EL PODER DE LA PALABRA ESCRITA

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TRINANDO

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DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITORES: PATRICIA LARA P. (COLOMBIA)  - CARLOS AYALA (MÉXICO)

JUNIO DE 2015

NÚMERO

3

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Abraham Eduardo Méndez Yáñez

   

 

Abraham Eduardo Méndez Yáñez, mejor conocido como AMEDEBVY. Vio la luz en Ciudad Mante, Tamaulipas, México; sin embargo, su residencia ha sido en la ciudad de Monterrey. Es Instructor de Danza, por vocación, y Licenciado en Educación Especial, de profesión. Ha vivido por, para y de la danza. Trabaja, como todo ente social, en una actividad educativa. El autor nos dice: “mi escritura siempre ha sido espontánea y dentro de cuatro muros, muy pocos conocen de ella; me he dedicado a escribir sin una técnica definida, prácticamente soy empírico y te aseguro que no sé si lo hago bien, pero me apasiona y  llena mi vida. Es una pasión y un desahogo a mi alma, mi única intención es trascender y saber que fui leído. Escribo con el corazón, el alma y con un pensamiento puro y sano.”

  

UNA ANECDOTA PARA REFLEXIONAR

 

El señor Agustín es un hombre y caballero en toda la extensión de la palabra, tiene una familia que atesora inmensamente, cuenta con un trabajo estable, termino la prepa y una carrera técnica; en apariencia su vida es normal, la historia de esté, es la que trataré de describir, ya que me dejo una lección inolvidable.

 

Cursamos juntos la primaria; su apariencia era la de un niño más corpulento que la del resto, pero esto contrastaba con su carácter; dócil, servicial y de forma exagerada muy manipulable, cuidaba con mucho tesón a sus hermanos menores y a los compañeros que lo necesitaran, en la hora del descanso su mamá, de manera ocasional, le llevaba lonche o se lo ponía desde la mañana; y bien que se nutría ya que se comía dos tortas llenas de frijoles con huevo y casi un litro de café con leche, de vez en cuando lo compartía; jugaba muy rudo y por su tamaño era tosco en sus expresiones, mas no lo hacía con maldad o coraje, no era muy aplicado pero se esforzaba por tener hechas las actividades.

 

Esporádicamente platicábamos de nuestras familias (Mundo, Bernardo, Idelfonso, Agustín y Yo) 5 éramos los compañeros que nos juntábamos en la hora de descanso y después de la escuela, nos considerábamos amigos; el papá de Mundo era dueño de una flotilla de peseras que transitaban en el topo chico, los papás de Bernardo, Idelfonso, y el mío trabajaban en una empresa como obreros y el de Agustín tenía un taller de soldadura que lo atendía en su propia casa.

 

Agustín tenía una media hermana mayor que no era hija de su mamá solo de su papá y con la que frecuentemente había problemas, todos vivían en la misma casa; cabe señalar que la mamá de Agustín era de menor edad que su esposo, el señor se la pasaba prácticamente todo el día en el taller y poca era la convivencia que existía entre Agustín sus hermanos y su papá, Agustín poco platicaba de su familia y solo se conformaba con escuchar las anécdotas, situaciones o incidencias de nuestras familias.

Trabajaba por las tardes ayudando a su padre y casi no salía con nosotros, las pocas veces que lo visitamos en su casa, su papá siempre con apariencia de enojado en ocasiones salía a hablarle para que continuara lo que estaba haciendo y le hablaba fuerte e incluso mal.

 

Una mañana de trabajo escolar en viernes si mal no recuerdo, después del descanso entramos al salón, la maestra se había quedado en la dirección atendiendo un asunto; en el pizarrón había una operaciones matemáticas por resolver, Agustín tomo un gis y empezó a realizarlas, de pronto se acerca Juan José; un niño problemático y muy chiflado que presumía de tener dinero, - era el rico de la clase y por lo cual creía que todos deberíamos rendirle pleitesía-, empezó a escribir en el pizarrón invadiendo el espacio que Agustín utilizaba, este a su vez lo aventaba en son de juego para que lo dejara continuar con los problemas, pero Juan José se sintió agredido y con enojo también lo empujo, mas no le ocasiono ninguna molestia, Agustín solo volteo y sonrió; de nuevo fue aventado Juan José y cayó al suelo, se puso de pie; con más coraje y odio reflejado en su rostro tomo una tabla que hacía las veces de banco en un pupitre para dos, está media por lo menos un metro y su grosor era considerable, en ese momento a Agustín se le había caído el borrador y se inclinó para recogerlo quedando con la espalda en forma de mesa y en una posición más que adecuada para recibir santo garrotazo que Dios guarde; Juan José con todas las fuerzas que le generaba su rabia quebró en la humanidad de Agustín esa tabla, para asombro de todos esté solo se enderezo sacudió su espalda y continuo escribiendo; Juan José se soltó llorando de impotencia al ver que inmutable se quedaba Agustín, sin emitir quejido alguno; todos estuvimos atolondrados y solo el grito de la maestra Toñita nos sacó del estupor en que nos encontrábamos; -¡Agustín!-, exaltada lo tomo de las patillas y lo saco del salón junto con Juan José al que levanto del suelo pues ahí se encontraba, tirado y llorando, la tabla a un lado de él quebrada.

 

La maestra no se había dado cuenta del incidente ni de la realidad del asunto, solo atino a concluir al juzgar lo observado: Juan José llorando, Agustín en el pizarrón, la tabla quebrada y tirada en el suelo; el culpable.-Agustín, la victima.- Juan José, el cuerpo del delito.- la tabla partida en dos.

 

La maestra regañaba muy molesta, podría decir que enojada a Agustín, sin permitir que nadie le explicara la situación y peor aún, no lo soltaba de la patilla y le daba de zapes en la cabeza cada que le recriminaba su conducta; Agustín solo la miraba, Juan José por estar llorando no articulaba bien sus palabras y no se entendía lo que decía, después de un rato la maestra se calmó y permitió que algunos del grupo le relatáramos el conflicto que se había suscitado y en el cual él que ella consideraba culpable era en realidad la víctima.

 

La maestra después de escucharnos se acercó a los dos para que cada uno explicará lo sucedido; Juan José todavía enojado y llorando expuso su defensa, Agustín solo observaba y no decía nada, la maestra le pregunto a Agustín cuál era su explicación y esté solo le dijo que no había iniciado el problema, pero que estaba acostumbrado a que le echaran la culpa y le llamaran la atención; la maestra ya mucho más tranquila y con un gesto de preocupación le pregunto que si aún sentía dolor o molestia después de haber recibido tamaño trancazo, Agustín contesto que no y que eso no era nada; y sin más se levantó la camisa y nos mostró su espalda;  a todos nos dejó helados, pasamos de la admiración, al dolor y a la impotencia, la maestra volvió a gritar -¡Agustín!- pero esta vez fue de sinrazón, llevándose las manos a la cara, la espalda de Agustín reflejaba las huellas de una acción inexplicable para todos nosotros; marcas, cicatrices, laceraciones y llagas aun frescas de lo que parecían cordeles, varillas o alambres que le hacían la forma de surcos gruesos y desuniformes en todas direcciones e indiscriminados; no entiendo aun a esta mi edad cuanto odio, rencor, salvajismo encerraban esas palizas recibidas.

Todos quedamos en silencio la maestra lloro ante nosotros y continuo llorando después en el baño, el incidente inicial paso a segundo plano; en ese momento no existía explicación alguna al maltrato del cual era objeto Agustín.

 

Llore y aún sigo llorando cada que lo recuerdo y cuando lo platico como anécdota de nuestros días de escuela. No ha cambiado mucho la personalidad de Agustín, a la fecha sigue siendo jovial, servicial y atento ante la vida.

 

Pasaron los años y aquel señor que lo trataba mal y ahora sabemos cuánto; empezó a ver deteriorada su salud a razón de su trabajo; perdió la vista por completo y se vio en la necesidad de buscar apoyos extraordinarios, la hija en la que había fincado sus esperanzas y a la que consintió, se fue de la casa y se llevó los ahorros que había juntado su padre, dejándolo prácticamente en la calle; Agustín se puso al cargo del taller y de trasladar a su padre a todo lugar donde lo necesitará sin reflejar un atisbo de rencor u odio; este es Agustín, un niño que ante la adversidad y los obstáculos que la vida le tenían deparado ha salido adelante.

 

Todos tenemos una historia que contar y en ocasiones pensamos que la nuestra es la peor que nos tocó; permitámonos solo un momento voltear a nuestro alrededor y observar que tenemos la oportunidad de tender la mano a otro que más lo necesita; en la medida que lo hagamos, tendremos la posibilidad de realizar nuestros objetivos y más aún, encontrar el camino para una mejor calidad de vida.

 

 

YO SIEMPRE TE HE DE AMAR

 

Si no me quieres escuchar

Yo siempre te he de amar

Si no me quieres escribir

Yo siempre te he de amar

Si no me quieres leer

Yo siempre te he de amar

Si no me quieres encender

Yo siempre te he de amar

Si no me quieres contestar

Yo siempre te he de amar

Si no me quieres mensajear

Yo siempre te he de amar

Y aunque me mantengas apagado o bloqueado

Yo siempre te he de amar

Si me quieres corregir

Yo siempre te he de amar

Si me quieres guiar

Yo siempre te he de amar

Si me quieres atender

Yo siempre te he de amar

Si me quieres hablar

Yo siempre te he de amar

Si me quieres mirar

Yo siempre te he de amar

Si me quieres tocar

Yo siempre te he de amar

Si me quieres besar

Yo siempre te he de amar

Si me quieres acariciar

Yo siempre te he de amar

Si me quieres amar

Yo siempre te he de amar

Y aunque tú nunca me quieras

Aun así yo siempre te he de amar

Si me quieres discutir

Yo siempre te he de amar

Si me quieres reprimir

Yo siempre te he de amar

Si me quieres reprochar

Yo siempre te he de amar

Si me quieres exhibir

Yo siempre te he de amar

Si me quieres humillar

Yo siempre te he de amar

Si me quieres odiar

Yo siempre te he de amar

Si me quieres ver llorar

Yo siempre te he de amar

Si me quieres matar

Yo siempre te he de amar

Si me quieres ver morir

Y aun después de muerto yo siempre   te he de amar.

 

   

PLEGARIA

 

Tú eres mi paz, mi bastón, mi calma, mi pedestal, eres mi consuelo

Eres en donde poso frágilmente mis pies; el suelo

Me arropas en tu manto

Y declino mi cabeza en tu regazo

Recoges en tus manos mi llanto

Mientras me encuentro tendido en el suelo en un quebranto

No me exiges nada, solo arrepentimiento

Y yo te pago mal y en descontento

Agravio tu sabiduría y no te comprendo

Pues te entregaste al hombre sin remordimiento

Sin mediar palabra te entregaste entero

Para limpiar mis pecados y sentirme completo

Tú eres mi paz, mi bastón, mi calma, mi pedestal, eres mi consuelo

Eres en donde poso frágilmente mis pies; el cielo.

 

A la memoria de la Sra. Rosa María Mosquera Pesqueira 8 de nov. 2013

 

 

DOS DAMAS

 

Hermosas damas

que caminando van.

Una es divina inocencia,

la otra pura maldad.

Una se entrega

por complacencia,

la otra cobra por dar.

Una es pura decencia,

la otra no es mujer de fiar.

 

Preciosas damas

que caminando van.

Una te trata con indiferencia,

la otra muy fácil

se ha de entregar.

Una entrega su amor

y no pierde la dignidad,

la otra te ofrece sexo

y no se deja engañar.

 

Una te dice:

"Te quiero

de aquí a la eternidad”,

la otra te dice:

“A mí me gusta

solo jugar”.

Una engaña,

estableciéndolo

como verdad,

la otra es franca

y esperanzas

nunca te ha de dar.

 

Y aunque son hermanas,

pequeños detalles

las han de diferenciar.

 

 

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