ATILANO SEVILLANO -ESPAÑA-

<     >

PÁGINA 26

 

                   >

Natural de Argusino de Sayago - ZAMORA (España). Doctor en Filología Hispánica y Lcdo. en Teoría de la literatura y Literatura comparada. Ha sido profesor de Lengua Castellana y Literatura, Literatura Universal y Taller de Teatro en  enseñanza secundaria (ESO y Bachillerato).
            Imparte talleres de escritura creativa. Cultiva la poesía visual. Ha cofundado y codirigido la revista literaria salmantina Aljaba y las barcelonesas Poiesis y Cármenes. Colabora en diversas revistas literarias españolas y latinoamericanas. Es coautor del libro de texto Literatura española y universal (McGraw-Hill, 1999). Ha participado en  numerosas antologías  y obras colectivas.
Tiene publicados tres poemarios: Presencia indebida (Devenir, 1999) con prólogo del poeta  zamorano Claudio Rodríguez, Hojas volanderas – Haikus  (Celya, 2008) y  TRAZOS. Haikus y otro poemas breves (Vitrubio, 2020).
Hasta la fecha ha reunido sus  relatos breves e hiperbreves en cuatro libros: De los derroteros de la palabra   (Celya, 2010),  LADY OFELIA y otros microrrelatos   (Amarante, 2015),  Al pie de la letra. Microrrelato de la A  a la Z ( PiEdiciones, 2017) y Minificciones de diván (Piediciones, 2018). Es autor también del libro de aforismos ESQUIRLAS (Alhulia, 2020).
Fruto de la práctica docente del Taller de Teatro es su  MICROTEATRO. Piezas (hiper)breves para gente joven (Castilla Ediciones, 2021, col. Campo de Marte, núm. 10) y Teatro Mínimo (Íbera Ediciones, 2022). Se encuentra en proceso de ilustración su próxima publicación LAS CUATRO ESTACIONES. Haikus para jóvenes lectores.
 
Email: asevillano.ber@gmail.com
 Facebookhttps://es-es.facebook.com › atilano.sevillanobermuddez
Atilano Sevillano (@AtilanoBer) / Twitterhttps://twitter.com › atilanober
 

 

EL PROYECTO DEL PROFESOR 
                                                 
                                                                  
                                                                  La esencia de la ficción es el trabajo solitario:
                                                                                             la tarea de escribir, la de leer.
                                                                                                                      J. FRANZEN
           
 
I
 
            En la vida de cualquier persona llega el día a partir del cual ya nada será como antes. Ulises decidió desechar la ruta habitual y en vez de rodear decidió atravesar el campus por su paseo central. El sábado por la mañana el campus estaba sin gente. Ulises iba enfrascado en sus pensamientos camino de la consulta médica, sin embargo reparo en un bolso abandonado sobre un banco. No sin cierto temor se acercó sopesó el bolso y abrió la cremallera central y entrevió algún cuaderno, libro y efectos personales femeninos. Lo cerró enseguida y empezó a elucubrar: una joven, probablemente alumna de posgrado ha sufrido un robo y el ratero lo habrá abandonado aquí. Así que lo agarró con la intención de depositarlo en la comisaría más próxima atrochando por calles secundarias. Ya a la puerta de la comisaría cambió de parecer y se dirigió a su vivienda.
            Ya en casa tiró con suavidad de la cremallera central y por su enorme boca se vertieron diversos objetos que le parecieron incontables:  dos frascos, un neceser, algunos recortes de prensa, una revista literaria un libro, un manojo de llaves, un par de bolígrafos, un álbum pequeño de fotos…, pero lo que más le llamó la atención fue algo que parecía ser una agenda de formato libro, pero que en seguida comprobó que se trata de un grueso cuaderno de cubiertas rígidas de color azul petróleo.
             Ulises se dispuso a abrir el cuaderno azul petróleo y hojearlo en busca de algún indicio sobre la identidad de la joven. Indicio sobre su nombre y su apellido o su dirección. Se puso a leer las primeras páginas escritas con tinta negra y en segunda persona narrativa y descubrió que la desconocida era una aprendiz o aficionada a la escritura, pues lo leído parecía el comienzo de una novela. De hecho lo que leyó iba encabezado con el título "EL PROYECTO DEL PROFESOR"

 
II
 
            Te levantas temprano, no porque no tengas sueño, sino porque no tienes más ganas de dar vueltas en la cama. Se supone que a las ocho sales de casa y coges el autobús número tres que te llevaba al otro lado del río, muy cerca de tu Instituto de Enseñanza Secundaria. Trayecto que repites cada día laborable durante todo el curso escolar. Ya en el autobús lees atenta y abstraídamente un libro. Llueve, estamos a principios de septiembre y siempre llueve por estas fechas. Hace unos pocos días que has comenzado el nuevo curso escolar tanto en tu IES así como en el campus Miguel Delibes.
            Todo el mundo te tiene como alguien que ha consagrado su vida a los estudios y a la docencia; que es un docente vocacional y que se divierte enseñando. De hecho, la vocación te viene desde la pubertad y, sin duda, era de acero inoxidable; de ello dan fe ciento de tardes leyendo, paladeando y rumiando libros de poesía, narrativa, teatro, ensayo o de todo aquello que caía en tus manos. En la actualidad, a sus cuarenta y tantos años piensas que ya ha llegado la hora de no posponer por más tiempo tu proyecto, tu gran "proyecto".
            Es cierto que en los últimos meses del curso se te veía un poco raro, no parecías el mismo. Cada vez más ausente, más ensimismado, buceando en tus ensoñaciones, a menudo perdías la noción del tiempo. Mostrabas un aspecto especialmente desolado y silencioso.  Ese no era el profesor que los alumnos conocían y se sentían cada día más perplejos: a menudo te dejabas la cartera olvidada sobre la mesa, en ocasiones te pasabas más de quince minutos mirando hacia afuera del aula a través de la ventana, con la mirada ausente y, de vez en cuando, se te escuchaba decir en voz baja una sarta de improperios.
            El director del instituto, también filólogo, sabe cuán bueno eres -mucho mejor que él mismo-, compartías con él una vida de profesor tan meticuloso como predecible, nada inesperado, previsible. Sin embargo le había llamado la atención que desde hacía algún tiempo empezaba a notar en ti un cierto menosprecio a su entorno, a sus colegas, a sus amigos... y también habías cambiado su aspecto físico: te había dejado crecer la barba y el cabello, habías cambiado la montura de las gafas de un color café por unas azul chillón…
            El lunes habían comenzado las clases del nuevo curso escolar en el IES y no acudiste. Nadie sabía dónde estabas. En tu casa no habías dormido. En las primeras horas de la mañana del jueves el director recibió carta tuya.

Muy estimado señor director, querido colega Alberto Fernández:
            A estas alturas ya te habrás enterado de que no me he incorporado a las clases, y también sabrás que nadie ha podido encontrarme. Estoy bien. No me ha sucedido nada.   Tú  me conoces muy bien para saber  que esto no ha sucedido a la ligera, sino que ha sido largamente  soñado y meditado.  En el fondo siento muchos remordimientos de no haberme dispuesto antes a emprender mi "proyecto". Ya va siendo hora de redimir mi culpa. No sé cuánto tiempo me llevará. De momento abandono la enseñanza por un tiempo. Pronto te llegará la pertinente confirmación oficial. Ya sabes cómo funcionan las instituciones.
            Gran parte de mi vida ha estado ligada a ese instituto, a nuestro instituto, y estoy seguro de que lo echaré de menos, de hecho ya lo estoy echando de menos. Te agradezco la confianza que siempre has depositado en mí, y también te agradezco lo bien que hemos trabajado juntos. Ruego que me disculpes y encuentres pronto un sustituto y  me despidas de mis alumnos.
            Con la esperanza de que me comprendas y con los mejores deseos para ti y tu trabajo, te saluda, siempre tuyo,
                                                                                                                       Ulises Muñoz
 
III
 
            Ulises Muñoz se prepara, como de costumbre un tazón de leche, le agrega una cuchara de Nescafé y dos cucharaditas de azúcar. Este año el otoño llega adelantado. Está sentado, vestido con un chándal, en su pisito alquilado de dos habitaciones y servicios, abandonado a esos ejercicios de comenzar tu proyecto de segunda novela del que lleva ya tres años tomando notas. Debería al menos concretar los elementos esenciales de la misma: el género, el espacio y el tiempo, la voz narrativa, los personajes, el aspecto físico y psicológico de los protagonistas. Ha decidido que su protagonista será profesor de mediana edad que está intentando dar forma a una novela acerca de un profesor de lengua y literatura parecido a él.  Ulises le vino a la cabeza y de le había quedado grabada para siempre la siguiente reflexión: "Ahora bien, aunque el protagonista se asemeje mucho a ti, no debes ser tú; pues de lo contrario, tu novela sería autobiográfica y ello, tanto por tu consabido pudor natural como por tu timidez, no sería viable. Aunque, es bien sabido que todo escritor habla de sí mismo. Habla de lo que conoce, o más bien de lo que quiere conocer."
            Ulises ha dado su paseo de la mañana, ha dado tu paseo del atardecer, apenas si ha comido algo, ha pensado en algo, ha escrito algo, ha echado una siesta y también has soñado algo, y pese a todos esos "algos", sigue sin tener nada. Sigue matando una hora o todo un día. No de forma fortuita o sin proponérselo, sino premeditadamente: el asesinato premeditado de los minutos y de las horas. Se trata de una violencia que viene de una combinación de rendirte, de que no te importa nada y de resignarte. De manera que matas las horas y el día. No trabajas, no lees, no te entregas a ensoñaciones. Es bien sabido que hay situaciones en que el aburrimiento debido a la repetición, alarga el tiempo y el espacio.
            Hoy es sábado y, como todos los sábados, tras su divorcio debe acudir a la cita  con el psicoanalista el Dr. Alejandro Oreja  de 10 a 11 h. Nada más recostarse en el diván le contó la historia del bolso y le pidió ayuda.  Disculpe, susurró el doctor ¿Sólo tiene un bolso y un nombre de pila, pero no sabe su dirección y, sobre todo, no tiene una foto suya? Pero, señor Muñoz, usted me dice que lo encontró en el campus, pues entonces empiece investigando entre sus alumnas. Me gustaría encontrarla, le interrumpió Ulises. La única pista que tengo es su nombre de pila, aparece en la página de respeto del libro que encontré también en su bolso. Se trata de "Tren nocturno a Lisboa" novela del suizo Pascal Mercier, publicada en 2004. Sí, señor Muñoz se trata de una obra de crisis existencial, de búsqueda filosófica y reflexión política. Sin duda muy interesante.
 
 
IV
 
            Parece que hablas, pero no eres tú quien habla de ti, y no es de ti. Él es quien te contaba historias acerca de ti. Te abrumaba con historias. No sabes cómo ocurría eso. Has cortado con el Dr. Oreja, tu psicoanalista y psicoterapeuta. Tras haberlo frecuentado con asiduidad durante más de tres años, te encuentras peor que antes. Aún no se lo has comunicado al doctor, pero tu decisión es irrevocable.
 

            Piensas que todo esto te viene de cuando un día en la consulta comenzaste a imaginarte a alguien que no eras tú. Que se parecía en algo a ti, pero que no eras tú.  Sentías una incontrolable necesidad de fabulación. Entonces te pusiste a hablar de él en la siguientes sesiones jugando a inventarte un personaje. Será que el ser humano necesita ficciones; constantemente transformamos la vida en historias. Quizá la necesidad de fabulación sea mi alidada y me pueda ayudar en tu "PROYECTO".            Te hallas sentado al pie de la cama intentando hacer planes. Se supone que te has encerrado porque tienes un propósito y no precisamente girar en torno a una cama. El año sabático que te has tomado de la enseñanza secundaría tiene un objetivo irrenunciable: el "proyecto", el reto personal de escribir la novela. Suenan un murmullo de voces en tu cabeza. Te viene la imagen de tus diferentes yos: el niño, el joven estudiante universitario, el esposo, el amante, el profesor…

 

 

 
V
 
            La vida de cualquier persona está llena de hechos impostores, hechos que es injusto que se hayan producido en esa vida. Hace ya dos años que mi exmarido se fue de casa. Antes hablábamos por teléfono, pero hasta eso lo hemos dejado. Le he escrito, he hecho todo menos ir hasta nuevo domicilio, que es algo a lo que me niego. Es verdad que no he podido evitar pensar en él, que andaba últimamente perdido en el arte del sufrimiento y de algún modo alquimista de su propia angustia secreta.
            Yo a Ulises lo conocí desde que éramos bastantes jóvenes, Pasamos las nuestras. Lo verdaderamente difícil vino después, ya casados, cuando él comenzó a prepararse las oposiciones de profesor de enseñanza secundaria. Ulises daba clases por las mañanas y pasaba las tardes en casa. "Si no hago oposiciones ahora -solía decir Ulises a todo el mundo-, ahora que no hace mucho que acabo de terminar la carrera, luego siempre será tarde." Ulises rehacía sus apuntes y leía ávidamente y preparaba la dichosa Memoria. Yo cuando regresaba a casas tras las ocho horas en la oficina intentaba mantenerme en silencio hasta la hora de la cena.
            Ulises no paso el tercer ejercicio. El fracaso le sentó como una ducha helada, tendría que pasar un año más en el colegio privado. " No te preocupes, ha sido mala suerte, te presentarás la próxima vez la aprobarás." "Olvídate del fracaso, acaso no conoces a gente que llevan decenios en la enseñanza no pública."
            Comenzó otro calvario por la cuestión de los libros, pues la casa fue llenándose con toda clase de libros que al principio Ulises conseguía en librerías de segunda mano a las que iba sin faltas cada dos tardes con cualquier pretexto o amigo. Venía cargado con ediciones raras por lo general de poetas más bien desconocidos que aseguraba que los había conseguido por un precio bajísimo y trataba de convencerme que con el tempo valdrían mucho más como ocurre con los cuadros. Le digo que se deshaga de aquellos  repetidos. Otro tanto le pasa con los suplementos literarios de los periódicos que también los va coleccionando con esa obsesión que tiene por todo lo impreso.
            Creo que Ulises y yo, en el fondo, nos odiamos y que el odio es nuestro verdadero e inconfesable secreto. Los últimos años de convivencia estuvo muy poco comunicativo,  apenas me dirijo la palabra, no me hacía partícipe de su mundo. Cuando muy de tarde en tarde nos encontramos en la cama, lo hacemos con la misma indiferencia con la que hablamos o nos relacionamos
            He de reconocer que tenía poca fe en su talento literario y pensaba que más bien le valdría centrarse en publicar artículos académicos que le pudieran llevar a dejar de ser un profesor asociado de la universidad y pasar a ser un profesor titular de la misma.   También se ha de reconocer que después de escribir la tesis doctoral sobre la poesía de su paisano, el zamorano Claudio Rodríguez, desde entonces, y de esto hace más de una década, no ha publicado nada nuevo de tipo académico.  Es verdad que se lo reprochaba a menudo.
 
 
VI
 
            Acudes puntual todos los martes, desde hace más de una década a la tertulia "El Porvenir", que cuatrimestralmente edita una revista literaria con el mismo nombre. Te consideras el más normal del grupo y el que menos finge en esa peculiar fauna. Ambrosio, uno de los miembros de la tertulia, prácticamente cada mes empezaba un nuevo libro para dejar de escribirlo al cabo de unos días.
            Angélica, una de las dos mujeres de la pléyade, gran lectora de la que se rumoreaba que sólo hacía el amor con escritores, con la esperanza de dar a luz a un libro.
            Alejandro, flacucho, con barba y pelo largos, balbuceaba sonetos y elegías.  Afirmaba que él no era el autor de los textos sino que una voz se los iba dictando. Anastasia solía llegar la última a las tertulia siempre acompañada de su aureola de ninfómana y de educción exquisita, que en su esplendorosa juventud se ufanaba de haber compuesto una colección de poemas breves, que eran auténticas confesiones eróticas. Algunos martes hacia su aparición Óscar ya avanzada la tertulia, generalmente ebrio, pero manteniendo una trayectoria rectilínea. Confesaba que no podía escribir sin haber bebido y llenaba página y páginas que se revelaban ilegibles cuando, ya sobrio, al día siguiente las revisaba.
            El más joven de todos era Adán, que todavía no ha escrito nada y que no sabe la suerte que tiene de no ser todavía escritor. Está convencido de que para convertirse en escritor basta con quererlo; creía que la intensidad con que deseara algo podría terminar produciéndolo, que cuanto más fuerte lo deseara, más fácil sería conseguirlo.  Y, de ese modo, vive feliz.

 
VII
 
             Ulises Muñoz nada más llegar a su despacho de profesor asociado de la universidad repasa las listas de sus alumnos con la remota e improbable esperanza de que alguna de sus alumnas se llamará Beatriz. Algo más tarde se dirige a la secretaría del departamento de Literatura Española y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada a fin de consultar el listado de todos los alumnos matriculados en algunas de las materias impartidas por el departamento con el pretexto de una investigación sobre con el pretexto de una investigación sobre "La construcción sociocultural del género".
            Quince minutos después la secretaria le entrega el listado completo con las correspondientes fichas. Mas ninguna de las tres jóvenes universitarias cuyo nombre de pila era Beatriz respondía a la imagen que de la joven había encontrado en el pequeño álbum.
         La hora libre que aún le faltaba para impartir su próxima clase la llenó con la lectura del cuaderno azul petróleo de la joven Bea.  Leyó y releyó   el encabezado de la segunda página: "EL PROYECTO DEL PROFESOR" y pensó que el mero título no prejuzgaba nada, pues textos que responden a ese título eran de fácil coincidencia.  Pero a medida que proseguía la lectura se iba sintiendo cada vez más y más perplejo. Una vez leídas casi las cinco primeras páginas se percató de que lo que leía se correspondía palabra por palabra con el comienzo de la novela que él mismo estaba intentando pergeñar. A partir de ese momento le asaltó la duda de si entregarse de lleno a su labor detectivesca o centrarse en la escritura de su novela, que al final vendría a ser lo mismo. Tanto lo uno como lo otro le exigirían todo su esfuerzo y empeño.
 
 
                                                                                               Relato de
Atilano Sevillano