EL PODER DE LA PALABRA ESCRITA

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TRINANDO

TRINANDO

DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITORA: PATRICIA LARA P. - BOGOTÁ D. C. - COLOMBIA

MAYO DE 2015

NÚMERO

2

EN ESTE NÚMERO PUEDE LEER LOS TEXTOS DE LOS  AUTORES INVITADOS.

 

DÉ CLIC EN LOS ENLACES PARA LEERLOS:

 

Rosa María Elizondo

(México)

 

Belkis Osiris Bocaney

(Venezuela)

 

Ricardo Gabelo Lara

(Colombia)

 

Carlos Alberto Ayala Ojeda

(México)

 

Omar Alejandro González de Lira

(México)

 

Diego Ortíz Valbuena

(Colombia)

 

Mario Bermúdez

(Colombia)

 

Francisco Juventino Ibarra Meza

(México)

 

Ricardo Gabelo Lara

Trabajo visual

(Colombia)

 

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Piensa

 

En esta primera lluvia de mayo,

que riega las calles de mi ciudad.

En las ganas enormes que tengo

de tomar una taza de chocolate tibio

y en mi necesidad de salir a trabajar.

Pienso que los días de lluvia son festivos

-que no feriados- para mí:

¡me encanta la lluvia!

Pienso… que es agradable 

el sonido armónico de millares de gotas 

al caer.

Que huele a tierra mojada,

huele a dama fresca y recién bañada…

a naturaleza desnuda y reverdecida.

Pienso que sueño que llueve.

Despierto.

Es cierto, llueve.

Y me acurruco frente a la ventana,

a mirar el agua correr,

y suspiro… 

… porque me gusta todo lo otro que pienso

y que nunca contaré.

 

 

 

Soy

 

Ese algo de humanidad
que se vislumbra
en la oscuridad de mis angustias e incertidumbres,
peregrina del dolor,
profeta de la sonrisa franca, feligresa de la esperanza que renace al despuntar el alba.

Y soy oscuridad, penumbra, agujero negro
donde la vida muere y renace
en infinita fagocitosis
de mi simple humanidad.

Torrente caudalosa, creadora y destructiva,
altar de sacrificio
donde muere la palabra
en el parto de la idea.

Vivo, ¡muero!, con cada alborada.

Soy y no soy.

 

 

 

 

Seré

 

Hoy seré brisa que te besa suavemente,
soplo
de viento que acaricie tus mejillas,
luz de luna que bañe tu cuerpo.

Seré suspiro, exhalación, aliento
que a un tiempo te dé vida
y te ahogue
en la pasión de un pensamiento impuro,
carnal,
que estremezca tu virilidad entera.

Hoy seré húmedo sueño,
ilusión efímera,
castidad perdida,
arritmia lúbrica que despeina
tu cabello y destiende tu cama
en la profundidad de una onírica noche,
saturada del recuerdo de mi olor
y la dulzura carnosa de mis labios
que te seguirá en la eternidad
de este corto sueño.

Y, en ti, ¡seré!

 

Vuelta a las raíces

 

No llegué, pero ¡nobleza obliga!, así que acá le dejo el octavo ejercicio, con mi deseo de una muy Feliz Navidad para todos los que se atreven a leer mis locuras, ocurrencias y vivencias:

 

Vuelta a las raíces


¡Plas!... ¡Plas!... ¡Plas!... Una a una fueron estallando las luces del costoso pino natural… le fueron siguiendo las brillantes bambalinas, que explotaron mientras los pequeños renos de cera se derretían, alimentando el incipiente fuego, que pronto se convirtió en llamarada. El humo no se hizo esperar. ¡Piiiiii! Un pitido ensordecedor despertó a los habitantes de la casa, que ya dormían en la primera planta de la elegante morada. Era el sensor de humo experimental que Leslie había desarrollado en su proyecto de Ciencias.

Bajaron en cambote. Una andanada de pisadas y tropezones fue el preludio de un tropel de carreras para apagar el incendio que ya consumía las fastuosas cortinas y el Belén que tanto dinero había costado, pues fue encargado con seis meses de anticipación a la diseñadora de interiores más sonada en la ciudad. Los muebles no habían sufrido mayor daño y las cortinas podrían sustituirse prontamente con dos o tres llamadas, pero, ¿y el árbol?... ¿y el Belén?

Ya amanecía y, reunidos en la cocina, los niños mostraban una tristeza jamás vista, pues no concebían recibir invitados sin un árbol y un nacimiento exclusivos, como era su costumbre. Desayunaron en silencio y nadie se atrevía a decir nada. Al verlos, Jessica, su madre, evocó los años de su infancia cuando –a pesar de tener muy pocos bienes materiales- podía ser feliz con lo más básico. Suspiró, devanándose entre la nostalgia de los tiempos idos, la consciencia de los cambios que se habían operado en su vida y su desasosiego de madre por el pequeño trance presente.

Habían vivido tiempos duros, por eso este percance se le hacía nimio a sus ojos de adulta, pero enorme, visto desde la perspectiva del estilo de vida al que habían acostumbrado ella y Leonel a los niños. Habló por lo bajo con él acerca de los comentarios de los niños por la exclusividad del árbol y el nacimiento, comenzaron a preguntarse si estarían haciendo lo correcto, pues ambos eran de origen humilde y no querían que sus hijos perdiesen la perspectiva. Sólo en ese momento su mirada se ensombreció.

De pronto, a Jessica se le ocurrió una idea, sus ojos brillaron y recordó su infancia, cuando no tenía nada más que un pequeño arbolito de Navidad hecho de papel periódico y un nacimiento de papel maché. Salió corriendo a la biblioteca, tomó las tijeras, todas las revistas de sociedad que atesoraban por haber salido en las listas de ricos y famosos… corrió al garaje y buscó un trozo de tela metálica, pega blanca, periódicos viejos y unas cosas más.

Enseguida, regresó para encontrarse con la mirada atónita de los niños y la sonrisa cómplice de su querido esposo. Comenzó a recortar, cuadros de papel, mientras padre y madre contaban de sus orígenes a los niños y –entre preguntas, risas y lágrimas- armaron el más hermoso y exclusivo árbol con recortes de revista y un nacimiento único y totalmente novedoso para ellos. Leslie usó sus circuitos de la clase de Ciencias para iluminarlos; Richie, por su parte, con sus cualidades artísticas acabó el decorado y la ambientación y felices, lograron pasar los mejores momentos que jamás pudieran recordar. Desde ese momento, la Familia Oneroso tuvo un enfoque más familiar del encuentro navideño y se sintieron mucho más cercanos entre ellos, dejando de lado el materialismo y volviendo a lo esencial: ¡el cariño de los seres queridos!

B. Osiris B.

Una Estella de atraco

 

Suena la última campanada llamando a misa. Estella se levanta enfurruñada, coge un cuenco de agua, humedece su cabello, recoge los cartones –casa y cama de su nómada estadía- y, resuelta a sonreír de nuevo a esta vida de penurias que en su mundo no existe, toma un espejo partido que sólo arroja el reflejo de la mitad de su rostro. Se levanta el copete, sonríe, da una segunda sacudida a los cartones que apila al borde del barranco que es su morada. Con un brinco de gacela, salta la barda que separa el barranco de la autopista. Camina por la orilla de la vía rápida en sentido contrario al flujo vehicular. Hurga en el fondo de lo que ella llama su “bolso de mano” –un andrajoso vestigio de lo que fuese una cartera Louis Vuitton- y saca con una mirada pícara, imitando las poses de una streapper, un pequeño traje de Santa, muy femenino y sensual y opuesto totalmente en estilo y estado de conservación al bolso que ha sido su reservorio.

Estella sonríe al percatarse que el tráfico se detiene para ver su show. Se posa en la rama en una mata de guayaba que crece a la vera de El Guaire con la habilidad de una joven malabarista y en un dos por tres, la andrajosa limosnera se convierte en una sensual “Santa Claus” que causa una congestión fenomenal en la autopista. Se oyen carcajadas de los choferes, las mujeres gritan y uno que otro atrevido grita: “¡esa tipa está de atracoo!”. Se oyen silbidos, gritos aupando a la revelación del día.

En dos brincos, se baja de la rama, hace una reverencia y –hurgando de nuevo en el mágico bolso- saca un megáfono, y grita: “Feliz Navidad”. La gente, entre impresionada y divertida, no logra asimilar la sorpresa de ver surgir de entre los vehículos más de una docena de duendecillos –jóvenes adolescentes- que, pistola en mano, arrancan celulares, carteras y cuanta pertenencia de valor tengan a mano pilotos, copilotos y demás acompañantes.

Otros dos brincos, de vuelta al árbol Stella vuelve a dar el show con sus erectos senos al aire. ¡Más sorpresa!, suena una sirena. Sensación colectiva de alivio ante la posible presencia policial. Desaparecen los duendes en una carrera. Entre los senos y la sirena nadie los vio partir. La gente comienza a bajar de los vehículos. Una moto. Sirena más cercana. Un frenazo anuncia a un motorizado ataviado de Santa, a juego con el traje de la comandante de la banda “Los Navideños”, muy buscada en las últimas semanas. Otro brinco de Estella quien, con una gran carcajada, de acróbata nudista, se torna en “parrillera” del recién llegado. Cierra el show gritando: ¡Feliz Navidaaad!... y se pierden por las callejuelas de la ciudad, aprovechando el tráfico y la confusión.

 

 

Epanadiplosis

 

 

Epanadiplosis de besos nuestro encuentro
apasionado y loco de principio a final
dándonos por completo en un momento
de epanadiplosis explosiva y pasional.

Caricias al inicio y, al final, ¡caricias!
¡Maremágnum de estrellas mis ojos vislumbran!
alumbran mis labios besos que te alumbran
¡albricias, que te quiero!, ¿me quieres? ¡Albricias!

Retórico el deseo, lúbrico el momento
que en epanadiplosis de este amor elocuente
nos une en cuerpo y alma irremediablemente
para dar rienda suelta a nuestros sentimientos.

                                                Con la luz de esta luna brillante, caraqueña,
                                                   ofrendamos sin riendas en la fecha bendita

 

 

Nuestra escritora invitada, es oriunda de Venezuela, amante del buen escribir en prosa y verso. Además es docente en ejercicio.

Belkis Osiris Bocaney