NÚMERO 7  - MARZO DE 2016  - DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITORA COLOMBIA: PATRICIA LARA 

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SOMBRILLAS AL VUELO

Portada de Sebastián Romero Cuevas

 

MÁSCARAS

 

 

Exordio

Sorpresivamente, hará algunos dos años, mandé hacer algunos carteles para promocionar un campeonato de microfútbol, organizado por nosotros en el barrio; cuando me entregaron el trabajo tipográfico, lo hicieron en una hoja doble de un extraño y nostálgico periódico. Considérese, pues, que Máscaras, el título del periódico, es un magnífico documento, original y humilde al lado del monopolio oligárquico de los grandes periódicos, y porque encontré en él una exquisita magia, decidí desde el momento inicial de tenerlo en mis manos, rescatarlo, al menos, para mis propias inquietudes, y teniéndolo como personaje principal del presente trabajo, decidí elaborar y recrear en estas páginas algunas de mis posibilidades interiores, sin dudar que lo más importante será la trascripción de Máscaras, utilizando, paras ser fidedignos al máximo, la tecnología de las computadoras, muchos años después de haber escrito el borrador original en la máquina portátil Rémington que me compré, con el auxilio de mi madre, para arroparme con las ínfulas de escritor escurridizo y proletario.

 

Descripción.

En la primera hoja doble de tamaño tabloide, de color amarillento y con un recóndito olor a guardado de tinta y papel por estos largos años, aparece el encabezamiento en letras minúsculas (bajas) de un centímetro, que discurres a través de las  tres columnas en que ha sido dividido el periódico. El encabezamiento dice: Sentencia de 200 años de prisión para Efraín González. Debajo aparece una línea delgada a todo lo ancho, y debajo de ésta, el nombre del periódico al lado izquierdo, en letras mayúsculas (altas) de dos centímetros: MÁSCARAS. Al lado derecho, entre líneas horizontales aparece lo siguiente: Valor 0,40. Más abajo, también entre líneas horizontales de lado a lado aparecen los presentes datos, que al igual que todo el periódico, trato de transcribir al pie de la letra en tipo de fuente distinta, anexando algunas consideraciones, notas y fantasías mías, que por lo regular al pie del texto fiel de Máscaras van en paréntesis, o que se especifican de manera tal para que puedan ser comprendidas.[1]

Director: Rafael Lugo (¿?) – Redactor: Alfonso Lugo – Bogotá D. E. 1965. (Por aquel entonces, la capital era Distrito Especial.) – Registrado en el M. de G. bajo el No 9109 para libre C No 6344.

En la primera columna aparece un título dividido en dos renglones, con letra minúscula de tres milímetros: Su biografía y Muerte, debajo de una raya que atraviesa la columna.

Trascripción fiel:

HONRAS FUNEBRES

 

Por el eterno descanso del alma de Efraín  González Téllez.

Muerto en Bogotá el 9 de junio de 1965.

Tendrán lugar el día sábado 19 de junio del prnsente (sic.) a las 10 de la mañana en la

Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá.

Se invita atentamente a orar por el eterno descanso de su alma y pedir perdón y misericordia del Señor a pesar de sus pecados.

 

_____________

 

Nota: Copia del cartel que fue profusamente fijado en todas las esquinas y en las puertas de la catedral Basílica de Chiquinquirá, siendo extraordinariamente concurrido este acto Sagrado no alcanzando a caber toda la concurrencia en el templo.

(Posiblemente este número de Máscaras haya sido publicado a finales de junio de 1965)

 

1-

Las naves de la basílica atiborradas de feligreses y parientes que ostentan sus nexos visibles con Efraín González. Los ojos desmesurados que en medio del calor humano de la cáfila, observan incrédulos hacia las columnas tratando de establecer la realidad, de satisfacer su propia curiosidad, empinándose entre las ruanas y los pañolones para ver el féretro con el cuerpo del bandolero, tratando de descubrir el enigma de su existencia.

Y la gente siente como propio, muy adentro, esa admiración por alguien que luchó denodadamente contra algo, y su presencia en el sepelio, no es más que ese tributo de asolapada gratitud de alguien que luchó contra el establecimiento y sobre quien se tejieron historia increíbles, más allá de la fantasía.

I-


En las treguas que se concedieron a Efraín Gonzáles Téllez para que saliera de su escondite, se oyeron los siguientes gritos:

¾ Ríndase, González. Está rodeada la casa. Vamos a lanzarle bombas!

Efraín respondía también a gritos, matizados con palabras insultantes:

¾ Me sacarán de aquí pero muerto.


2-

Desde lo alto del Barrio Córdoba, en el sur oriente bogotano, la gente se había arremolinado en sus empinadas calles para observar hacia abajo las maniobras militares que trataban de liquidar desde las primeras horas de la tarde a Efraín González. El revuelo era general, y las emisoras de radio trasmitían los hechos como si se tratara de un evento deportivo.

 

III-


A las 7 y 40 de la noche terminó la existencia criminal de Efraín González, al final de una verdadera batalla de 5 horas, en el que 4 soldados y un miembro de la inteligencia Militar perdieron la vida.

González uno de los criminales más buscados del país y por cuya cabeza se venían ofreciendo $200.000, cayó abatido después de oponer una desesperada resistencia, a unos cincuenta metros del barrio San José, al sur de la ciudad en donde encontraba, probablemente desde días anteriores.

La misión fue cumplida por la Compañía de Misiones especiales de la Brigada de Institutos Militares, al mando del Coronel José Joaquín Matallana y unidades de la Policía Militar, reforzada en el último momento por una compañía de gaseadores de la Policía Nacional, al mando del mayor Mario Castillo Ortiz.

15 HORAS: HORA CERO

El tranquilo barrio San José ubicado al sur de la ciudad, se vio invadido por tropas de la Brigada que apresuradamente tomaban posiciones, a las tres de la tarde.

El objetivo militar era una casa ubicada en la calle 27 sur, número 14A-28 de un solo piso, sólidamente construida, propiedad de Vitalia, viuda de Pinilla, una mujer natural de la población de Sucre, que no para mucho tiempo den Bogotá.

En ese momento se estaba iniciando la operación que pondría punto final a la carrera del sub-oficial y más tarde tenebroso bandolero Efraín González.

UN ANCHO POTRERO

La casa de Vitalia vda de Pinilla se encuentra ubicada muy próxima a la esquina de la carrera 14 A, con calle 28 sur y queda inmensa de un inmenso potrero, de propiedad de la Beneficencia de Cundinamarca, cercado por un muro de ladrillo de aproximadamente 1.50 metros.

Se trata de una edificación sólida aunque rudimentaria, con una serie de habitaciones distribuidas en forma irregular.

EVACUACIÓN

Los soldados de la compañía Mi- (pasa a la página siguiente)


 

3-

Busqué en la página siguiente, es decir al reverso de Máscaras con la continuación anunciada, pero me hallé, aunque con la misma historia, con un inconexo a la página principal. Sin embargo, cuentan las lenguas populares que Efraín González tuvo el atrevimiento descarado de pasearse por plena Plaza de Bolívar, sobre al Atrio de la Catedral Primada, muy cerca del Palacio de San Carlos, entonces sede del presidente Guillermo León Valencia, el hijo del poeta. Dicen que se disfrazó de manera sorprendente para no ser reconocido, como era lógico. Pero era materialmente imposible reconocerlo, porque le decían el hombre de las mil caras, y su aspecto físico jamás pudo ser definido explícitamente debido a su condición clandestina. Como era de esperarse, tuvo admiradores y enemigos, y hasta las leyendas lo incorporaron sin remedio alguno al vasto mundo de los seres prodigiosos, que ayudados por el Demonio poseían poderes especiales para ocultarse transformados en cualquier cosa, por ejemplo, en mata de plátano, y evadirse de la injusta justicia humana. Tal vez aquel remoto atardecer, debido a la intensidad y duración de la lucha, como nos lo cuenta máscaras, muchos debieron imaginar que Efraín González se saldría con la suya, fugándose del cerco militar, convertido en un ave de mal agüero. Pero no hubo tal, así él haya dado la más dura batalla, pues murió como un mortal más, solamente que antecedido por una bravura montaraz, una astucia ilimitada, que a la postre cayó apabullada por las Fuerzas Armadas que fueron desplazadas en masa para liquidarlo. El Demonio pareció retirarle su apoyo en el momento en que más lo necesitaba. En la última página de lo que poseo de Máscaras, encuentro un aviso que, paradójicamente, no deja de sorprender, y el cual, por su ironía con los hechos principales narrados en nuestro periódico (¿Mensual? ¿Quincenal? ¿Semanal? No lo sé), me parece interesante trascribirlo, y que extrañamente puede dar luz sobre el origen de Máscaras. Está firmado por la tipografía a donde fui a mandar hacer los carteles para el campeonato de microfútbol:

 

EL VERDADERO

Opalsky el Mago

Magia negra, Magia Blanca, Misterios de la Naturaleza,

Secretos para el Amor, La Magia Femenina,

El poder de la sugestión, Las ocultas Fuerzas de la Personalidad

y mil y uno maravillosos secretos para hacerse amar

Este interesante folleto y un surtido de oraciones, cartas de amor,

cancionero, etc. se lo enviamos a donde desee

por un valor de quince pesos m/cte ($15,oo)

(Debajo aparece el nombre de la tipografía con su dirección. Cierra el aviso un nombre: Rafael Lugo E. Este nombre está impreso en mayúsculas).

 

 

IV-

La hora “0” para Efraín  González


La casa número 14-A-28, de la calle 27 sur (continúa Máscaras en la página siguiente), fue el objetivo de las tropas de la Brigada de Institutos Militares durante seis horas, a partir de las tres de la tarde, cuando se inició la acción final, contra el bandolero Efraín González.

Los redactores Pablo Augusto Torres, Jairo Gómez, Alvaro García y Carlos Murcia, y los reporteros gráficos Carlos García Rozo, Alfredo Pontón y Humberto Rojas (Curiosamente en Máscaras solamente tiene una fotografía en la primera página, que no tiene que ver directamente con los hechos acaecidos  el día de la  muerte de Efraín González. La fotografía a dos columnas, borrosa, muestra al bandolero con un grupo de personas, entre ellas a un sacerdote. En la parte inferior, centrada, aparece el pie de foto que dice: DEL ALBUM DE EFRAÍN- Esta fotografía fue decomisada por las autoridades durante una ronda en Saboya, Boyacá, en agosto de 1962. En ella aparece en primer término, Efraín González, con camisa a rayas, revólver al cinto y zapatos tenis. Al fondo dos hombres con ametralladoras, en actitud de proteger al grupo en que hay varias muchachas y niñas. El religioso que aparece a la izquierda fue identificado como el padre David Suárez), estuvieron en el lugar de los acontecimientos y siguieron minuto a minuto la operación que concluyó con la muerte de González Téllez.

Ellos elaboraron el siguiente itinerario del final de uno de los más sanguinarios bandoleros colombianos.

3:00 p. m. Se inicia la operación.

3 y 10. Las tropas rodean la manzana y se comienza la evacuación de algunas personas residentes en las edificaciones adyacentes a la ocupada por González.

 

4 –

El soldado de cara triste y el corazón trepidante, siente una sensación extraña al enfrentarse, presuntamente, a lo desconocido. Según dicen allá adentro está él, pero no saben cuántos hombres más pueden acompañarlo. Ese desconcierto lo atemoriza, ya que presume que va a ser una batalla sin cuartel, en donde no habrá tregua posible. Los bandoleros son unos suicidas consumados, y mueren en paz al saber que antes han asesinado a muchos más. Se echa la bendición porque no sabe en qué podrá concluir el operativo, y echando algunas maldiciones de defraudación, y encomendándose a la vez al Creador, saca desde su interior el valor escondido, avivado por la lealtad patria que le fue impuesta. Él es un soldado, pero a la vez parece ser todos los soldados de todos los tiempos. ¡Que sea, pues, lo que Dios quiera! 


V –

3 y 15. La puerta de entrada a la casa es abierta desde afuera, ya que los llamados a los inquilinos no fueron atendidos con rapidez.

3 y 20. González dispara por primera vez contra la tropa. Perece el miembro del servicio de inteligencia José J Quirama. Su cadáver queda dentro y González se apodera de su ametralladora.


 

5-

Subrepticiamente quería ser el héroe cinematográfico y creyó que enfrentar a la muerte era un juego. Él, primero soñando con la grandeza de su hazaña  sobre un posible pedestal inmemorable. Él olvidándose de su miedo, escondiéndolo muy dentro, azuzándolo en lo más recóndito, se cubre con la máscara del valor, y entonces olvida toda su vida para recordar la grandeza de su futuro, al sentirse el hombre que valientemente penetró primero sobre su presa, pero que en medio de su ceguera magnánima y traicionera encuentra el proyectil venido desde un refugio desconocido. Cae él, soñando ser el héroe. Muere él sin comprender la burla del destino y el triunfo de la ironía, y la muerte cae ingenua para engalanar el mausoleo olvidado de los que quisieron ser y no pudieron. Olvidó la vida, y ésta debe olvidarse para ir al encuentro final, definitivo y verdadero. Deja su arma sobre el piso, mientras los estampidos hacen retroceder a los que les seguían, quienes olvidaron el heroísmo de la muerte para recordar la cobardía de la vida. Queda sobre el piso en la fugaz agonía que violenta le tiende su manto intraspasable. En el último impulso trata de tomar su arma, pero ya es tarde, pues comienza a existir definitivamente en la eternidad. En medio de la nueva soledad, el hombre oculto, el que no quiere dejarse atrapar, aunque conserva la esperanza de seguir viviendo,  toma su arma, sonriendo victorioso, imaginando, “es el impulso vital”, que muy pronto, en unas cuantas horas, tendrá él también su inefable cita con la eternidad, que es lo que de verdad es, pero que no existe como la imaginamos. Sin embargo, en la verdadera existencia, él adivinó que jamás sentiría a los que cayeron bajo el efluvio de sus balas cicateras.

 

VI –

3 y 25. La tropa que rodea la casa prosigue con un nutrido abaleo.

3 y 35.  Víctor Pinilla, hijo de la dueña de la casa, que había logrado salir con su esposa Emma y sus hijos, es enviado como emisario para exigir la rendición del bandolero.

3 y 37. Pinilla sale de la casa y revela el ultimátum del bandido. Efraín González saldrá si el representante Cuadros  (¿?) o María Eugenia Rojas[2] iban por él. De lo contrario mataría al que se aproximara.

3 y 40. Un oficial grita a González que se entregue y obtiene la respuesta de que sólo lo sacarán muerto de la casa.

4 pm. Hay un ligero receso en el fuego. Luego vienen algunos disparos aislados.

4 y 10. Los buses de la Empresa Vecinal de Suba, cuyo terminal queda adyacente, son trasladados metros abajo.

4 y 20. Pinilla se niega de nuevo a entrar a la casa. “El ya no respeta a nadie y es capaz de matarme. Si quieren péguenme un tiro aquí, pero yo no entro a la casa”, replica.

 


VII-

“Si vuelvo a entrar me mata González”


¾ “Ya les dije lo que él respondió. Yo entré una vez, y si vuelvo a entrar me mata. Ahora hagan lo que quieran”.

Víctor Pinilla, hombre de unos 32 años, nacido en la población de Sucre, se frunció al escuchar uno de los potentes disparos de cañón que eran dirigidos contra su casa y miró a su mujer, Emma, que había recibido un disparo en el muslo izquierdo.

Pinilla reside en la casa propiedad de su madre, Vitalia, en donde se parapetó Efraín González y causó cinco bajas militares.

¾ ¿Con quién está Efraín González?

¾ “El está solo”

¾ ¿Cómo está vestido?

¾ “No me di cuenta. Por dentro hay mucho humo”.

¾ Pero usted habló con él…

¾ Sí. Dijo que saldría con el representante Cuadros o con María Eugenia”.

¾ ¿Desde cuándo está Efraín González en la casa?

¾ “No se” (sic.)

¾ ¿Viene seguido a su casa?

¾ “No… no se”. (sic.)

(Es indudable que aquí los redactores recrean literariamente un diálogo, apoyando su imaginación en los hechos reales.)

Poco después, Pinilla, vestido con una ligera camisa blanca, se negó a regresar al sitio en que el bandolero estaba atrinchsrado (sic). En su rostro se reflejó una tremenda angustia, (vuelven a recrear los redactores de Máscaras) ue miedo mortal (sic.)  y sólo acertó a decir: “Yo no vuelvo a la casa porque me mata. El próximo que se asome será muerto. Si quieren péguenme aquí un tiro, más bien, pero yo no vuelvo a donde está Efraín González”.

Desde la ventanilla del bus en que se le mantenía retenido con su mujer y dos de sus hijos, ésta presenciaba silenciosa la escena. Emma de Pinilla dijo ignorar cuándo había llegado el bandolero a esa edificasión (sic.) y señaló que esa pieza permanecía cerrada. Yo no sé que hay dentro. Se la reserva la dueña de la casa, que está en los Llanos Orientales.  

 

6 –

Dijeron que el hombre se las había ingeniado para hacer creer que en la habitación había más bandoleros. Se especula con una gran imaginación que tenía acomodadas las ametralladoras en varias ventanas, siempre apuntando secretamente hacia los contrincantes. Entonces comenzaba a corretear raudamente  de ventana en ventana, accionando las armas con tanta precisión y rapidez, que verdaderamente daba la impresión de estar acompañado por sus secuaces. Seguramente su sangre era una turbonada, un vendaval entre la premeditada acción de la defensa. Era un hombre de sangre fría para cometer sus fechorías, pero siempre hubo quien lo defendiera, porque se llegó a asegurar que era muy amigo de los desposeídos, entre los que repartía el dinero que le robaba a los ricos. Tampoco se supo que tuviera una clara filosofía política, y más bien apareció como un bandolero primario, sin mayor inteligencia y disposición que para las fechorías. ¿Qué extraña sensación ha podido sentir en el momento en que con su furia bagual se enfrentaba a las fuerzas oficiales? Acaso el velo de la muerte se le aproximaba, y él lo miraba orgulloso, porque era un orgullo culminar la interminable leyenda de su vida como un acto que muchos tildaron de heroico. Hay un momento en que los sentimientos se confunden por los lados opuestos, el miedo denodadamente se convierte en repentina valentía ante las circunstancias adversas. Tal vez él experimentaba aquella sensación de que la humillación la había convertido en grandeza; una grandeza que parecía convertirlo en un ser indestructible. Entonces con rabia y cálculo, imagino, él disparaba las armas asustando a sus cazadores, haciéndolos retroceder para resguardarse detrás de los vehículos, detrás de los muros, detrás de los postes del alumbrado eléctrico.

 

VIII –

 


(Anteriormente me referí a un inconexo, puesto que la primera página de Máscaras, aparece que la crónica de los hechos pasará a la página siguiente, que, lógicamente, debe ser la del reverso de la primera página. Pero encuentro la continuación del relato periodístico en la página cuarta de la hoja doble que poseo, y que, a decir verdad, no sé cuál pueda ser, porque, curiosamente, Máscaras no tiene numeradas sus páginas. Veamos, pues, cómo continúa esta interesantísima crónica.)

Biografía y Muerte…

Viene de la primera página.

siones especiales rodearon cuidadosamente el sector y evacuaron a las personas que residían en las casas inmediatamente adyacentes (¿?) a la edificación en donde estaba González, para evitar víctimas en caso de un encuentro a balas (Indiscutiblemente es la continuación del apartado intitulado “Evacuación”)

Fuera de las edificaciones se hallaban estacionados unos doce buses de la Empresa Vecinal de Suba, ya que el terminal queda en ese mismo lugar.

¡SALGA EFRAIN!

Ante tal decisión y en las pausas que dejaba el intenso tiroteo, uno de los oficiales, el capitán Bonilla, se dirigió a Efraín González, pidiéndole que se entregara. Que saliera con las manos en alto y su vida sería respetada.

“De aquí me sacan muerto. Y venga por mí si es tan macho”, fue la respuesta del antisocial acompañada de nuevos disparos de sub – ametralladora “Madsen”

A TIROS DE CAÑON

Ante tan inesperada resistencia, (no existe la sangría) el suficiente pertrecho en poder del bandolero y las bajas que había ocasionado en el personal militar, el comando de la operación decidió utilizar un cañón de 40 milímetros que comenzó a dispararse a las cinco de la tarde contra la casa de fuertes muros.

TANQUE LAZALLAMAS

La operación fue seguida paso a paso por los altos mandos militares y el ministro de guerra (En ese entonces se le denominaba así al ministro de defensa) a través de los aparatos portátiles y del teléfono.

Fue así como pasadas las 7 y 30 de la noche los agentes gaseadores arrojaron bombas de gas explosivas “Flig”, de 150 yardas mientras el ambiente se tornaba dramáticamente tenso debido a que las tropas habían suspendido los disparos y González, que se había apoderado de la metralleta de José Quirama, su primera víctima, e esta hora cuidaba su parque de municiones y había reducido notablemente la frecuencia de los disparos.

COMO UN LOCO

Desde el fondo de su trinchera, González había visto un boquete en el muro que rodea los terrenos de la beneficencia, abierto por el cañón horas antes, y mucho más allá un cordón de curiosos que contra toda norma preventiva presenciaba el inusitado espectáculo contenido a medias por los soldados

 

7-

En medio de aquella extraordinaria avidez producida por un estado calamitoso de supervivencia, él pudo ver la luz de la salvación, pletórica e inmensa, y decidió jugarse su última carta. Debería salir como un felino sorpresivamente, la sorpresa siempre se ha constituido en una gran arma, disparando a diestra y siniestra, alarmando de sopetón a los soldados ateridos por la situación; por eso había disminuido el uso de las municiones. No podía permanecer resistiendo por más tiempo dentro de la casa, porque tarde o temprano los hombres de la seguridad estatal iban a romper las mamposterías de la edificación y de su propia resistencia. Él no quería morir acobardado, rodeado como un inofensivo animalito por los perros de presa, así, que iba a dar la lucha, sin importar cuál podría ser el resultado de ésta.  Se quedó observando desde su lugar las luces mortificantes de los reflectores que llovían torrentes indescriptibles sobre la casa. Tal vez haya imaginado, como es lógico pensar, que aprovechando la oscuridad, tendría en sus manos una gran arma contra los reflectores, en el sorpresivo momento en que apareció en el portón de la casa, petrificando durante una fracción de segundos a los militares, disparó contra las fuentes luminosas. Así que cuando los hombres del gobierno reaccionaron ante la estupefacción inesperada, ya era tarde, porque él, con maestría de hombre felino, iba logrando su objetivo. Delante de él estaba el inmenso paraíso de la salvación, limitado por una colina, que de alcanzarla, significaría su triunfo definitivo.

 

IX –

Cuando no tenía otro camino a seguir desesperado por los asfixiantes gases lacrimógenos, el antisocial decidió abandonar la casa en un momento de tenso receso.

Y como un loco y disparando una “Madsen” contra los faroles de una máquina del cuerpo de bomberos ubicada al frente para iluminar su guarida salió dando grandes saltos con dirección al oscuro baldío.

Como un resorte, la tropa inició un tiroteo cruzado, que milagrosamente no alcanzó a sus mismas unidades. Varios proyectiles alcanzaron a González que soltó la metralleta de Quirama y fue a caer sobre el sucio césped a unos cincuenta metros de la casa derruida casa en donde había librado su última batalla. Eran las 8 menos 20 minutos de la noche.


 

8-

Aquella vez escuché a las lenguas populares narrando que Efraín González había caído como héroe. Era indudable que su leyenda se afincaba con increíble tesón hasta los últimos momentos de su existencia, y que muchos se resistían a dejarlo morir así, simplemente, sin la dignidad de su mito de hombre imbatible. Así que como no hubo más remedio que admitir inexorablemente su muerte, la gente posiblemente hayan imaginado que él logró trasponer el inmenso lote, y en el preciso momento en que iba a comenzar a ascender la colina, un soldado temeroso que estaba defecando, al ver la sobra acercándose, se asustó mucho y sin pensarlo dos veces disparó, sin imaginar que estaba liquidando al hombre que les había dado tanta guerra durante aquellas interminables horas de infierno. No hay duda de que este manto heroico no quedaba tan enlodado, porque le hacían la ablución de haber caído por un desenlace fatal de su propia suerte, luego de haber sorteado el escollo militar que prácticamente lo había perdido. Muchos se resistían a creer en el desplome de su héroe mitológico.

Por otra parte, observo en Máscaras algunos otros textos, que he considerado necesario transcribir, tal cual, debido a su importancia, a pesar de la noticia principal, la que ocupa la mayor extensión en Máscaras, es la de la muerte de Efraín González. Comencemos, pues, con orden:

En la parte superior, copando las tres columnas, veo un anuncio interrogativo, que paradójica y extrañamente puedo relacionar hoy 2 de julio de 1986. Ya se darán cuenta del indudable motivo de mi apreciación al saber el contenido de la información:

Vendrá el Papa a Bogotá? (sic.)

Según noticias de Prensa, el gobierno colombiano ha cursado una invitación a S. S. Paulo VI para que visite a nuestro país en el viaje que piensa hacer por Latinoamérica. Oportunamente daremos noticias a nuestros lectores sobre la venida del Santo Papa.

Efectivamente, como es bien sabido, el Papa Paulo VI visitó a Colombia en agosto de 1968. Pero lo paradojal al momento de realizar este trabajo, está en que nos visita   el Papa Juan Pablo II (los dos últimos dígitos de los años de las visitas papales son los mismos, solo que invertidos). Precisamente, este hombre encantador, carismático, con rostro de profeta bíblico moderno llegó ayer a Bogotá, levantando una conmoción general como nunca he visto jamás, a pesar de que su antecesor también logró una tremenda movilización. Recuerdo que mi hermano fuimos al Templete Eucarístico, por la noche, a ver a Paulo VI, y después lo vimos en el desfile de la carrera séptima hacia la Plaza de Bolívar. A Juan Pablo II solamente lo vi por la televisión, pues ya mis inquietudes iban por distintos senderos, y comenzaba a padecer de oclofobia.

Para la venida del Papa Wojtyla, me ha llamado poderosamente la atención que muchos de los dirigentes políticos de aquella época de 1968, estuvieran anoche presentes en el Palacio de Nariño con el actual Pontífice. Ahí nos podemos dar cuenta cómo es que se renuevan en Colombia las esferas del poder. ¡Siempre la misma casta abominable y política que desde aquellos tiempos remotos, y mucho más antes, nos han gobernado con su ignominia, como si fueran fantasmas indestructibles que sólo saben envejecer, pero no morir! Así que vi al lado del Soberano Pontífice, por televisión, porque hace mucho frío, al presidente actual, Belisario Betancurt Cuartas, quien le leyó el “Cristo del Desarrollo” a Paulo VI. Veo a Alfonso López Michelsen,  que entonces era Canciller de la República  quien luego de meterse a la cúpula oficialista de su partido, el liberal, fue presidente de Colombia.  Estaba Carlos Lleras Restrepo, con el único presidente del mundo con quien nos hemos mirado directa y sostenidamente a los ojos, siendo yo niño, en la inauguración del INEM del Barrio Kennedy; aquella fue una sensación extraña y retadora por parte mía y de Lleras, de la que no desistí, hasta que él retiró su mirada, y fue mi único contacto con la desgracia del poder.  Estaba el actual presidente electo de Colombia, Virgilio Barco Vargas, quien no dudo que envidiaría el discurso de bienvenida al Papa Polaco por parte de Belisario Betancurt; cuando el Papa Paulo VI vino a Colombia, Virgilio Barco, el hombre técnico y de pocas palabras e intelecto, era el alcalde de Bogotá. Apareció el señor Julio César Turbay, el ominoso mandatario liberal del corbatín, creador de un engendro llamado “Estatuto de Seguridad” que daba permiso para que se violaran todos los derechos humanos y se persiguieran a los sospechosos de nada; el gobierno de este señor fue uno de los más reaccionarios que se recuerden desde la época bipartidista de la violencia. También estaba anoche en Palacio doña Bertha Hernández de Ospina, la de El Tábano. También estaba el ex presidente de la sonrisa indestructible, Misael Pastrana Borrero, y cuanto hombre más se sentó en el vapuleado solio del Libertador, aunque fuera solamente a limpiarle el polvo.

Era indiscutible que la visita del Papa Wojtyla, de quien muchos pensaron que era un cardenal africano en el momento del anuncio de su elección, en nuestro tiempo ha motivado a la gente, pero también, sin quererlo talvez, ha desatado un glorioso espectáculo circense, muy bajo de fe, para quienes creen en el profeta y añoraban verlo en persona como a un ser venido directamente del cielo o saliendo desde las mágicas páginas de un cuento de hadas.

Por los caminos de Colombia con la Paz de Cristo, el pontífice ha hecho hincapié en la pacificación del país hasta agotar todos los métodos posibles, y en la misa concelebrada en el Parque Simón Bolívar atacó duramente a la guerrilla, a la que no justificó, así sus ideales persigan la justicia, [3] y la exhortó a abandonar la lucha armada y dedicar sus energías a nuevos ideales. Ayer mismo metió a los sacerdotes entre la horma del zapato al decirles que debían defender a los pobres como hombres y no como clase, y al señalarles que debían ser testigos y no pretender ser maestros al lado del Señor.

A la salida del majestuoso acto litúrgico en el Parque Simón Bolívar, el Papa quiso improvisar, y con ese gesto munífico tan característico en él, se dirigió hacia la multitud que el gritaba: “Juan Pablo, hermano, te sentimos colombiano”. “Bogotá, amigo, la lluvia está contigo; la lluvia es bendición del Señor”. Bueno, añado como dato curioso que mañana Juan Pablo II irá a Chiquinquirá, el mismo pueblo en donde se celebraron los funerales de Efraín González.

X

4 y 25. Nutrido fuego desde los tajados al patio de la casa.

4 y 30. Se sitúa cerca de la edificación un cañón de 40 milímetros.

4 y 55. Se hacen los primeros disparos de cañón contra la casa.

5 y 15. Una patrulla es envida a verificar la posible muerte de González, y cae mortalmente herido el sargento Jairo Rubio. (Todos aguardan a que el esperado final haya llegado, para dejar tranquilas sus almas desmigajadas el oprobio de tantos siglos que se han juntado en el estigio. Sueñan con ver al bandolero tirado de bruces en el piso chorreando sangre a borbollones por las heridas titilantes hechas con los proyectiles. Se esperanzan en aquel silencio de la casa, que señala la tremenda posibilidad de su esperanza conjunta. Aquel silencio desconcertante es un arma mortal, la trampa felina que el hombre acorralado ha puesto para cobrar su nueva víctima. Entonces aparecen los héroes que atiborran los cementerios, y alguien envalentonado, porque secretamente confía en la muerte irremediable de su posible hombre, levanta su arma de dotación oficial, y quizá ante las miradas atónitas que, después de todo, se resisten se resisten a creer que aquella pesadilla ha terminado, avanzó hasta la casa, hasta el portón principal, destruido antes por la mansalva, indicación tácita del relato de Máscaras, para toparse con los proyectiles certeros que en un ímpetu desconcertante revivan el fuego, la batalla, y destruían las antiguas esperanzas.)

5 y 30. El cañón cambia de sitio y es corrido hacia el occidente de la edificación desde se hacen nuevos y potentes disparos, (omisión de la palabra “donde” entre desde y se).

6y 30. Una máquina de los bomberos ilumina con sus reflectores (la e que aparece en negrita, está “patas arriba”) la edificación.

6 y 35. El soldado Millán de la Policía Militar, es sorprendido por un disparo de González, al parecer de pistola, y es heroicamente rescatado por un miembro de la Sanidad Militar.

Esta muerte desconocida pero cierta

la misma que siempre nos espera

esta muerte que nos parece imposible

aunque eficaz y certera

la que nos acobarda

pero la que es nuestra esperanza

única e inevitable

aquel túnel apócrifo

sembrado por la incertidumbre

pusilánime de la existencia

¿qué es la muerte?

simplemente el fin

simplemente la eternidad

la verdadera existencia

nada… nada.

nirvana y ecléctica soledad

 

6 y 45. El coronel Matallana rinde un parte al Ministro de Guerra, en que informa que se ha utilizado granada, (se olvida la pluralización de granada) disparos de cañón, ametralladoras y  fusiles y González permanece ofreciendo resistencia, (coma, en cambio de punto y aparte)

Le informa sobre el posible (sin sangría) utilización de un tanque lanzallamas, pero aduce razones de seguridad de las edificaciones vecinas.

7 pm. Se solicita la colaboración de los gaseadores de la policía. A estas horas González ha mermado sus disparos, ahorrando municiones. Sin embargo hay un nuevo tiroteo.

7 y 25. Se presenta la compañía de gaseadores.

7 y 30. Se ataca la edificación con bombas explosivas de gases asfixiantes.

7 y 40. Efraín González abandona su trinchera y es alcanzado por una ráfaga cruzada. Cae sin vida en el potrero al otro lado del muro. (Se puede deducir la tremenda agilidad con la que  el hombre atravesó la calle desde la casa, disparó contra los reflectores y traspuso el muro por el boquete. Todo esto ha debido hacerlo en fracción de segundos.)

8 pm. Su cuerpo es retirado del lugar.

 

 

Este oscuro túnel sin color de la muerte

este dédalo inexpugnable

del que nunca jamás saldré

el laberinto eterno y sin retorno

estoy muerto

pero no he dejado de existir

pues en la eternidad del tiempo

he ocupado un lugar en él

viviré cuantas veces quiera

repitiéndome la vida

cuantas veces quiera

para vengarme de mi muerte

y aunque el tiempo es

sólo una imaginación de los hombres

de los mismos que me han matado

siempre seguiré existiendo

muerto y eterno

siempre he existido

y mi esencia divagará

no entre el mundo físico

sino en el anquilosamiento

eterno de lo incomprendido

de lo desfigurado

por nuestra fútil imaginación

que a todo le da su tiempo

y su vida

pero la muerte

exquisita retorna

tensa y voluble

 para romper la imaginación

y ella

yerta e inmensa

es cubil veraz

del verdadero universo

desde donde se es

desde antes y después

y fui la fugaz estrella

que no permitió

siquiera un pensamiento

y aunque he existido

no he vivido jamás

y aunque he muerto

siempre seré muerte

eterna y dulce

irrepetible y serena

 

 

8 y 15. Se efectúa un nuevo con gases contra la edificación. (probablemente se omite la palabra “ataque” entre las palabras nuevo y con) con la presunción de que González pudiera estar secundado por uno o más secuaces.

8 y 30. Una patrulla penetra en la casa y verifica la inexistencia de otras personas en su interior.

8 y 50. Los bomberos combaten un incendio que se declaró (¿?) en una habitación interior. (El signo locuaz del fuego eterno, de la consumación de lo fatuo, la imaginación de la vida y el tiempo que verdaderamente es uno solo petrificado en el vasto universo de la existencia nirvánica.)

9 y 50. La tropa comienza a retirarse del lugar, y se deja una fuerte vigilancia. (Acaso todos aquellos que soñaban con la funesta acción, imaginaban que el hombre muerto  ha podido resucitar para continuar en permanencia íntima y eterna con el sueño de la vida, y de nuevo al lado de otros resucitados, recomenzar los ataques contra la tranquila intranquilidad impuesta en los años de la asfixia, el insomnio, el hambre y la muerte).


 

9-

Continuando con la última página de Máscaras, hallo una nueva información sorprendente y paradojal, tal como la única  publicidad que encuentro en el periódico del mago Opalsky:

 

Candidato Presidencial fue proclamado en Ginebra (Valle) el padre Camilo Torres


El concejo municipal de Ginebra (Valle) proclamó candidato a la presidencia de la república al sacerdote sociólogo Camilo Torres. Sobre el particular. Sobre el particular (repetición por descuido), los concejales enviaron al padre Torres la siguiente comunicación:

Concejales ambos partidos tradicionales (¡!) Ginebra, Valle, expresamos total identidad apoyo tesis cambio social económico usted propugna. Protestamos fuerzas coligadas reaccionarias temerosas difusión sus tesis contenido popular, pretenden desterrarlo de la patria.

Condiciones unidad revolucionaria en torno acción principios, personificase sacerdote Camilo Torres Restrepo. Proclamamos faz de Colombia su candidatura presidencial 1966-1970 no debiéndose inscribir ningún partido como rézalo anacrónica constitución nacional, sino a nombre inconformismo nacionalista popular, como abierto desafío fuerzas oligárquicas extranjeras y criollas.

Solicitamos públicamente adhesión ésta, grupos políticos inconformes sistema imperante, agremiaciones populares, obreras, campesinas, estudiantiles.

Invitámosle visitar Ginebra, antes cobarde destierro hanlo sometido.

Concejales: Luís Eduardo Betancourt, presidente; Néstor Alfonso Núñez, vicepresidente; Abigaíl Flórez, Ernesto Bejarano, Carlos Julio Romero, Edelmira de Ropero. Se adhirió al Partido Socialista de Colombia

$50.000

El abogado penalista Pablo Salah Villamizar, quien por razones de su actividad profesional se encontraba ayer en Barranquilla, desde esa ciudad dirigió un mensaje al padre Camilo Torres, en la cual se anuncia para el lunes próximo la entrega de un cheque destinado a la financiación de su movimiento político. De 50 mil pesos es la cuantía del ofrecimiento formulado por el penalista, como parte de la actividad política del sacerdote. (¿Qué extraña y maravillosa coincidencia destinal puede tener el hecho con la recriminatoria del papa Juan Pablo II, ayer en la Catedral Primada?)


 

XI –

Resumen delictivo de Efraín González


En total, el bandolero Efraín González causó durante sus siete años de actividad delictiva 324 víctimas, en los departamentos de Caldas, Santander y Boyacá, entre muertos y heridos. Cerca de un centenar de ellos fueron militares.

Sin contar los soldados muertos y heridos ayer, presentamos el siguiente cuadro en donde se especifica el número de muertos y heridos civiles, militares y detectives así:

TOTAL MUERTOS: 233

Civiles                       205

Militares                   26

Detectives                 2[4]

TOTAL HERIDOS: 91

Civiles                       53

Militares                   38

SECUESTRADOS: 3

(Germán Guerrero, Nicolás Vargas y Humberto Sánchez)

 

XII

Página 3.

“Yo vi caer a González”

Como uu felino salió disparando (sic.)

 

 

Yo vi cómo cayó Efraín González. Se desplomó cuarenta metros delante de la casa en ruinas que aguantó el bombardeo de las tropas, que buscaban presionar la salida del bandido.

Cerca de mí, a unos cuatro metros, estaba un carro de los bomberos.  Los reflectores de ese vehículo –diagonalmente- luminaban (¿?) la fachada en ruinas de la guarida del hombre, que desde las cuatro de la tarde había logrado dar muerte a varios hombres de las Fuerzas Armadas. (Todo parece indicar que Máscaras se vale de un personaje imaginario que narra desde el lugar de los hechos todo lo que vio, representando a cualquier curioso que estuvo muy cerca de todos los lances ocurridos.)

Recargado contra una pared y desguarnecido totalmente, tenía los ojos fijos en la acribillada vivienda de ladrillo. Hacía cinco minutos que cesado (se omite la palabra “había” entre las palabras que y cesado) el lanzamiento de bombas lacrimógenas a ese lugar.

Anteriormente, se habían lanzado y no habían surtido el efecto que se quería. Por eso me recargué en la pared esperando que el bandolero resistiría esa nueva ofensiva de las troqas (sic.)

Además, media hora antes agucé el oído y escuché una parte que el coronel Matallana (¡qué imaginación!), comandante de la operación  que se ralizhba (sic.) había dado al general Omar Gutiérrez, comandante de la Brigada de Institutos Militares.

El coronel Matallana, en ese momento, era pesimista y esperaba que llegaran las 24 horas para “realizar la operación definitiva”.

Anteriormente, compañero de trabajo, (se omite la palabra “mi” entre la coma y compañero) Pablo Augusto Torres, quien en varias oportunidades cubrió las operaciones que el ejército y la policía habían planeado contra el bandolero, me dijo:

“Apuesto que si sale Efraín González, lo primero que hace es disparar contra los reflectores para ampararse en la oscuridad y cubrir mejor su retirada”. (Extraña profecía, que también ha podido ser posterior, y que se presentó como tal para dar mayor admiración a Máscaras)

Y, eso hizo precisamente González al salir de su guarida.

Tan vez faltaban veinte minutos para las ocho de la noche, cuando el hombre saltó a la calle. Estoy seguro de que hasta la misma tropa estaba tan desprevenida como yo en ese instante.

Efraín González brincó por sobre encima de un muro (¿?) de setenta centímetros y con una agilidad pasmosa, ganó la acera de la calle.

Vi su figura desde el instante en que saltó el obstáculo. Parecía una bestia acosada.

Vestía una ruana oscura y en sus manos portaba una sub-ametralladora tipo “Madsen”. Su figura comenzó a zigzaguear y sus piernas daban zancadas , como si quisiera salvar un pantano.

En cada zancada, avanzaba por lo menos dos metros y medio. (bastante, ¿no?) Tenía un pantalón oscuro y sus piernas se movían con agilidad.

CAE EFRAIN GONZALEZ

Por eso vi cómo, después de pasar la mitad la mitad (sic.) de la calle, Efraín González comenzó a doblar las piernas. Talvez alguna bala lo había alcanzado. Pero el hombre continuaba anbando (sic.) y sus piernas, semidobladas, le respondían.

Cuarenta metros había andado y saltó la tapia del frente. Efraín González cayó en los brazos de un agente de policía, que cinco minutos le había lanzado las bombas lacrimógenas (escena de idílica ensoñación).

González se paró rápidamente y cuando quiso avanzar, un soldado de la policía militar disparó su fusil. Cayó el bandolero con la cara casi destrozada por el último impacto que recibió en su vida (todo lo contrario al relato inicial, y diferente a la fotografía, la única de Máscaras, en la primera página).

(El cálculo es muy curioso.) En la operación se habían disparado desde el momento en que salió González hasta el instante en que cayó  por el certero balazo del P. M. por lo menos dos mil tiros.

Un grito se había oído cuando salió González de su guarida.

“Ese es! Diparen! (sic.) Después fueron treinta segundos de abaleo, en medio de un silencio aterrador.

Varios gritos se oyeron cuando cayó muerto, todos lanzados por la tropa y la policía.

“Está muerto!! Al fin cayó!! Viva el ejército!! Está muerto!! Viva Colombia!!

Salí de mi escondite y corrí hasta el lugar donde yacía González.

Un soldado de la Policía Militar, entre los muchos que se abalanzaron sobre el cadáver dél (sic.) bandolero, con lágrimas en los ojos y apuntando su fusil a la cara de González, gritaba:

“Miserable… mataste a mi mejor amigo… Así tenías que morir… Con que eras invencible… Al fin caíste. (El monólogo corresponde más bien a un guión cinematográfico.)

El coronel Matallana llegó rápidamente hasta el lugar. Hizo hacer un círculo en torno a González y dijo:

¡¡Identifíquenlo!!

 Bajo la luz de unas ceriillas (sic.) miraron el rostro casi desfigurado del bandolero. Era Efraín González. Eran sus facciones. El cabello un poco ensortijado y con las pestañas pobladas.

Se le bajó un poco el pantalón para mirarle una cicatriz (¿?) a la altura de la cintura, estaba esa cicatriz.

Era angosta, larga y negra. Parecía un quemón. (¿Por qué tan macabra?)

Ya no hubo duda alguna. Un grito de triunfo lanzaron al unísono las tropás (sic.)

PLENO RECONOCIMIENTO

Un nuevo reconocimiento hubo del cadáver. Aquí ya no cupo a nadie la menor duda de que ese era el cadá er (sic.) de Efraín González.

Ya en la ambulancia, no lucía esa ruana que llevaba cuando se asomó en esa casa en ruinas.

Su pecho estaba cubierto apenas por un grueso suéter de lana habano claro de mangas largas y hasta el cuello.

En los bolsillos de su pantalón llevaba munición como para haber soportado el asedio por lo menos media hora más.

Esa munición pesaba más que su propio cuerpo (¿?)

Mi misión informativa había terminado. Perdí tan solo un bolígrafo que en el momento de aparecer González se cayó de mis manos por el miedo que me invadió.

Después volví al lugar donde creo la muerte me rondó. Vi los impactos en la pared de ladrillo.

Miré al suelo, encendí mi briqué allí estaba ese esferográfico.

(Tomado del Espectador) (¡!¿?)


 

XIII –

Listas de bajas


En un comunicado expedido a la una de esta madrugada (¿?), la Brigada de Institutos Militares informa que un miembro de la sección de de inteligencia del BIM perdió la vida en el combate verificado contra el bandolero Efraín González, a partir de las tres de la tarde de ayer en el barrio San José, al sur de Bogotá.

Además once miembros del ejército y tres civiles resultaron heridos durante la refriega.

LOS MUERTOS

Las víctimas del último combate de Efraín González son las siguientes:

Soldado, Cruz Evelio Millán Murillo, de 19 años; soldado José Benjamín Montenegro Monar, de 22 años;  soldado Luis Villa López; soldado José Echeverri Granada y el civil José Quirama Zuleta, de 29 años, del servicio de inteligencia de la brigada.

LOS HERIDOS

Resultaron heridos: Capitán Hernán Jaramillo Duque, sargento viceprimero Rafael Parra, cabo 1º Benjamín Grisales; cabo primero, Pedro Martínez; cabo 1º Esteban Mojica, cabo 1º Vicente Gutiérrez, soldado Marino Cabal, soldado Manuel Moncada, soldado Hernando Aguilar, cabo 1º Jaime Ospina Santana y el civil Luis Carlos Bolívar, de la inteligencia de la brigada.

En cuanto al personal civil se reportaron los siguientes heridos: señora Emma de Pinilla y el niño Raúl Orjuela, este último alcanzado por una esquirla.

 

 

 

Bogotá, de julio de 1986.

 

 

 



[1] Los apartados en números romanos corresponden al texto de Máscaras con la noticia primordial al pie de la letra. Los apartados en números arábigos son dilucidaciones.

[2] La hija del General Gustavo Pinilla, militar que gobernó a Colombia  de 1954 a 1958, y quien fue considerado, de forma curiosa, dictador, pues lo que lo subieron al poder, la oligarquía liberal y conservadora, lo bajaron a sombrerazos al ver que el general quería salírseles de las manos porque como que estaba haciendo mucho por el pueblo. María Eugenia, La Capitana, ha conservado la estirpe de políticos heredada de su padre, pues ella misma fue candidata presidencial, y sus hijos, Samuel e Iván, son políticos, también.

[3] “Para hacer justicia no se puede hacer injusticia, esto es un acto de mayor injusticia” (¿digo yo?)

[4] No concuerda el número de militares muertos con el anunciado en el cabezote del informe

 

MARIO BERMÚDEZ  -Colombia-

Solamente quiero resarcirme del tiempo del olvido

buscar el fuego prohibido

y atizar la llamarada para que entre la humareda renazcan las plumas

que destilarán tintas

que formarán unas letras

siempre inconclusas

 

Les presento este texto, extraido e inspirado en un periódico viejo que alguna vez encontré, en donde, a su manera, se relata el operativo que dio de baja el famoso bandolero Efraín González.

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