y se opondrán a estas iniciativas, después nuestras ciudades verdes enfrentarán huracanes y deberán ponerse en pie si caen, más tarde las personas cubiertas de cloroplastos generarán temor a lo diferente, entre el resto de los homo sapiens; siempre habrá segmentos de la sociedad que querrán volver a como era el mundo antes (se llaman Conservadores y nunca se han ido), y continuarán apareciendo nuevos dilemas éticos y morales con el uso de las nuevas tecnologías.
No se trata sólo de describir los problemas sino de proponer las soluciones.
El elemento más importante dentro de este nuevo género, es la Esperanza: Sabemos que las cosas están mal en el mundo pero se trata de resolver primero nuestros problemas locales (principio del Desarrollo Sostenible); de apoyarse entre vecinos como lo hacían nuestros abuelos, y de resistir juntos, como la hierba que se abre paso aun entre la rendija más apretada del concreto, para decirnos con su, nuestra, existencia “Estoy aquí”.
El futuro puede ser diferente si nos atrevemos primero a soñarlo distinto; y para muestra dos últimos ejemplos: Hace unos meses se publicó “Wings of Renewal: A Solarpunk Dragon Anthology” editada por Claudie Arseneault y Brenda J. Pierson, donde los monstruos fantásticos del título son recreados con biotecnología en un mundo sustentable; y a través del fondeo colectivo, recientemente se logró financiar la antología “Sunvault” editada por Bronte Wieland y Phoebe Wagner, libro que se publicará el próximo año en Estados Unidos.
La pregunta queda entonces en el aire: Y en México ¿para cuándo?

 


PARA MAS INFORMACIÓN:

 


http://www.cafeinaliteraria.com.br/2014/03/20/solarpunk/
https://medium.com/solarpunk-worldscene/i-believe-solarpunk-could-be-a-valid-and-innovative-theme-in-science-fiction-ea1e7bda1fe8#.hf5f9yt0g
http://hieroglyph.asu.edu/2014/09/solarpunk-notes-toward-a-manifesto/
http://grist.org/business-technology/this-sci-fi-enthusiast-wants-to-make-solarpunk-happen/


 

Seudónimo: “Cuervoscuro” (Tampico, Tamps, México. 1975) Escritor cuyas historias han aparecido en México en Tierra Adentro, Horizonte Cero, Cactus, entre otras. En el extranjero ha publicado en Heavy Metal Magazine, Strange Aeons, Strip Magazine, Próxima, y para DC Comics Digital coescribió Earthbuilders. Es también editor de Fantasías para noctámbulos.
 
El autor les invita a leerlo y seguirlo en El Ojo de UK: https://elojodeuk.com/tag/abraham-martinez-azuara/
 

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