LUIS ERNESTO MARTÍNEZ QUIROZ-MÉXICO-

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PÁGINA 27

 

 

 

ALONDRA
 

Si tengo que contar las cosas tal y como pasaron, serían muy diferentes, tal vez menos glamorosas, definitivamente menos glamorosas porque no habría un punto de comparación valido ante lo que paso y dejaría la información llena de datos. La verdad creo que al final de todo y después de estos años. la mejor manera será contar las cosas tal y como las recuerdo, porque antes de que mi memoria falle y todo vuelva a la normalidad del día a día siento esta gran necesidad de registrar la más grande, significativa y extraordinaria experiencia de mi vida adulta…
 
No recuerdo cuanto tiempo la había visto pasar a mi lado sin mayores complicaciones, al no estar asignada a mi área no era ella solo me miraba, era alguien que pedía mi atención; dentro de mis obligaciones sabía que no me correspondía ello y siendo sincero no quería darle más importancia de lo que se merecía.
 
Tenía mis razones, débiles, pero siempre protegiendo la función de mi puesto y aunque por aquel tiempo aún no las consolidaba y estas se refugiaban dentro del manual de procedimientos, seguían los parámetros de todos antes de mi hasta ese momento, “Tu eres el mayor, ella solo es una niña más” me repetía cada vez que sentía su mirada en mí, su sonrisa al chocar de nuestras miradas era a mi parecer un acto reflejo de su personalidad era como si ella no tuviera una mirada seria para mí, distancia era lo que necesitaba y me movía a refugiarme detrás de mi escritorio y no apartarme de las tareas diarias se convertían en mis murallas, en mi refugio, un lugar donde no podría jamás alcanzarme por más que se esforzara jamás estaría conmigo, junto a mi o acompañándome.
 
Mientras los días seguían su curso, cada gesto que hacía, cada uno de mis ademanes o palabras no pasaban desapercibidos por ella parecía estudiarme sin parar, cada hora cada momento que compartíamos se acercaba peligrosamente a mí y de poco a poco comenzó a quitar la distancia que tendía entre ella y yo, cada vez que su voz resonaba cerca de mi presencia comenzaba a ser yo quien volteaba a ver lo que necesitaba o buscaba aunque no fuera yo el blanco de sus peticiones, mi sentido de responsabilidad y madurez se acrecentaba para negarme una oportunidad, mientras ella demostraba su valía conmigo, ganaba un terreno que nadie antes había adquirido, ella no era solo una niña más, me decía continuamente: yo seguía siendo el adulto, no debería de ser yo quien tendiera ese puente, quien abriera esa puerta yo sabía que era lo que quería ella apenas si lo imaginaba.
 
Pase largas horas pensando en mí y en mis necesidades, no podía perder la perspectiva, quien podría ver más allá del puesto y de la admiración, como podía tan siquiera imaginarme que alguien tan joven quisiera saber o compartir su vida con alguien tan viejo y apartado de ella, que tendría que ofrecer yo para alguien de su edad, mi razón se nublaba y despejaba, intentarlo se convertía en nada más que un egoísta intento de rejuvenecimiento o estaba dispuesto a ver más allá de las vagas intenciones y apreciar todo lo que ella con su nueva manera de ver la vida podía darme otro ángulo para ver la mía, lo que dentro de ella no sería más que un cariño puro y sincero lleno de admiración y sobre todo respeto y que esos fantasmas que me acosaban no eran otra cosa más que pensamientos sin sentido y sobrevalorados por la sociedad. No podía permitirme perder el piso de mi situación, niña… era solo una niña.
 
Me debatí con mis pensamientos, me reparaba en su mirada y con sus palabras de inocencia, construí más de un poema para su día a día, dándole un poco de sentido a su vida como ella me lo pedía y durante un año todo funcionó bien, forje una reja de respeto entre nosotros que jamás se abrió, el cariño seria solo de su parte eso y nada más y así como todo en la vida cambia y nada es para siempre, ella se fue de mi mundo, la vida continuo para mí, sabía que me había protegido bien, con el tiempo y el trabajo las cosas se pondrían de nuevo en su lugar, nada ni nadie permitiría de nuevo que cambiaran mi forma de pensar, no había nadie como ella ni yo sería el mismo después pero tampoco nadie podría saberlo yo era un pilar, ella se convirtió en un suspiro que había partido de mi lado.
 
Caminaba por los pasillos y de poco en poco la añoranza me distraía esperando escuchar su voz, pasaba por el lugar que alguna vez ocupo y lo hacía con la esperanza de ver su mirada chocar con la mía y recibir el regalo de su sonrisa para mejorar mi día, pero no, ya no estaba más en mi vida, nunca me había pasado esto era algo nuevo sentir todo aquello tuve que aprender de nuevo lo mismo, ahora sin ella, ser un Rey sin su Princesa, a levantar murallas aún más altas, a poner la mayor distancia a ser el adulto sin miramientos que tenía que haber sido en el pasado y que no pude ser.
 
Dos años me tomo reconstruirme, dos largos años me aparte de todos a mi alrededor para ser yo de nuevo, me supere, escale más alto, me reinvente por todo lo que yo quería por todo lo que necesitaba por todo lo que la extrañaba, que ganas de gritarle que volviera, cuanta tentación de comunicarme con ella y pedirle una compañía y un café, de rogarle volver, pero no es de adultos rogar, ni pedir una segunda oportunidad.
 
Miraba desde lejos su progreso, como ella escalaba los mismos peldaños que yo a sus años había escalado, con gracia, con mucho esfuerzo y siempre con esa sonrisa en los labios, crecía poco a poco, tal vez dentro de ella nuestro pasado le había dado esas ganas de crecer y ser mejor que todos, me pedía razonamiento y mesura, sabía que nada de lo que hiciera debería de molestarla en ese asenso, su sonrisa detrás de la pantalla seria todo el premio por mi tiempo, mi angustia y mis miedos, ella crecía y se acercaba a la adultez poco a poco me alcanzaría, ¿me recordaría? ¿Pensaría en mí como antes? ¿O sólo sería ahora uno más de todo su pasado? Nada importaba siempre y cuando se mantuviera así detrás de la pantalla.
 
Tal vez fue por tanto tiempo que lo pensé, por todas las horas meditando, por mis letras escritas a su nombre o solo por casualidad del destino que un “Hola, se acuerda de mi” en el monitor de mi ordenador cambio de nuevo mi vida, casi podía escuchar su voz repitiéndome las palabras que aparecían en esa conversación y que dentro de mi pedían que no se terminara, sus palabras casuales dentro del chat taladraban mi corazón, repetía en mi mente más de 4 veces cada línea antes de escribirlas porque no quería ser yo quien revelara la dicha y el regocijo que me causaba saber que sin importar la distancia estaba ella dándome una parte de su atención, me decía tantas cosas tan importantes para ella pero tan comunes para mí que sin quererlo, y más por reflejo, que por alejarla volví a subir la reja justo antes de que me hiciera daño, de recordar que este viejo no podía ser nada más que “uno más” en su historia, que el día de hoy le había dado la añoranza de su pasado, no de mi Y tan pronta como empezó un “Adiós, se cuida mucho” acabo su conversación conmigo y casi provoca que mi ordenador terminara en el suelo.
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Lagrimas aparecían en mis ojos los tres días siguientes al recordar sus últimas letras, “se cuida mucho” que esperaba ella que le dijera, como decirle que ella había roto todo lo que había construido para olvidarla, para superarla, para volver a ser yo, miraba a mi alrededor mi vida hasta hora perfecta sin más problemas, sin más complicaciones hasta su “Hola, se acuerda de mi” todo lo conseguido se convertía en un pasado que lejos de añorarlo lo aborrecía, quería más, la quería a ella conmigo sentada junto a mi como jamás lo había pensado, como nunca hasta ahora lo había querido: su ventana de chat no se volvió a activar en muchos meses y así tuve que volver a aprender a vivir, con un pedazo del corazón destrozado y la vida ahora casi perfecta incompleta, inestable sosteniéndose por mi certeza, prudencia y madurez, “todo estará bien” me repetía cada día que la recordaba y detenía mi ansiedad por estallar en llanto por ella.
 
Un año paso sin saber de ella, sin atreverme a tan siquiera verla por la pantalla de mi ordenador, sin abrir la aplicación de mi móvil y saberla activa, sin ganas de pulsar mi nombre y escribirme, sin estar conmigo totalmente sin pensar en ella, sin pensar en mí. “Hola, ya tengo trabajo, le invito un café” casi me tira el móvil al suelo por la sorpresa dejando a mis dedos sin fuerza ante su nuevo mensaje, la alegría y la duda todo me daba vueltas por la cabeza pero era ella de nuevo, pensé que tal vez no sería para mí el mensaje de texto y cuando me preguntó cuando podía hacerle un espacio en mi agenda para ella, volví a pensar en lo feliz que sería por pasar un tiempo con ella, “¿cuándo puedes tú?” fue el escudo que puse para que mi ansiedad no se notara detrás de mis letras, seguido de fechas y horas para coincidir en un punto y una hora en particular y con su “Adiós, se cuida mucho” cerró nuestra cita por mi tanto tiempo esperada sin que se entesase que le habría aguardado en un lugar sin hora si me lo hubiera sugerido
 
El día se llegó, mi ansiedad jugaba en mi contra tanto así que llegue 1 hora antes de nuestra cita, con mi ordenador portátil y con algo de trabajo para hacer, conforme pasaba el tiempo serenaba mis pensamientos y aclaraba mis sentimientos y así después de 30 minutos de atraso me encontró. Sin temor de lo que podía pasar, ni remordimientos por el “después de todo”, no contenía mi sorpresa, pero tampoco me llenaba de asombro, resistiéndome a confesarle lo que pasaba en mi corazón después de que ella me sorprendiera con un abrazo por la espalda, sinceramente verla de nuevo tal y como estaba ella casi sin cambiar frente a mí era mucho más de lo que yo, aun con mi edad podría pensar o imaginar de alguien tan joven como ella.
 
Deje que ella hablara, comentándome sus noticias trascendentales que me recordaban cuan ingenuas eran las decisiones a su corta edad, todo era resuelto con un sí o no, cada paso que se daba sin pensar en el anterior o en el siguiente, sin concentrarse tampoco en el ahora pero no era yo quien estaba en esos predicamento no era mi momento de presumir o de alardear, ella era lo más importante en ese día en esa hora en ese momento, ahora sería yo quien la estudiara como en el pasado ella lo hizo conmigo, ahora yo la contemplaría en su totalidad, llenado mis ojos con su imagen y tatuarla en mi mente para siempre, no sabía cuándo volvería a verla o peor.
 
Sus zapatos de tela color gris y suela blanca atados con cintas del mismo color que el resto encerraban sus pies, no así sus tobillos que adornados con un par de axas de hilaza de los colores del arcoíris destacaban sobre su piel morena, sus jeans a la cadera en un tono deslavado se ceñía a su cuerpo casi perfectamente pues si blusa blanca y corta dejaba ver su espalda en la región lumbar que armoniosamente era el mismo tono de sus brazos y cuello, sus mejillas grandes y sus labios teñidos de un color rojo intenso casi guindo me guiarían a esos ojos tiernos y su cabello ahora maltratado y movido hacia el lado derecho de su cara eran la visión más hermosa que podía tener en ese día, no había paisaje que pudiera comparar con ella y que ninguna fotografía podría reproducir.
 
Y de pronto todo cambio, un silencio grande hizo que perdiera la concentración en ella y sus gestos golpearon mis ojos como disciplinas a los estudiantes. ¿Qué paso? Salió de mi boca a manera de retomar la conversación, volví a rehacer la conversación en donde ella estaba, pero su mirada fija en mí no cambiaba ¿me quieres decir algo? Pregunte sin mayores complicaciones y con toda mi madurez de saber que cualquier cosa que ella dijera podía manejarla sin ningún problema y así comenzó.
 
Volvió a sonreír mientras sus lágrimas se escondían en sus ojos, podía verlas como cristales tambaleándose en la orilla de sus parpados, levantaba su cabeza para no dejarlas caer y con esto sonreía más ampliamente intentando matar ese sentimiento con una espada de seguridad. ¿Cómo disimularlo si amarraba su voz para que no se cortara? y desde allí cada palabra era bien pensada, dejando atrás todo lo visceral e inesperado, haciéndome sentir tan importante como nadie antes en la vida, como si lo que sentía era tan hermoso pero tan malo que no había quien pudiera descifrarlo si no era precisamente yo, quien si no ella para romper el molde, como explicar que no era más que una forma tan sutil de corresponder todo lo que me había hecho sentir desde hacía 3 años hasta ahora.
 
Y sin más la analice, sus ojos profundos y de un hermoso tono marrón me permitían ver cuánto yo quisiera, sabía que ocultaba algo que le dolía desde hace tiempo, que marchitaba su corazón y que no podía sino contemplar tal dolor, sus labios enmarcaban su tierna boca de la cual sus palabras eran trozos de azúcar para mis oídos, el respeto con que me hablaba me hacía sentir grande importante alguien digno de cualquier tipo de reconocimientos y lo disfrutaba, sus manos de niña parecían más una tentación que invitaba a tocar por segundos sus delgados dedos llenos de firmeza y lucidez al moverlos congracia haciendo los ademanes necesario y algunos imitados de otras personas incluso vi alguno mío entre ellos, fue cuando se tocó el pecho que todo cambio, había una razón más fuerte que yo para tal cita, para tal comportamiento, para tal situación. Ella estaba enamorada de alguien de mi misma edad, casado, con hijos, pero no era yo.
 
Quien era yo para decir verdades a sus ojos, para comentar sentimientos a sus oídos o por lo menos intentar asombrar a su corazón y aun esperando un solo beso de su razón, solo en cuatro palabras “Yo verdaderamente le amo” me había vuelto añicos mi propio corazón, había acabado de un solo tajo con 3 años de amor profundo, con ilusiones de vida y de tiempo, había matado cualquier fantasía en mi mente y devuelto de un solo golpe a mi cruda y fastidiosa realidad, yo no era nadie para ella, solo un concejero más, un pobre psicólogo que no le cobraría la terapia, un gordo viejo y estúpido que no significaba nada más lejos que utilizarlo como un peldaño más para subir y crecer, alguien que pisar para subir y conquistar un hombrecillo más en su vida, uno más. Que así sea.
 
Con pedazos de mi por todo el café haciendo alarde de entereza y maestría en manejo de sentimientos lance una carcajada viendo precisamente lo que yo deducía que vería, por primera vez su mirada seria y comenzó a fruncir el ceño demostrando enojo y fastidio hacia mí, minimice cualquier cosa que ella había dicho hasta ahora rematando con un “las consultas son de 2 pm a 5 pm”, sonreía irónicamente y de di el mejor consejo que un adulto le da a una niña, “la diferencia de edad hace que un hombre solo busque a una niña como tú para el sexo, te usara y jugara contigo como ahora lo hace con su esposa y después solo te votara” todo estaba dicho, no había otra razón por la que yo estuviera allí delante de ella se había acabado la entrevista y era hora de partir.
 
Me levante de mi lugar, sin prisas pero sin detenerme a ver como sus lágrimas caían copiosamente por sus mejillas ni sus ojos enrojecían por ella, tome mi servilleta y se la pase, le pedí que no llorara mucho por alguien que no vale la pena y que no la ama sinceramente, que tuviera confianza en el futuro que ella valía la pena para alguien más con todo el tiempo y fuerzas para soportarla y sentirla como se merece, que no hiciera castillos en el aire, que cimbrara murallas para que no le hicieran daño y que confiara en su razón un poco más que en su corazón para elegir al indicado. Me levante y le pedí que aunque ella había invitado el café fuera yo quien lo pagara, le toque el hombro y le dije hasta luego, que esperaba volver a verla algún día, me agache a besarle la mejilla y me lleve su olor de perfume en mi nariz y camine hacia la salida justo cuando estaba a punto de salir escuche un grito, “Era usted, ese era usted desde hace tres años”. Me detuve en seco, mis ilusiones se hacían ciertas mi amor era correspondido, mi paciencia, mi dolor y mi corazón eran reparados en un solo movimiento en una sola frase, sonreí ampliamente y apreté la puerta “No, yo no soy el amor de tu vida” y salí sintiendo golpes tan profundos en el pecho que ni siquiera pude ver hacia atrás.
 
Ahora ya estaba totalmente seguro de que la amaba, la necesitaba, ella era limpia, sin morbo, sin deseo, sin prejuicios, madura, tierna, inocente, era para mí un nuevo futuro y aun así mientras más me alejaba solo podía repetirme sin cesar “yo soy el adulto, ella una niña más” y nada más.
 
Y así es como al final de todo y sin importar la edad, la madurez o la condición se cumple la regla más básica del amor: “si te enamoras sin lugar a dudas te romperán el corazón” que mayor experiencia hay en el corazón, que mayor vida en la razón, que más nos queda a nosotros vivir si no en dentro del amor, ahora que estoy a punto de caer en el sueño eterno autoimpuesto sé que si se puede amar más de una vez.
 

Luis Ernesto Martínez Quiroz, mejor conocido como Lemus en el mundo de los cómics y juegos de rol, es uno de los legendarios jugadores y Game Masters de la primera generación en México. Nacido en Monterrey, Nuevo León, México.
Estudió Técnico en Terapia Física y Rehabilitación en la Preparatoria Técnica Medica y es Licenciado en Educación Secundaria con la Especialidad de Historia en la Escuela Normal Superior Moisés Sáenz Garza de Monterrey. Tomó cursos de Teatro y Oratoria y cuidado de Pacientes con Sida. Asistió a congresos de educación por parte de las Normales de Saltillo y Guanajuato. Imparte cursos de Desarrollo Humano en la Secundaria donde labora para los padres de familia enfocándose en las necesidades de los adolescentes y su trato.
Juega Rol (RPG, Roll Playing Games) desde los 15 años y ha estado inmerso en ese mundo fantástico desde ese tiempo y, hasta ahora, ha diseñado 2 juegos. A su vez, también es conocido por su maravilloso modo de desarrollo de historia como personaje y como Historyteller (cuenta cuento / desarrollador de historia). Ha sido publicado en la Revista Literaria Trinando, Revista Literaria de Horror y Terror Giallo y la Revista Literaria Infinitus. En octubre del 2016 se presentó en la 26ª Feria Internacional del Libro Monterrey (FIL). Nos comparte parte de la chispa de su ingenio con un cuento de su autoría.