MARÍA DEL CARMEN MARTÍNEZ SANDOVAL -MÉXICO-

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Amante de saber, en un conocimiento compartido interactúa entre la docencia, la literatura y la cultura. Su primera publicación Mojándolo todo es impulsada por Ed. La Tinta de Alcatraz.
Desde 2015, publica ensayo, poesía y narrativa, cada quince días como colaboradora de poderedodemex en su columna Tejiendo Palabras, antes Capital Toluca. Coautora del Libro Ética y Educación e Identidad Docente: construcción, desarrollo y consolidación. Con el fin de impulsar la educación, literatura y cultura es locutora de Radio Magic Internacional y Cabina 11 con el programa Charlas de café, literatura y otras cosas.
 

En coautoría con las alumnas de sexto semestre de la Licenciatura en Educación Preescolar de la Escuela Normal del Estado de Querétaro, mediante el curso Producción de textos narrativos y académicos, realizando un proyecto de antología con el objetivo de contar historias que merecen ser escuchadas, para conectar con las que aún no pueden alzar la voz y sensibilizar al lector interesado, además de demostrar brevemente diferentes competencias escritoras adquiridas en el curso.
 
AUTORAS PARTICIPANTES EN LA ANTOLOGÍA DE NARRATIVA DE TRINANDO SÉPTIMO ANIVERSARIO
 
En la Antología de Narrativa se presentan 34 relatos de igual número de autoras, estudiantes de la la Escuela Normal de Querétaro, México. El cuento publicado corresponde a la Maestra titular del curso optativo «Producción de textos
narrativos y académicos»
 

¡POR CABRONA PUTA!

 
A las mujeres
que son bien cabronas.
 
Deseoso de poseerla, la llamaba, le enviaba mensajes, canciones, emoticones. Ella terminó aceptando las atenciones, salidas, paseos, los espacios compartidos; se sintió fuera del marasmo de la muerte de su madre, de su divorcio, del abandono de su hijo y de la adicción por el trabajo.
El susodicho no se perdía las conexiones por WhatsApp, Facebook y llamadas. Al inicio ella vivió privilegiada el universo de alguien: se sintió querida, cuidada, rescatada de la soledad. 
La mujer se permitió las escapadas a la vida sin descuidar su existencia. Procuró convivir con el fulano alternando con su casa, profesión, amistades e intereses personales. Atrapados por la pandemia, la comunicación virtual la absorbió en los grupos de la web para mantenerse vinculada con el trabajo y la familia a distancia. Este hecho determinó la exasperación del otro en línea, convirtiendo su mente en un torbellino de infidelidades.
La celotipia empezó a hacerle jugarretas recrudecidas por el alcohol en su cabeza, diciéndose:  ―Por qué se la pasa en línea? ¿Con qué tipo habla que no me contesta? Seguramente tiene otros «quedes» y a mí me ve la cara, por eso se conecta hasta de madrugada. Mañana, tarde y noche, ¡en visto o ni siquiera leídos mis mensajes! ¡No soy prioridad! ¿Cuántas veces me habrá visto la cara, la muy cerda? ¡Maldita ninfómana! Piensa que soy pendejo, pues no, ella me hace pendejo. Seguramente el marido por eso la dejó, ¿Quién sabe con cuántos le habrá puesto el cuerno?
El susodicho no perdonaba que fuera una de tantas en su vida jugándole chueco. ―Es el colmo, cuánto cinismo, qué descaro de esta que se creé una dama con aires de grandeza, que muy responsable, que dizque «señora decente» ―¡Mis güevos! ―Profesionista con título de ramera. 
Ante la frialdad de ella, su furia se desató en mensajes ofensivos, en llamadas burlonas y amenazantes usando evidencias de su relación. Los quemadores celos del fulano lo llevaron a la venganza, a cobrarle todos los mensajes no contestados, a su indiferencia, a los bloqueos, a los límites impuestos por la hembra.
La mujer optó por no sentirse intimidada ante las amenazas. Decidió continuar construyendo un amor en su interior: querer su día, valorar el aquí y el ahora, vivir con ella, por ella y para ella.
Su heroicidad se vio truncada la noche que, bajando del auto, el borracho la esperaba ebrio de ira.  Abstraía en su cosmos, no lo sintió acercarse, cuando reaccionó, el primer dolor lo sintió ardiente en su vientre bajo, después en los pechos bañándose de húmeda sangre que brotaba incontrolable.
No supo más, no supo del hombre que la atacó, ni del vecindario horrorizado ante la escena, no supo de la llegada de la gente, de la ambulancia, menos de la policía. No supo cuando llevaron su cuerpo inerme a la morgue, ni cuando la identificaron, tampoco del sufrimiento de los suyos, ni del fulano que siguió rumiando, se lo merecía, ¡Por cabrona puta!