J. AZEEM AMEZCUA -MÉXICO-

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PÁGINA 23

 

Licenciado en Diseño Gráfico. Maestro en Comunicación para medios Virtuales. De los 15 a los 18 años escribio algunos cuentos y poemas. A los 18 años empezó un grupo de escritores amateur llamado Anominis, activo por más de tres años. Participante del NaNoWriMo desde el 2020, con tres retos terminados. Tiene cuentos publicados en la antología “Hoja en Blanco”, “Antología 21-1” y “Antología 21-2” de Kanon Editorial, antología “Necroeroticón” de Penumbría y Diversidades, antología “Todo lo Fragil” de Oxymoron Editorial, “Antología de Terror Vol. 2” de Lebri Editorial y la antología “Cuando no hay nadie aquí” de ITA Editorial. Tiene cuentos en blogs y revistas digitales como: Revista Palabrerías, Cósmica Fanzine, Itinerantes de Revista Anacronías, Revista el Nahual Errante, Revista Aeternum y Revista Kutral. También una novela publicada en Lektu titulada “Travesías del joven alquimista”. Dedicado a otras artes como la música, el dibujo, el tatuaje, no ha faltado constancia para la escritura. Con H. P. Lovecraft, Stephen King, y sobre todo Carlos Ruíz Zafón entre sus escritores favoritos, aspira a ser un escritor novelista de suspenso y terror.
 
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POR LA CURIOSIDAD DE LO OSCURO

 
 
Consciente de que las bibliotecas esconden muchos tesoros, Ruth con gusto por ambas disfrutaba mucho de sumergirse entre pisos y pasillos de libros buscando los mundos más extraños y la riqueza entre las palabras.
 
Ya conocía la BEA (Biblioteca Enigmática Abandonada), un lugar pequeño que el gobierno puso en un edificio viejo del centro histórico para para satisfacer a una pequeña población con gusto por las lecturas oscuras o poco usuales. Ella todavía no exponía todos los secretos que tenía. Fue así que finalmente encontró un manuscrito que completaba un rompecabezas que llevaba dos años armando. Aunque el lugar no parecía ocupar mucho, había recibido cientos de donaciones que nunca fueron catalogadas, solo arrojadas a sus pisos y estantes. En un accidente con una columna de libros desenterró el “Tratado y mapa de religiones alternativas”. El libro había sido prohibido en muchos países, provocando la extinción de casi todas sus copias. No era el libro que buscaba Ruth, pero si donde encontró la ubicación del lugar al que quería ir.
 
En sus estudios esotéricos y de diferentes cultos había aprendido que muchos de ellos escondían además de mitos y leyendas, importantes tesoros que la gente no se había atrevido a desenterrar por miedo a contraer una maldición. Sabía que era cierto, la posibilidad estaba al alcance, pero también sabía cómo defenderse de la mayoría de ellas. Por eso había elegido como pasatiempo y misión personal dedicarse a encontrar uno en particular, el culto del ciervo, así como su iglesia matriz. Ya tenía casi todos los datos, está había surgido al noroeste de Grecia, pero no sabía exactamente en qué pueblo o comunidad, el tratado tenía una descripción muy precisa de ese lugar. Sin embargo, a pesar de ya contar con la información necesaria, sabía que había mucho peligro de hacerlo, no solo por la poca comunicación que tendría ese pueblo, también por el tipo de fuerza que debía atraer, eso sin contemplar aún el gasto económico y de tiempo que podía representar. Alejarse de su familia y su novio por mucho tiempo daría la pauta definitiva de intervención que necesitaban para encerrarla por sus extraños gustos por lo oscuro.
 
No estaba segura de que podía hacer, estaba casi dispuesta a dejar su proyecto después de haber encontrado el libro. Anteriormente, ya había cotizado un recorrido para intentar encontrar el pueblo con otras referencias, aunque tener la ubicación exacta reduciría mucho el costo, aún no era suficiente.
 
Entonces, como si fuera un milagro o el destino, su novio le ofreció de regalo un viaje en crucero, que partía en Grecia. Desde tiempo atrás ella le había platicado sus ganas de viajar, de salir del país, de conocer ese país de dioses y mitos, nunca comentó su verdadera intención, la búsqueda del tesoro del culto del ciervo. Para Ruth, la sorpresa tuvo una carga fuerte de terror, la iglesia parecía estar atrayéndola, lo cual no podía tener un significado positivo. La única forma de saberlo, sería yendo al pueblo.
 
Aunque de Kavala —el lugar donde partía una pequeña embarcación que los llevaría al crucero— el punto donde quería ir no estaba tan cerca, esperaba encontrar la forma de ir ahí una vez que aterrizaran. Ya que el viaje en autobús del aeropuerto al punto de recogida duraba varias horas. Parecía un viaje complicado, solo era lo normal con el adecuado ajuste de presupuestos. Ruth le ayudaría a su novio con los gastos hasta que regresaran, sobre todo hasta tener el tesoro, mientras sabía que a pesar de las rutas y procesos, no era un viaje barato. Ella solo pensaba que valdría la pena de alguna forma.
 
Como si aún fuera llamado misterioso, todo se acomodó en un accidente más. Tomaron el camión en el aeropuerto, ella aún no contaba con la solución para desviarse al lugar deseado, entonces en una parada técnica fue abandonada. Su novio no se dio cuenta por estar dormido a causa de la diferencia horaria, y ella no pudo contenerse por lo pequeño de su vejiga. Sola, en un país extranjero donde no entendía ni una palabra, en un punto del mapa que era poco común. El escenario era el peor que se podía imaginar una chica de veinticuatro años, la mayoría de riesgos mortales que se había imaginado estaban acomodados en un panorama de muchas probabilidades. Pero también estaba la posibilidad de encontrar lo que deseaba. Después de estar un tiempo parada sin rumbo y solo con una pequeña mochila, el destino decidió por ella, una camioneta ofreció acercarla, creyó entenderse con la persona que la llevaría al siguiente punto de parada donde debería ver al camión, pero no fue así. La obligaron a bajarse al entrar en un pequeño pueblo en medio de mucha vegetación que rompía el paisaje seco que había visto desde que aterrizó. La camioneta no seguiría más.
 
No había mucha gente en la única calle principal que se dibujaba misteriosa y oscura, aunque en las novelas y la imaginación eran de su gusto, en vivo no tenía la misma perspectiva. Aún así le atraía el encanto romántico de las casas y edificios. El primero en el que puso atención, y el último donde terminó el recorrido de su mirada era un hostal. Al no ver más gente, se le ocurrió pedir ayuda ahí. Podía intentar llamar a su novio o buscar otro transporte.
 
Entró y observó que la arquitectura era muy apegada a lo que pensaba como la casa de sus sueños. Un recibidor con una mesa de mostrador que apenas entraba en el pasillo fue la bienvenida. No había nadie atendiendo pero podía ver el teléfono sobre la mesa. Dudo si hacer la llamada sin consultarlo antes cuando un hombre apareció por el corredor para asistirla. La persona le generaba una neutralidad extraña, no quería confiar en él, cómo tampoco sentía ganas de escapar. Era el dueño del hostal, quien hablaba diferentes idiomas, así que se pudieron entender suficiente para que Ruth hiciera la llamada al número de celular que habían comprado en el aeropuerto y que cargaba su novio. Con la llamada estaba decidida para ir de inmediato a retomar el recorrido turístico, pero entre la insistencia de su novio y lo atractivo del hostal para ser explorado, decidió pasar ahí la noche y salir temprano hacia el hotel donde debería llegar a dormir. Tenía tiempo suficiente antes de que el crucero partiera.
 
La habitación donde se instaló debería ser compartida, pero no había muchos huéspedes en el hostal, por lo tanto, podía tener todo un piso para ella sola. En un cuarto de sueños gótico, sacó los libros y apuntes que tenía respecto al tesoro que estaba buscando. Desde un gran ventanal podía ver una iglesia en la cima de un monte que le atraía. Algo coincidía de la vibra del pueblo, del paisaje y hasta del hostal con toda la investigación que había realizado por tanto tiempo.
 
El sol todavía no terminaba de esconderse para dar paso a la luna, así que Ruth decidió caminar un poco por el pueblo. Tenía el tratado obtenido en la BEA en sus manos cuando abandonó la habitación del hostal y descendió la escalera llena de sombras para llegar al recibidor de la casa. Cada paso llegaba un impulso para su instinto de que algo no iba como debería ser, pero no tenía forma de interpretarlo.
 
Estaba decidida a acercarse a la iglesia cuando llegó a la recepción. Algo que quizás fue tan obvio que otro huésped le intentó hacer una advertencia mientras pasaba a su lado —A la iglesia no— dijo en otro idioma que ella no entendía —a la iglesia no, ni siquiera a su monte, ni siquiera a su reja— gritando ésto último subió para dirigirse a su habitación. Confundida y un tanto aterrada al no comprender que pasaba se quedó paralizada un momento sin decidir salir o también subir y encerrarse. El encargado la salvó una vez más traduciendo las palabras del huésped.
—Él lleva varios años viviendo en el hostal, y muchos más en el pueblo, tal vez hasta es de aquí, nadie lo sabe. Pero es cierto que esa iglesia es tenebrosa y lleva mucho tiempo cerrada.
 
Con una falsa promesa de no acercarse, Ruth dejó el hostal para conocer las pocas calles que componían el pueblo. En ese momento del sol ya quedaba muy poco. Había pocas tiendas que desde la fachada parecía que no solo no encontraría ropa de moda, quizás ni siquiera encontraría comida fresca por lo antiguo que lucía todo. Mientras observaba las fachadas, la banqueta, los faros recién encendidos, podía observar ciertos símbolos que le recordaban algo peligroso, algo prohibido. El libro en sus manos no le hablaría lo suficiente al respecto, aún así lo abrió para buscar alguna página que le diera las respuestas que estaba buscando. No conocía del todo la pregunta, solo la intención. Ruth estaba segura de que quería encontrar un gran tesoro, tener una aventura. Lo que no estaba segura en ese momento era sobre el llamado de su corazón. Eran fuerzas opuestas, una la jalaba para abandonar el pueblo, aunque fuera caminando sin rumbo hacia la nada, mientras la otra la adentraba en las calles. Ganó la segunda. Casi sin darse cuenta estaba parada en la reja que protegía de invasores a la iglesia, aunque podía ser al contrario y ser una protección para lo que se esconde adentro.
 
Del otro lado de los barrotes —oxidados en su mayoria— era capaz de observar un cementerio, con tumbas y cruces de todo tipo, también viejas como todo lo demás. Al fondo de un camino casi oculto por la maleza se alzaba la iglesia con altas torres que terminaban en punta, y un nido incontable de gárgolas que parecían revivir con los últimos rayos del sol. El sobresalto que tuvo Ruth no lo ocasionó ni la arquitectura, ni lo desconocido, ni las tumbas. En sus manos tenía abierta una página del libro que había ignorado en sus primeras revisiones, después de la explicación con la ubicación del culto que estaba buscando, un símbolo dibujado era espejo del que veía grabado en la entrada principal del terreno. Una circunferencia con complicados trazos y líneas. La leyenda que había estado buscando estaba ahora frente a ella, olvidó a su novio, las advertencias del huésped o el encargado del hostal, olvidó incluso esa parte de su instinto que le rogaba correr.
 
La puerta de la entrada estaba abierta. La lógica le decía que era por las personas del pueblo que asistían a visitar las tumbas, pero el corazón le decía que ningún ser querido de alguien cercano debía estar ahí. Ruth creyó comprobarlo rápido porque desde las primeras tumbas se podía ver aún con la sombra símbolos raros, no era solo alfabeto griego como se esperaría. No era capaz de entender esas palabras, pero con sus estudios esotéricos, al menos conocía bien la forma que debían tener esas letras.
 
Siguió subiendo por la vereda hasta la puerta de la iglesia, notando otro tipo de anomalías, como la falta de cruces en las tumbas y dentro de lo más espectral, la ausencia de fauna de cualquier tipo. El clima seco debería tener al menos algún insecto merodeando, pero no había nada, ni entre los matorrales, ni en el espacio aéreo.
 
La puerta de la iglesia era alta y pesada. Los grabados artesanales en cada centímetro de su superficie era un tesoro por sí mismo, aunque sería imposible cargar con algo así, además la historia que se dibujaba no encajaba con la investigación que había hecho del culto. Seguían apareciendo señales que no deberían existir, sin embargo, no se contuvo en cruzar el gran portal sin saber, menos aún esperar lo que estaría del otro lado.
 
La primera impresión fue de admiración. No había bancas adornando la gran explanada, pero había columnas y antorchas. Se arrepentía de no tener más luz que un tenue brillo de su celular —que no tenía nada de señal, y no hubiera funcionado por estar en otro país, pero aún tenía sus canciones y la lámpara—. Podía analizar superficialmente más figuras en las columnas, más símbolos extraños. Fue hasta que llegó al altar que lo entendió todo. Parecía un altar normal como en cualquier otra iglesia, pero la reliquia de adoración era un cuerno como de cabra, guardado tras una vitrina sin nada de descomposición daba ciertos toques que lo hacían utilería, Ruth sabía que era real, y que no le había pertenecido a una cabra. Así como en otras religiones se erigen los templos sobre restos mortales de profetas y santos, esta iglesia hacía lo mismo.
 
No encontraría ningún tesoro ahí. Cuando finalmente abrió los ojos e intentó correr hacia la salida y correr del pueblo para siempre, ya era demasiado tarde. Un monstruo se materializó entre el altar y la puerta impidiéndole el acceso. Fue un gran momento de desesperación, de terror, incluso de inocencia rota, seguir tonterías esotéricas era un escape de la realidad, no su verdadera meta, no su verdadero final.
 
Intentó ver a través de la criatura de dos metros de alto que le ponía atención con sus brillantes ojos rojos. Reflejo inhumano de la luna filtrándose por el techo desgastado de las cúpulas. No pudo esconderse de eso. Como si se quisiera comunicar el monstruo fijó su mirada, entonces extrañas picaduras recorrieron su piel como si ese fuera su idioma. Acompañado de un eco desgarrador en su mente.
 
Ruth no entendía palabras de ese ser, sin embargo, algo en el recorrido punzante de su piel le decía las intenciones del monstruo. Su intención era la de ofrecer un trato a la chica, un tesoro o un deseo, cualquier cosa que fuera su elección estaría al alcancé de la petición de su corazón si le hacía un favor. Detrás del altar, bajo la vitrina con la reliquia se abrió una puerta a través del muro de piedra. Antes no había ni siquiera un dibujo tenue de la existencia de esa puerta. El trato parecía sencillo, descender por una pieza que el demonio buscaba y volver con ella. Dudaba demasiado de aceptar la oferta, porque desde su perspectiva no tenía opción.
 
No fue necesario elegir un camino porque justo cuando el monstruo señalaba con su garra el fondo de la iglesia, la puerta de la entrada se abrió. Su novio estaba ahí, solo, dispuesto como un héroe para salvar al mal intento de bruja que tenía como pareja. La criatura repleta de furia por la intromisión flotó con una velocidad imperceptible para los ojos de Ruth y arrastró hacia el techo a su novio. Cada diente del hocico del monstruo se convirtió en una poderosa aguja que destrozó la carne del joven. No duró mucho tiempo.
 
Privada por un instinto de supervivencia y con la mente bloqueada por el trauma de la sangre y el horrible ser que aún volaba sacudiendo con alas de murciélago el polvo acumulado por cientos de años, aprovecho cada segundo para correr hasta la salida. Sus pasos fueron sonoros, así que el demonio no perdió oportunidad, dejó caer el cuerpo del novio con en nulo valor que ahora representaba y voló hacia la chica. Ella solo pensaba en no desaprovechar el sacrificio, haría que valiera la pena como nunca antes lo había hecho con algún regalo que él le hubiera dado, como el viaje.
 
En su corazón brillaba la esperanza, quizás fue eso lo que ayudó a que su pies corrieran más rápido de lo que el demonio volaba, porque lo logró. Llegó a la puerta y salió instantes antes de que el monstruo la desgarrará como a su novio. Sin pensarlo y actuando por instinto cerró la puerta con una fuerza desconocida, y presionó. Creía que todos los símbolos extraños que había visto en las tumbas, en la reja, en la puerta e incluso dentro de la iglesia tenían la misión de mantener encerrado a ese monstruo, a salvo de toda la humanidad que no estaba preparada para conocer la existencia de ese tipo de seres destructivos y hambrientos. La gente del pueblo seguro lo sabía, el huésped del hotel y el encargado. Ruth se sintió muy mal recargada en la puerta, como si su espalda fuera la pieza necesaria para evitar que el demonio salga. Debió elegir un destino nacional de viaje con su novio, debió mantenerse alejada de todas esas cosas que tanto le molestaba a sus papás, debió hacer muchas cosas diferentes pero ya era demasiado tarde.
 
En el momento en que sintió que ya no sintió ninguna fuerza empujando del otro lado de la puerta, descendió por la vereda con prisa, quería no solo correr de la iglesia, quería desesperadamente huir del pueblo e incluso del país. Cruzaban muchas ideas en su cabeza, no tendría palabras para explicar lo de su novio, sabía que no encontraría apoyo en el pueblo. Fue por lo abrumado de su mente que tardó en darse cuenta que las tumbas ya no estaban al pie de la iglesia donde deberían, que no había maleza y que incluso en la franja del horizonte ya no estaba el pueblo.
 
La perspectiva obligó a Ruth a frenar en secó, no alcanzaba a comprender que estaba pasando. Quería que fuera un sueño, tal vez ni siquiera había salido de viaje, sin embargo, la realidad era otra. Ella conocía algunos símbolos, había estudiado suficiente para tener una teoría de dimensiones e infiernos, para asimilar que había pasado en la iglesia y que tipo de lugar era, la suma de líneas telúricas que ahí nacían. Un aullido estruendoso retumbó desde el cielo haciendo un poderoso eco en la tierra, por puro instinto se agachó y observó un monstruo de largas alas parecido al que devoró a su novio. El pánico la inundó otra vez, reemplazando por completo la confusión del lugar donde se encontraba. Se puso peor, detrás de ese ser volador se podía observar toda una legión de ellos, ángeles oscuros o algo indescriptible.
 
Regresó apresurada hasta la puerta de la iglesia, enfrentar a una criatura tendría que ser más fácil que hacerlo con dos o más. Parecía una idea fácil en su cabeza, así que empujó la puerta con fuerza, en está ocasión para abrirla, pero no fue posible. Alta y pesada era imposible para su proporción hacerlo, no se imaginaba como lo había logrado antes. Otro aullido vibró desde el cielo, aunque aún no la perseguían esos seres, estaba consciente de que no faltaría mucho para que notaran su presencia.
 
Corrió hacia un costado, siguiendo el muro de la fachada para encontrar el final de la pesadilla. La pared estaba destruída y del otro lado no había nada. Fue capaz de llegar incluso hasta la puerta para ver el otro lado. Todavía no era capaz de moverla, ya no fue capaz de hacer nada más. Se dejó caer y espero que el destino que tanto la había motivado con ilusiones llegara por ella otra vez.
 
J. Azeem Amezcua