EL PODER DE LA PALABRA ESCRITA

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TRINANDO

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DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITORES: PATRICIA LARA P. -COLOMBIA-  - CARLOS AYALA -MÉXICO-

DICIEMBRE DE 2015

NÚMERO

6

 

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Las Chivas. JesúsAntonio Báez Anaya (Colombia)

Réplicas de Madera

Patricia Lara Pachón

PÁGINA 2

Patricia Lara Pachón. Nació en agosto 17 de 1963 en Manizales Caldas, profesional en desarrollo familiar pero dedicada al hogar y radicada en Santa fé de Bogotá, escribe por placer y locura uno que otro cuento o poema. En los que da rienda suelta a esa imaginación plagada de personajes reales o ficticios que cobran vida un instante y duermen muchos más.
 

El engaño

 

Llegó rendida de cansancio pero feliz.  Los había deslumbrado a todos con su hermosura.  Uno admiraba su cabello tan rubio y abundante, otros el color de sus ojos, unos más su cuerpo tan esbelto y bello; tanto así, que parecía esculpido por  el mismo Miguel Ángel.

Ya en casa aun sonriente  se disponía  a darse una ducha bien caliente; se empezó a desnudar, dejando sobre la cama, el brasier de realce, los hermosos pantis con relleno en la nalga;  luego se fue quitando una a una las extensiones de cabello hasta dejar en su cabeza; unos cuantos mechones tristes, grises y maltratados por el uso y el abuso de la plancha y el secador.  Los lentes de contacto fueron retirados con cuidado y puestos en su caja protectora, al igual que las largas pestañas.  Los zapatos altos la dejaron 10 centímetros abajo de lo esperado y al retirar la faja pudo respirar más tranquila dejando al descubierto una panza colgante y blandengue.

Se miró al espejo; reparó en sus fallas y sonrió pensado en las citas que tenía para la próxima semana.  Dos, tres, o unas cuantas más.

¿Cuánto tiempo les tomaría a aquellos hermosos señores enterarse del engaño?  No le importaba, igual disfrutaría el tiempo que fuera y cuando la dejaran, volvería a iniciar de nuevo.

 

Terror

Se despertó en medio de la noche.  A lo mejor el ruido de la música había cesado de pronto, o el arrullo del río no fue suficientemente adormilador.  A lo mejor siempre despertaba en medio de la noche y se volvía a dormir al levantar la cabeza y ver cerca a sus hermanos.

Las navidades eran lindas no por los regalos ya que no recibía muchos sino por la cercanía de la abuela y los tíos.

Abrió los ojos y a pesar de la oscuridad que reinaba no logró ver a nadie.  Notó con miedo, eso sí,  las camas vacías.  Empezó a llamar con suavidad primero y luego con gritos entrecortados por los sollozos.

Nadie respondió a su llamado así que llena de terror salió de la cama.  Se empinó un poco para abrir la puerta que daba a fuera  y miró.  Árboles que se mecían, el ulular de un búho, el río corriendo pausado; como todos los días con sus noches.

Voló por entre aquel corredor de árboles y ramas, cayó al tropezar con una piedra.  Se lastimó las rodillas pero como resorte se paró de nuevo y siguió corriendo.  No eran más que nos cincuenta metros que le parecieron kilómetros.  Afuera, en aquella especie de enramada de juncos había un hombre que fumada tranquilo.  La cancha de futbol enfrente, los rieles del ferrocarril también, las escaleras largas y empinadas; con pasos muy grandes para su altura y por fin, la calle bulliciosa, iluminada, alegre.

Tomó aire y entró a un sitio y otro de los negocios del marco de la plaza.

Por fin las vio felices bailando.  Con sus mejores trajes; la cara sonrosada por el baile y muy seguramente un trago o dos.

Al verla se asombraron.  No por verla ahí; llorosa.  No por verla con las rodillas laceradas, no por el peligro que pudo correr al estar sola en la noche.   La pregunta fue: “¿Cerro la puerta de la casa?"  Al escuchar la respuesta negativa y al conocer la presencia de un hombre ahí cerca dijeron hay que irse.

La tomaron de la mano y desandaron con ella el camino a la casa mientras alegremente comentaban lo bien que la habían pasado.

 

De profesión; ama de casa

 

Ser ama de casa es mi profesión, la que me ha llenado de grandes satisfacciones.

También estudié en un colegio y en una Universidad y claro obtuve mi título;  el mismo que me ha servido mucho en mi vida personal e incluso laboral (la labor que elegí). 

Hago muchas otras más cosas. Pero ninguna tan valiosa como la de criar a mis hijos con amor y entrega total.  Y cuidar de mi hogar como lo que es… un gran tesoro que poca gente tiene.

Eso no le resta valor al hecho de que muchas mujeres salen a trabajar fuera de casa por muchos y variados motivos y al igual que yo son mujeres valiosas.

No sé por qué nosotras mismas nos encargamos de restarle valor a lo que hacemos, en lugar de respetarnos como mujeres que somos e igualmente respetar los deseos y preferencias de cada una de nosotras.

 

 

Ella

 

Se acurruca a su lado

Se abraza
Se consuela
Se seca una que otra lágrima
Se complace en sus sonrisas
Se retira un mechón de su rostro
Se mira las manos
Se pasea
Como león enjaulado observa
Baja y sube escaleras
Sale a la calle
Regresa
Prepara alimentos
Lava algunos tiestos
Pone ropa en la lavadora
Sale al patio
Observa las plantas
Quita una flor, una hoja seca
Regresa
Acomoda un cojín
Desliza  un dedo sobre la mesa
Va por un paño húmedo
Con fuerza frota
Quita el polvo
Va al baño
Deja correr el agua
Limpia el espejo
Observa y hace
En silencio
Callada
La vida continua
Mientras ella recorre los rincones

y sin pensarlo mucho

Observa.

 

El título mundial

 

Marco se preparó toda la vida para ese momento y el momento había llegado.  Parado en tarima en frente de su pesa y además de toda esa gente que quería presenciar su gloria y que incansablemente lo vitoreaba dándole ánimo para triunfar.  Lógicamente también había detractores pero eran pocos.

Marco tomó respiración pues sabía que era ahora o nunca.  Estiró sus músculos y se agachó, tomó la barra con fuerza y al mismo tiempo con suavidad, no podía dejar que el momento se escapara. Hizo el envión inicial y al mismo tiempo sintió que sus viseras también lo hacían y el aire comprimido al parecer por toda su vida empezó a escapar.  El sonido preliminar se escuchó como una explosión y continúo como un pito que nunca acababa.

Marco dejó caer la barra tratando de contener el pedo incontenible.

Por supuesto en ese momento perdió la oportunidad de su vida;  de ser el campeón nacional de levantamiento de pesas... el título que aun ostenta es el de ser el padre del pedo más largo y hediondo de la historia.

 

Levantando paredes

 

Después de pensar y repensar en lo "mala" que soy, pues siento fresquito cuando le suceden cosas malas a la gente de la que me he dado cuenta ha hecho cosas malas; porque tomo distancia de esas personas y me alejo lo más que puedo pero, como digo, después de pensar y repensar, me di cuenta que no es que sea mala ni rencorosa: ¡solo me protejo!  Si el caso es ayudarles en algo, lo hago de corazón, ¡pero ya!; nos les dejo acercarse más a mi espíritu. Es que, ¿cómo puede uno volver a confiar en alguien que le hizo daño, se lo hizo a otro o -incluso, y hasta peor aún-a un animalito indefenso?
Con los años, (muchos, por cierto) me he ido volviendo más y más introspectiva; me he dado a la tarea -consciente e inconscientemente- de observar de lejos y despacio, me he ido cubriendo con una armadura de silencios y de sonrisas vacías, pero con ojos llenos de miradas largas. Con los años, mis muros se han alzado y pocos llegan a mí, pues he descubierto (o entendido mejor) que la amistad que dura es la que construimos hace años y ha permanecido.
Hoy por hoy, pocas personas llegan y se quedan,  o llegan y hacen un huequito en mis paredes para quedarse ahí para siempre. ¿Recuerdos? ¡Muchos!, alegres y tristes... encerrados en un corazón que, con los años, aparenta ser duro, pero que va mostrando las fisuras que terminarán con mi vida y me convertirán en recuerdos en algún momento.

 

 

Me ofrezco

Ofrézcome de amada.
Seré Helena de Troya
O Dulcinea del Toboso
Ofrézcome de inspiradora de poemas
De amor y de erotismo
Ofrézcome de visitante nocturna,
Virgen en altar florido
Seré inalcanzable si así tú lo deseas
Crea poemas para mí
abrazado a tu almohada
suéñame lentamente
inspírate en mi olor, en mi cabello
crea oscuros escritos para mi piel blanca
y poemas sencillos para mis suaves mejillas.
Inspírate en mi nombre, en mi apellido
en el color de mis ojos, mi cabello.
Inspírate en mi aliento
suspira por mi amor, cree en el mío.
Me ofrezco de adorada

 

Dolores

 

Parada allí en el terminal de transportes no sabía qué camino tomar. Había llegado a ese lugar porque así lo quiso el destino, pero igual habría podido ser a cualquier otro sitio de este país tan bello y tan sufrido.

Pensaba allí en lo que acababa de dejar atrás, su hogar, su casa, su padre, su madre, sus hermanos. Incluso la vaca aquella que le regalaron para su cumpleaños número quince. Tan cercano en el tiempo pero tan lejano en la memoria.

Recordó con lágrimas en los ojos el día que salió a lavar la ropa en la quebrada, y aquel par de hombres la tomaron por la fuerza, e hicieron con ella cosas que prefería olvidar.

Pensó en aquel pececito que nadaba en su vientre y por el que decidió escapar. Sabía que sería repudiada por todos y el hazme reír de sus amigos y familiares. Jamás les contó del ataque del que fue víctima y menos podría contar ahora que esperaba un hijo de aquel acto de barbarie y crueldad.

Por más que deseaba olvidar aquel momento no podía odiar a ese ser que llevaba dentro, lo amó desde siempre. Fue como una luz que iluminaría su vida.

No tuvo otra opción, tomó unos pesos y en la carretera paró un bus cualquiera que la conduciría a cualquier sitio, pero lejos, muy lejos de todo, de todos.

Ahora se encontraba allí parada en un terminal de transportes, con una bolsa en la que había guardado dos mudas de ropa, un par de zapatos, unos pesos y muchas lágrimas.

Se sentó en un rincón sin saber que hacer; tenía hambre y frío, mucho frío. Una señora la observaba desde uno de los negocios de comidas y bebidas, después de un rato se le acercó con una taza de café caliente y dulce. Se lo brindó y le preguntó qué le pasaba. Ella, que nunca había hablado con un extraño no supo que decir, que hacer, lloró amargamente por un buen rato, la señora apiadada esperó su respuesta y al saber que estaba escapada de su casa le brindó cobijo en la suya mientras tomaba una decisión.

Llegó a una casa grande en un barrio de clase media, tan hermosa como no había visto una jamás, fue instalada en un cuarto cerca al patio y la cocina; con baño privado y se sintió una reina.

Pronto empezó a limpiar la casa para pagar el alojamiento y la comida, también a lavar la ropa, planchar, cocinar y demás. Se convirtió en una esclava sin paga siquiera. Maltratada de palabra y obra, mientras le decían que comía de más y por eso se engordaba tanto.

Una noche sintió unos dolores espantosos, lloró, gritó hasta que los dueños de la casa, “los buenos samaritanos” la escucharon y atendieron, la llevaron un hospital de caridad y allí la dejaron. Tuvo un hermoso niño, la luz de sus ojos. Un regalo enviado por Dios para acompañarla en la oscuridad de la vida triste y amarga.

Sus patrones regresaron al cabo de unos días, seguro no encontraron otra empleada que trabajara por tan poco, por casi nada, la llevaron de regreso a la casa y la maltrataron aún más. Ahora debía trabajar el doble pues tenía que pagar la comida de una boca más; la de su hijo.

Los días fueron pasando, las semanas y los meses y el bebé crecía feliz y sonreía, ella con eso tenía para sentirse bien y contenta.

Él era su rayo de luna, su pedacito de cielo. Lo único valioso por lo que valía la pena vivir, trabajar y hasta sufrir.

Él bebe gateaba por la casa cuando los patrones no estaban, pues no les gustaba verlo por ahí “ensuciándolo todo”. Un día se encontró un frasco bonito con unos colores bellos que lo alegraron mucho, así que lo llevó al cuarto al lado de la cocina, el sitio que compartía con su madre, lo destapó y olía rico, así que tomó un poco, al sentir el sabor lo arrojo lejos rompiendo el frasco y derramando por consiguiente todo el perfume. Su madre amorosamente lo reprendió y lo confinó al cuarto de servicio. La dueña se molestó muchísimo e hizo que le pagaran su loción.

Poco tiempo después el niño recibió de regalo unas canicas, heredadas de uno de los hijos de la dueña de casa. Coloridas y brillantes; rojas, verdes, azules, amarillas. Tan bellas que hicieron sus delicias. Se divertía arrojándolas y viéndolas resbalar por todos lados. El sonido al caer y chocar por el piso lo hacía reír.
La madre ocupada como siempre en miles de deberes lo dejó en el cuarto jugando con ellas, al cabo de un buen rato regresó y lo encontró dormido en el piso. Lo recogió amorosamente y lo depositó en la cama arropándolo con todo su amor y llenándolo de besos. En ese momento se percató que una de las canicas salió de sus labios morados y vio con horror que no respiraba.

Lloró y gritó de nuevo, como cuando llegó al mundo su rayo de luz. Antes por dolor físico hoy por uno más intenso aún, más desgarrador. El dolor de la pérdida.

Lo acunó en sus brazos con el amor de siempre y supo que ya no tenía ningún motivo para vivir. Entendió que la vida es un camino de espinas y que al final ya no había nada bueno para ella.

No podía ni quería regresar a su hogar, ¿Además, cómo podría hacerlo? No tenía dinero, no sabía en qué sitio se encontraba ya que desde que llegó a allí solo había estado en el hospital y en esa casa prisión con trabajos forzados.

Buscó entre las herramientas del patrón y encontró lo que buscaba. Un lazo fuerte que seguro resistiría su peso y el de su tesoro.

En el patio de la casa había un sauce llorón enorme y atando con cuidado el lazo a una de sus ramas lo amarro también a su cuello, en su pecho atado con una sábana contra su corazón estaba su tesoro, su único y verdadero amor.

La noche era oscura, sus patrones estaban en una de las tantas fiestas a las que acudían. Mientras ella con su niño se mecían en la noche.

 

Patricia Lara P.