FRAN NORE  -COLOMBIA-

TRABAJO DIGNO
 
 

  Los niños y jóvenes marginales de la calle en Colombia, explotados laboralmente, siguen siendo un tema prioritario en el conflicto social contemporáneo. La historia de muchachos desamparados confluye con la desintegración de las familias populares debido a la escasez de oportunidades de trabajo, de vivienda, de educación. Las erradas estrategias políticas y el avance desorganizado del progreso han aumentado aún más la violencia, la delincuencia juvenil, el consumo y el comercio de drogas, esto debido a que se lucran sólo unos cuantos y se desprotegen a unos muchos.
  Esforzándome en mostrar la cara de este fenómeno que está latente desde hace décadas en nuestra sociedad, encuentro a un habitante de la calle que me da su testimonio por unos cuantos billetes, urgido por la necesidad económica, decide contarme su historia de vida.
   Él se llama Orlando Garcés, hijo de una familia de clase baja popular. Esta es su historia relatada por él mismo, a bocajarro, y que transcribo según su modus vivendus presente:
  “La crisis económica de mi familia, me llevó a una vida de mendicidad. Mi padre era un obrero de construcción que se emborrachaba después de recibir su pago, era mujeriego y despilfarrador; mi madre era una mujer muy servicial y resignada, mis dos hermanos menores apenas podían asistir a la escuela. Después de pasar penurias en inquilinatos y en habitaciones rentadas, abandoné a mi familia, y decidí seguir mi rumbo solo. Entonces me marché del barrio El Popular 1 y me fui con mis cosas a vivir a donde fuera, en el centro de la ciudad de Medellín. Como no tenía un peso en el bolsillo, vagué hambriento y sediento buscando donde acomodar mi humanidad. Entones encontré una casa abandonada que estaba derrumbada, y donde vivían otros seres en igual situación que la mía. Pronto hice amigos allí, drogadictos, estafadores, ladrones. Y probé con ellos toda clase de vicios. Pero como necesitaba comer me ocupé reciclando y vendiendo chatarra que amontonaba en el patio de la casa abandonada donde vivía como indigente.  Y cuando, por fin, tenía bastante material recogido de las calles, lo empacaba en cajas y costales y lo llevaba a una chatarrería para venderlo. Compartía la recolección de chatarra y de cosas inservibles con muchos otros habitantes marginales. Mi penosa situación económica y la de mis padres, no me dio para ir a la escuela. Para mí fue fácil acostumbrarme a la vida citadina de los recolectores de chatarra que deambulaban por todas las calles de la ciudad, teniendo esta labor como único sustento para sus familias y para sí mismos”.
  Pero Orlando Garcés, que tiene la treintena de edad, ha sido un muchacho valiente, aunque sólo fue a la escuela hasta el cuarto grado de primaria, sabe expresar sus emociones y relatar sus desafortunados sucesos, su testimonio también habla de un hombre que se ha podido superar en medio de las vicisitudes:
  “...afortunadamente pude conseguir trabajo de medio tiempo, me coloqué de aseador en un hotel del centro de la ciudad.  Comencé fregando pisos y limpiando la mugre de las escaleras y de las vidrieras del hotel. Trabajaba mucho y duro, y así pude recoger dinero para suplir mis gastos, porque no querían sufrir más necesidades. Mi nuevo empleo me proporcionó algo de alivio y tranquilidad. Me sirvió para restablecerme de mi vagancia por las calles de la ciudad, a veces, cuando no hacía nada, volvía a robar y a consumir drogas, más que todo bazuco y mariguana. Pero luego me frené y con lo que recaudaba del trabajo como aseador pude empezar a pagar una habitación en una casa de inquilinatos.  Pagaba la renta del miserable cuartucho en una casa fea que queda por la calle Amador, tenía para algo de la alimentación y hasta lograba ahorrar para comprarme una que otra muda de ropa”.
  Orlando Garcés se reencontró hasta hace poco con su familia. Con su madre y sus dos hermanos menores. Su padre los había abandonado. Cuando vio y reconoció a su madre se abrazó a ella llorando. Ellos vivían en la casa de una vecina, en un taller de madera que les habían aprovisionado. Volvió con ellos y supo que su obligación era ayudar a su madre y a sus hermanitos desprotegidos. Al menos pudo abandonar esa vida desgraciada que lo había marcado cuando decidió irse de casa por voluntad propia.
   Ahora trabaja en una chatarrería y recibe un sueldo para poder ayudar a su madre y a sus hermanos. Piensa en estudiar y terminar la escuela, ahora que cumplió treinta años.
  Le pregunto: ¿Qué piensas de la situación económica actual del país y del mundo?
   A lo que contesta: “Pues la situación económica de mucha gente siempre ha sido muy difícil. El mundo no necesita de nadie, pero uno sí necesita un trabajo y poder mantenerse en él, valorarlo porque lo tiene y tratar de conservarlo lo más que se pueda. Lo digo por mí. Es muy importante que mantenga este trabajo de reciclador porque entonces no tendría como ayudar a mi madre y a mis hermanos. Y hoy en día hay que hacer malabares para poder sobrevivir”. Se ríe.
   - ¿Cómo valoras tu trabajo?
  “Pues porque es lo principal. Por medio de mi trabajo he podido creer más en la sociedad”.
  Aquí hay un ejemplo de dignificación y superación humana, de un individuo que pudo haberse perdido en los desafueros de la sociedad capitalista y progresista, pero que por su tesón y sus deseos de superarse al menos trabajando en lo que fuera, pudo recuperar su familia y ojalá regrese también a la educación institucional.
  Esta secuela de descomposición afecta cotidianamente la actualidad social. Le deseo de antemano muchos éxitos y mucha fortaleza para continuar adelante.
   Orlando Garcés es uno menos de los indigentes de la ciudad de Medellín.
 
Premio Internacional Ana María Agüero Melnyczuk A La Investigación Periodística -2013
 
 
 
 
DE LA MÁQUINA REMINGTON AL WHASTAPP
 
 
 
 
  Tiempo atrás que dejé la otrora sofisticada máquina de escribir Remington abandonada en el escritorio, allí permaneció por muchos años detenida, luego sin uso inmediato al volverse una antigüedad del diario trajín intelectual, obsoleta manivela de caligrafías, casi como una reliquia o una decoración más de la casa, acaso desdentada armazón lingüística retraída que podía aspavientar los silencios, responder unas turbias preguntas osadas.
   La Hemingway, lo sé y lo creo, utilizó magistralmente su máquina de escribir para potencializar sus extraordinarios copiados. Y así apropiándose de las voces de los escritores vivos y muertos en su teclado.
  Y por supuesto, que las máquinas de escribir Remington tenían un merecido oficio utilitario, proporcionar a los escritores y escribas modernos acercarse a la avante tecnología de entonces.
   Redacté en aquel formidable instrumento con ingenuo optimismo y presuroso deseo mis primeros apuntes ingeniosamente literarios.
 Dice Rosa Montero: «Hay tantos métodos de escritura como escritores.», transcribir las inesperadas emociones en cuadernos colegiales o en papeles sueltos, inmerso en un afán continuo de descubrir que el azar y el destino, el asombro del mundo, son inherentes al nacimiento o ruta del hombre.
    El escriba, escribano, escritor, ilustre lingüista, tiene la intención de producir un argumento notorio. Y luego de materializar esas ideas y reflexiones de la vida, del pensamiento sublime y de la naturaleza humana, ya debe sentirse que su labor lo exonera de los sentimientos, deseos y entusiasmos.
  Cuando me sentaba frente a mi máquina de escribir Remington a organizar mis apuntes me sentía que empezaba a habitar una fábula, entraba en un trance misterioso de comunión conmigo mismo., de auto conocimiento y de formular también El Cosmos.
 Quizás, toda fórmula esperanzadora, estudio crítico, tejido de opiniones, conjeturas y otras suspicacias debían ser tecleaba insistentemente en aquella vieja máquina Remington, compuesta de melodías de piano, de manchas tipográficas en las páginas en blanco.
  Pasaron años y muchos años y la máquina Remington quedó archivada como un ser congelado dentro de la casa, llamándome desde el olvido.
 Desde tiempo atrás había irrumpido en el mundo capitalista la primera generación de computadores. Había comenzado una ágil era de comunicaciones que alertaba nuevos cambios, puesto que la humanidad entera estaba tocada por los flujos de una absorbente dimensión comunicante que aceleraba la laboriosidad creativa, la invención del microchip haciendo de los seres humanos novísimos entes robotizados que entraban de lleno a una etapa comercial en la evolución mecánica.
  Sucesivamente llegó la segunda, la tercera, la cuarta, la quinta, la sexta, la séptima, la octava, la «posible» novena generación del computador, y el mundo enloqueció.
  Conseguí mi primer computador cuando me contrataron como profesor de secundaria en una escuela rural, los computadores para los profesores y para los niños los donaba el Gobierno de Colombia en su campaña para abastecer de elementos de enseñanza las escuelas pobres del país -había una masificación de computadoras por todo el territorio nacional en la década de los años 80-.
  Con los novedosos computadores utilizábamos el novedoso messenger -un chat que causaba furor-, empezaron los e-mails a propagarse por los confines del planeta, utilizábamos Word que constantemente evolucionaba, y también los niños de la escuela podían dibujar en Paint.
  Entrábamos de lleno a la era digital predicha por Steve Jobs y Bill Gates, y veíamos constantemente en las vitrinas de los almacenes la gama de productos innovadores que cambiarían nuestra visión de la enseñanza y de la educación, de la comunicación intelectual, personal y literaria.
  Y siguieron las invenciones mecánicas perfeccionándose en cada detalle, logrando reemplazar una máquina artificiosa y útil por otra más avanzada, de la misma manera como nos suplantamos nosotros mismos en el devenir del tiempo.
  Ahora escribo por Whatsapp, por Facebook, por twitter, mis sentimientos mezclados, mis ideas revoltosas y revolucionarias quizá, mis impresiones lingüísticas.
  Y lamentablemente mi máquina de escribir Remignton sólo existe en mi agradecida memoria como mi primera amiga que me acercaba a mis constantes deseos de escribir.
 
2016
 



 

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FRANCISCO JAVIER ANGEL NOREÑA-FRAN NORE Caldas – Antioquia. COLOMBIA 29 de diciembre de 1969. Escritor, poeta, actor y diseñador gráfico, escenógrafo y director artístico, cantante y pintor.
En 1989 Finalista Concurso de poesía ASDOAS Bogotá, Colombia.
En 1991 publicó “Génesis en los Montes” (1989) y “Memorial del Sur” (1991).
En 1994 Premio en el II Concurso Departamental de Cuento Caldas.
En 2003 Premio en el Concurso Nacional de Poesía Ciro Mendía con su obra “Memorial del Norte, Memorial del Sur”.
El 19 de noviembre de 2009 El Ministerio de Educación Nacional le expidió la tarjeta profesional de artista en el área de Artes Plásticas y Visuales.
El 4 de agosto de 2010 El CIPA, Circulo de Periodistas de Antioquia, en la entrega de los XX premios CIPA, A La Excelencia Periodística, le concedió mención de honor en la categoría “periodista-escritor”, por sus aportes al arte, a la literatura y a la cultura.
Mención de honor en la categoría crónica en el I Concurso Nacional de Literatura Fahrenheit 451. 2012. Finalista en el concurso de relatos La Cesta de las Palabras y en el I Concurso de Microrrelatos “Pluma, Tinta y Papel”. 2012.
Finalista en el I concurso Internacional de cuento breve “Cada Loco Con Su Tema”, grupo editorial Benma, México, D.F. 2013.
Finalista en el I concurso de poesía Equinoxio y Premio internacional Ana María Agüero Melnyczuk A La Investigación Periodística en 2013. Ese mismo año, Jurado del XVII Premio nacional de Poesía por concurso “Ciro Mendía”.
Segundo puesto en el certamen anual de literatura internacional L.A.I.A El Molino 2014.


Libros Publicados:
Poesía:
Poemas Mediterráneos (1989)
Génesis en los Montes (1989-1991) Editorial Lealon
Memorial del Sur (1991) Editorial Lealon
Memorial del Norte, Memorial del Sur (1999-2005) Editorial Metrópoli
Amapolas Acústicas (1985-3005) Editorial Metrópoli
Telarañas de Ciudad Errante (2005) Editorial Metrópoli
Fran Nore de selección (2005) Editorial As de Bastos
Los Espejismos Míticos (Ensayos - 2005) Editorial As de Bastos
Fuga Frontal (2007) Editorial As de Bastos
Regresiones A Bordo (2007) Editorial As de Bastos
Profanaciones (2007) Editorial As de Bastos
Obertura insistente (2010) Editorial As de Bastos
Periferias (Dibujos y poesía - 2011) Editorial As de Bastos
Camino al éxito (2011) Editorial As de Bastos
 
Novelas:
El Camino de las Dos Cruces (2009) Editorial As de Bastos
América en ruinas –entrega por folletos- (2010) Editorial As de Bastos
La Guerra Nacional (2010) Editorial As de Bastos
América en ruinas EdItorial Freeditorial 2017-2018
 
Teatro:
Teatro de cámara para piezas dramáticas inconclusas (2010) Editorial As de Bastos
  Entre otros poemarios, cancioneros, novelas cortas y obras de teatro.
  Como cantante, arreglista y compositor, participó en los grupos de rock: “Complot”, “Órbita”, “Klítoris”, “Vitalmanía”, y “Los Hongos”, con éste último grupo grabó los trabajos discográficos: “Sintonía Muscaria Rock” (2005), la película musical  “Ebullición Elemental” (2005), “Recuerdo Alterado” (2006), “Marchando a la guerra” (2007), en 2009 prensó una  antología de éxitos denominada “Antropofagia hits”, en 2012-2013 el trabajo discográfico: “Sustancias Raras”. En 2012 difundió su trabajo como solista: “Mi Historia es tu Vida”; Siguieron en 2013 “Plegarias Muertas” e “Instinto Animal” Perteneció a los grupos de rock “LA CIA” Y “Bitácora”. Actuó en los documentales de Oscar Mario Estrada: “La Familia Vieco”, “El Cruce”, “Antioquia para verte mejor”, “El ingenio de don Efe”; entre otras incursiones al teatro: (El Desalojo, La Difunta Boda, Nacimiento y Extinción, etc.), al performance: (“Réquiem por una Mariposa Desencadenada”, “Fantasmales”, “La Muñeca de Tania”, etc.), la plástica, la televisión (Nada es Mucho) y el video.  2015 su cuarto trabajo discográfico c: “Desintegrador de ojos”. 5 puesto de fotografía en el concurso Fotopoetry en http://blipoint.es/blog/ 2015. En 2016 el trabajo musical “Símbolos”, y publica gran parte de su obra literaria, fotográfica y visual. Y ese mismo año Mención de honor en el I Concurso “Historias del Trabajo” de Fuentetaja, Finalista en el concurso Internacional de Microrrelatos de viaje Moleskin 2016.
Premio Internacional XI Certamen autobiográfico “Un Fragmento de mi vida” Asociación Mexicana de Autobiografía y Biografía A.C. 2016. México. Premio de novela Freeditorial, 2017.
Premio internacional de novela Freeditorial. 2017.
Finalista II Concurso Internacional de Cuento Breve TODOS SOMOS INMIGRANTES Benma editores, 2018.
 

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