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TRINANDO

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DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITORES: PATRICIA LARA P. (COLOMBIA)  - CARLOS AYALA (MÉXICO)

AGOSTO DE 2015

NÚMERO

5

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Las Chivas. JesúsAntonio Báez Anaya (Colombia)

Réplicas de Madera

Luis Ernesto Martínez Quiroz

PÁGINA 1

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Tomsk

 

Eran los inicios de Noviembre, la fuerte ventisca era rara para las fechas. Nevaba casi todo el día, salvo por unos minutos durante la tarde, el frío era muy fuerte y la nieve se acumulaba delante de las puertas tanto del puesto de investigación como del cobertizo de suministros, lo que provocaba que el andar de uno al otro se convirtiera en una tarea casi titánica, debido al nivel de nieve y el estar desprovisto del equipo necesario para ese frío; la oscuridad era lo peor, sólo una tenue luz de vez en cuando te avisaba que era de día.

El puesto de investigación biológica de la tundra en Siberia era cómodo pero, no muy cálido: el laboratorio, la cocina, el comedor y el puesto de radio estaban en la planta baja de la estructura, la segunda planta era para el área de estar y los dormitorios. Sólo uno se ocupaba, ya que los demás científicos habían partido 5 días atrás.

- Si tan sólo me hubiese marchado - pensaba sin cesar, al ver como la nieve se estrellaba contra las ventanas y el viento silbaba a través de pequeñísimas aberturas entre los vidrios que se esforzaba por cerrar apenas los escuchaba.

Una muestra a 25 metros de profundidad era lo que lo había detenido allí; perforó un hoyo en la tierra y se topó, en la mañana de la partida, con algo congelado, diferente, algo rojo brillante que estaba justo ahí. Les rogó  quedarse a revisarlo para regresar a Tomsk con algo nuevo que enseñar en la universidad; era obvio que, si se apresuraba, durante el trayecto, no tendría el tiempo para los cuidados necesarios hacia la preciosa muestra. Uno de sus compañeros insistía en quedarse pero, sabía que su esposa e hijo recién nacido le esperaban en casa y, retrasarlo sería contraproducente. Total, 15 días más en el puesto no harían la diferencia en su vida, estuvo otros 15 días en el laboratorio de la universidad con todos esos pasantes y ahora, tendría la oportunidad de trabajar solo, a su ritmo, con sus reglas, 15 días de soledad a cambio de un ambiente de trabajo deseado: era hermoso.

- Una muestra más – se decía y tomó el trineo, enojado con él mismo, ya que había contaminado la muestra pero, era temprano, tenía tiempo suficiente para viajar más de 40 minutos al sitio de toma y tres horas más para lograr la extracción definitiva. Cuando miró al cielo, nubarrones negros anunciaban la terrible tormenta, dejándole saber que si no se apresuraba quedaría varado en la tundra.

 

Analizar la muestra tendría que esperar, comenzar los preparativos para el evento climático atípico era la prioridad: aseguró el cobertizo y cubrió la gasolina con un par de mantas térmicas, así como el trineo y despejó la entrada. Tomó comida, más de la necesaria, algo así como para 5 días - nunca está de más ser precavido - se decía, mientras cargaba la caja con los alimentos y entraba al laboratorio.

El análisis ahora era su prioridad. Desentrañar los secretos que ese rojo carmesí le brindarían y regresar a la universidad con un nuevo descubrimiento: tal vez un alga o algún otro ser vivo, congelado y preservado en esa sustancia roja… Fue entonces cuando lo asaltó el recuerdo de las leyendas de esa área: la hambruna de 1911 donde más de 100 mil personas habían muerto; los perros, gatos y ratas sirvieron de alimento, al igual que la carne humana llegó a ser comida para los sobrevivientes… Los miles que se habían marchado a buscar cortezas y nueces, para pan y comida y que nunca volvieron a Tomsk…

Leyendas aún más extraordinarias comenzaron a recorrer sus pensamientos, por ejemplo, la de los lobos-hombre que hablaban como humanos, pero corren en 4 patas, la casa que corría por la estepa con unas enormes patas de gallina o el susurro en el viento, como el canto de una sirena, que en los gélidos meses de invierno nos daba un nombre: "Baba Yaga".

 

Pero eso fue un salto, una jugada de su mente, un desliz en la certeza y en su escepticismo; es al hombre y a la locura a lo que un científico tiene que temerle, a esas extrañas leyendas no, tal vez a la helada que se aproximaba, pero a las leyendas no, a contaminar la muestra y no poder volver o no encontrar el sitio de la toma en la nevada, pero a las leyendas no. Procuraba tomar aplomo de su educación e inteligencia para no volver a caer en esas patrañas y poder dormir bien aquella noche que, con cada hora que pasaba, se tornaba, cada vez, más fría.

Usando la radio llamó a la Universidad de Tomsk avisando que estaba bien, tal como lo indicaba el manual del laboratorio. La respuesta fue una advertencia: en la zona en la que se encontraba, se estaba formando una tormenta muy fría y muy extraña. Provenía de 50 km más allá de donde se había tomado la muestra y seguía una línea recta hacia donde estaba el laboratorio, le dijeron que tomara precauciones y que si algo sucedía irían lo más pronto posible, pero que se cuidara, si esa tormenta seguía así, lo más pronto posible serían unas 24 a 36 horas, según el tiempo y los caminos. Él contestó que no se preocuparan, que ya había comenzado los preparativos para la tormenta y que se reportaría cada 12 horas para su tranquilidad. Se despidió diciendo de manera sarcástica - ¡Oh!, se aproxima una tormenta – y, dejando el micrófono, se retiró a dormir; la extracción y el recoger los suministros le había cansado mucho.

 

Un súbito ruido le despertó, la oscuridad de la cabaña era profunda y en la chimenea, apenas si quedaban brazas, encendió la luz y echó leña sobre ésas casi cenizas. Usando el soplete, una y otra vez, logró encender los leños. Suspiró con la recompensa del calor y se sintió satisfecho, como si hubiera logrado una hazaña épica, sonrió al tiempo que decía - es hora de cenar -.

Sopa de lata era el platillo, creía que a las 11:30 de la noche era una buena hora para cenar. La preparación debía ser siempre simple, el sabor del día: camarones con fideo. - Mataría por unos camarones con fideo reales, pero preparados en Fiji, no en la marmita de todos los días -, se dijo.

De pronto, el viento hizo vibrar las ventanas con sus protectores, movía las llamas de su chimenea y pequeña estufa, - esta tormenta no es igual a las demás -, pensó mientras cuidaba la flama de la preparación. Se podía ver el blanco de ése frío que se aferraba por entrar por debajo y arriba de la puerta, y que el calor dentro luchaba por impedirlo. Por primera vez sintió preocupación, una gélida sensación recorrió su piel, de ésas que anteceden a una catástrofe, algo no estaba nada bien, algo sentía diferente.

Miró a su alrededor, la luz de la chimenea y lámpara iluminaban muy bien la planta baja, pero era algo… tenía la sensación como si alguien lo observara desde afuera, atravesando las paredes… y crecía el sentir, siguiendo con la vista sus movimientos de un lado a otro, de pared a pared. La cena ya no importaba, un golpe de adrenalina avispó sus sentidos y, sin más, corrió hacia la estantería donde estaba la escopeta, a trastadas sacó las llaves y, más que rápido, abrió el candado y sacó el arma. Después de cortar el cartucho, el viento cesó, como si supiera que estaba dispuesto a usar el arma contra lo que fuera y allí, junto a la chimenea, esperó mirando en todas direcciones.

Movió la cabeza, intentando despejarse - esas leyendas me provocan éstos espasmos de simpleza - dijo sin mayor preocupación, dejó la escopeta recargada junto a la mesa y continuó con la sopa que ya casi estaba lista, comió despacio mirando a su alrededor, pensando en atrancar la puerta, no fueran osos o lobos quienes se habían acercado al oler la sopa en este frío repentino… se levantó con la taza de sopa en la mano, puso seguro a la puerta y el tablón para asegurarla, - por lo menos por la puerta no entrarían -, pensó.

Se acercó a la ventana y al mover la persiana vio que la nieve tenía ya unos 40 centímetros de acumulación, lo cual era muy inusual con esos vientos - debo de cuidar la leña - dijo suavemente, - no sé si la nieve me deje ir mañana al cobertizo por más -

Subió a la habitación y bajó un catre hacia la sala, volvió a subir, aseguró las 4 ventanas y cerró las persianas. Tomó suficientes mantas y bajó un pequeño reproductor para escuchar música, atrancó con una silla la puerta, cerró las persianas y cortinas de la parte baja, apagó el generador y las luces se fueron, sólo el resplandor de la chimenea iluminaba la planta baja y sin más se dispuso a dormir, no sin antes dejar bajo el catre la escopeta - Nunca está de más -

Minutos después, una vibración intermitente en el suelo lo sacudió, como si algo pesado estuviera afuera caminando, acechando… una vibración tras otra y, de repente, un ruido muy conocido: un raspar de madera, un simple raspar continuo de madera que iba de una esquina a otra… saltó del catre y tomó su arma, conforme se acercaba a la puerta, levantó el arma y apuntó, con ese peso, evidentemente no sería complicado derribar un cerrojo y un tablón, su mente quería reaccionar, pero el miedo le invadía… quería gritar pero no había porque hacerlo, era claro que “eso” ya sabía que estaba ahí solo pero, tal vez no sabía que estaba armado, así que el factor sorpresa aún estaba de su lado.

Cuando el ruido llegó a la puerta, ésta no se movió, pero veía como el hielo comenzaba a envolverla, tomando todo el color gris y transformándolo en blanco nieve, sus manos temblaban pero se aferraba al arma como única medida para sobrevivir… retrocedió y el ruido continuó su recorrido por el resto de las paredes hasta situarse junto detrás suyo, en la chimenea… respiró profundo y un golpe tremendo lleno de ruido y miedo la cabaña… eso ahora estaba en el techo. Paso tras paso, recorría las tejas y se escuchaba el crujir bajo sus pies, pero… ¿qué era lo que saltó casi 6 metros al techo?, sus dedos estaban ávidos por disparar, sin embargo, estaba consciente que si hacia un hoyo al techo, la tormenta acabaría derrumbándolo todo y moriría congelado. No, esa no era opción…

Salir y correr al trineo, alejarse de la cabaña y correr 12 metros en la tormenta, abrir el cobertizo, encender el motor y salir a toda prisa hacia donde fuera en una tormenta ártica en Siberia era un suicidio, no existían muchas opciones, solamente esperar y esperar.

De pronto, rompiendo el silencio, se escuchó - Se que estas allí - dijo una voz desde arriba de su cabeza -Se que ansías que pasara algo extraordinario- sonaba otra voz desde fuera de la puerta - Algo que nadie hubiera visto y fueras sólo tú quien lo relatara - hacía eco en el tiro de la chimenea, miró a su alrededor… uno, dos, tres… tres disparos, fácil de hacer si fuese un cazador… pero no, era solamente una rata de laboratorio, conteniéndose, pensó de nuevo que tal vez sería su mente jugando con él y que no había nadie ahí afuera… nadie sobrevive a 35 grados bajo cero y menos con esos vientos.

- No queremos entrar, queremos que tú salgas y tendrás que hacerlo una noche u otra, tarde o temprano saldrás de allí y estaremos afuera esperándote - decían las voces al unísono. - En un día de tormenta allí estaremos, para ti, estés en donde estés - se escuchaba por la chimenea - En el frio invierno estaremos esperando por ti -

Las horas pasaron y, más no se escucho, sólo el sonido del viento golpeando las paredes, el cansancio al fin le derrotó. Cayó dormido en la silla junto a la chimenea. Despertó de golpe al día siguiente, aproximadamente a medio día. La tormenta había cedido y sólo la nieve impedía que abriera la puerta, con incertidumbre, abrió una de las ventanas del segundo piso y se dio cuenta que había unos 2 metros de nieve sobre la entrada principal. Se armó de valor y tomó lo más importante de su investigación: metió en una hielera la preciada muestra, provisiones para el camino y dispuesto a viajar 280 km hacia el pueblo más cercano, abandonó la cabaña y subió a su trineo.

Nada logró hacer que volviera, ni que hablara algo de lo que había pasado los 2 días anteriores a que llegara a Kustov, caminando apenas, deshidratado y muerto de cansancio… aferrado al recipiente de la muestra y la correa de la escopeta que tenía el cañón doblado… los hombres que le encontraron lo arroparon, lo cuidaron y, a los 5 días después de llegar, vinieron por él y se fue sin mirar atrás… rumbo a Moscú. Claro, no sin antes relatarnos lo sucedido… y ahora entiendo porqué no quiso volver, entiendo porqué no miró atrás… pues, en el verano, otros científicos fueron a esa cabaña y encontraron 3 cadáveres descompuestos: uno en el techo, uno en la puerta y otro cerca de la chimenea, según ellos, todos habían muerto de hambre y, uno de ellos tenía una perforación en el pecho, del tamaño exacto del taladro de muestras de nuestro amigo.

 

 

Luis Ernesto Martínez Quiroz, mejor conocido como Lemus en el mundo de los cómics y juegos de rol, es uno de los legendarios jugadores y Game Masters de la primera generación en México. Nacido en Monterrey, Nuevo León, México.

Estudió Técnico en Terapia Física y Rehabilitación en la Preparatoria Técnica Medica y es Licenciado en Educación Secundaria con la Especialidad de Historia en la Escuela Normal Superior Moisés Sáenz Garza de Monterrey. Tomó cursos de Teatro y Oratoria y cuidado de Pacientes con Sida. Asistió a congresos de educación por parte de las Normales de Saltillo y Guanajuato. Imparte cursos de Desarrollo Humano en la Secundaria donde labora para los padres de familia enfocándose en las necesidades de los adolescentes y su trato.

Juega Rol (RPG, Roll Playing Games) desde los 15 años y ha estado inmerso en ese mundo fantástico desde ese tiempo y, hasta ahora, ha diseñado 2 juegos. A su vez, también es conocido por su maravilloso modo de desarrollo de historia como personaje y como Historyteller (cuenta cuento / desarrollador de historia). Nos comparte parte de la chispa de su ingenio con un cuento de su autoría.