NÚMERO 12

ABRIL DE 2017

EN ESTE NÚMERO:

AÑO III - NÚMERO 11 - ABRIL DE 2017 - DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITORA COLOMBIA: PATRICIA LARA - EDITOR MÉXICO: ABRAHAM MÉNDEZ - REDACTOR: CARLOS AYALA

PUBLICACIÓN ELECTRÓNICA BIMESTRAL

PROMOCIONALES

SÍGUENOS EN

CORREO

FACEBOOK

EQUIPO EDITORIAL

 

 

  • ABRAHAM MUÑOZ

 

 

 

PAUTE CON LA REVISTA

PROMOCIONE SUS OBRAS LITERARIAS

 

Nuestra Revista tiene un alcance internacional, especialmente a los países latinoamericanos, por lo que garantiza una gran difusión para que los lectores, cómo público segmentado,  conozca su obra:

  • Libros
  • Revistas
  • Eventos Literarios
  • Pedagógicos
  • Publicaciones
  • Eventos

Escríbanos al correo revistatrinando@gmail y acordamos todo lo concerniente a su pauta

HOSTING, DOMINIO Y ADMINISTRACIÓN - DISEÑO WEB RESPONSIVE OFIMÁTICA PC-BERMAR - CELULAR - WATHSAPP +57 312 580 9363 BOGOTÁ - COLOMBIA

LA IRRESISTIBLE MAGIA DE LAS LETRAS

La irresistible magia de las letras

PÁGINA 11

EVELYN VALDÉS GARCÍA  -MÉXICO-

 

Evelyn Valdés García (Monterrey, Nuevo León, México), ocasionalmente utiliza su nombre artístico como Evelyn Maddox. Autora de una gran cantidad de poemas amateurs y cuentos cortos de diversos géneros, su favorito para escribir es el terror psicológico. Últimamente ha explorado en cuentos cortos eróticos.

Su gusto por la escritura se remonta a una edad muy corta. Desde la primaria obtuvo reconocimientos por su creatividad para relatar cuentos improvisados. A pesar de no contar con publicaciones, hasta el momento, ha utilizado su página personal de Facebook, así como un canal de YouTube para dar a conocer crónicas personales o puntos de vista sobre temas actuales en la sociedad.

Egresada de la Facultad de Filosofía y Letras, con un gran gusto por la lectura de la Filosofía, Psicología y Pedagogía, teniendo como ídolos a Martin Heidegger, George Hegel, Sigmund Freud, Jacques Lacan, Jacques Rousseau y Antón Makarenko, por mencionar sólo algunos ejemplos, es una mujer comprometida con el cambio social.

 

Capítulo 1 La maraña comienza

 

Sus pupilas dilatadas se clavaban como dagas afiladas en mis ojos cafés. De su cuerpo emanaba agua, deseo, sensualidad, pasión. Mi cuerpo que hasta entonces había sido sólo un desierto, encontraba por fin su pozo de agua. La sequía y la fría noche se terminaban con ese radiante sol, que calentaba el surco entre la arena hasta llegar a un oasis, donde brota un manantial con cada bocanada de aire que respiraba. Jamás pensé que en el desierto se encontrara el agua más deliciosa que mis labios hayan sentido. Era como la primavera en invierno o el invierno en pleno verano. En cada pestañeo podía vernos a ambos caminando de la mano y devorándonos con miradas de amor.

De pronto rozó en mis pabellones auriculares un ensordecedor ritmo, palpitante al compás de mi respiración, que se agitaba con cada movimiento suyo. Del pabellón se fue adentrando, agarrando confianza, cual jinete sabio con un nuevo caballo, dándole rienda para calmarlo. Yo, la yegua inexperta, el caballo rebelde, la joven novata, anhelando su cuerpo, su sudor sobre mi cara. Móntame, le decía yo a miradas.

Queriendo ser su lluvia, el arroyo donde se depositara, la furia de su embravecido mar, punzante y contenido en un volcán. Que su burbujeante lava hiciera efervescencia en lo más profundo de mi mar. A gritos me mordía los labios mientras mis ojos se cerraban. Mis manos ya acariciando la parte más sensible de mis muslos, provocando espasmos de placeres incontenibles que no me había permitido sentir antes.

Como las hojas de los árboles se mecen con el viento, se iban alborotando mis cabellos, intercalados entre el negro y el blanco, tan contrastantes él y yo como lo es mi cabellera. Pero el arte de la seducción no tiene idioma, no tiene fronteras. A sonrisas nos dimos a entender como lo haría cualquiera. Así me di cuenta que él se sentía tan frustrado como yo, de llevar la ropa puesta. Con el frío que hacía, no quedaba más que ofrecernos nuestros brazos de manera juguetona para calentarnos, invitándonos luego una copa para pasar el rato.

Experto en seducción, ya decía yo. Tan pronto como su mano y la mía hicieron tacto, en el juego de bailar para calentarnos, fui hipnotizada por sus movimientos de caderas. Ya comenzaba a decorar con mariposas mi panza, para invitarle a vivir conmigo entre mis pequeñas montañas. Más abajo hay un lago en el que podría sumergirlo sólo para provocar que el río se desborde de agua. Para reventar las fuentes que darán de beber a esos labios regordetes hasta saciar su deseo entre la espuma de las olas de un tsunami encarnado en la piel de un lobo descontrolado.

Apenas comenzaba la hora en la que cae el sereno, y yo ya era un huracán de fuego. Empapada en mis más bajos instintos, tragando saliva para contener un gemido, un orgasmo de sólo verlo. Porque ese rostro que es arte, ese cuerpo esculpido por los dioses, pecador e ingenuo que provoca goce.

Las grietas en mi cuerpo dispuestas a fundirse entre los pliegues de su piel. En cada uno arrinconarme para hacerme suya. Unirnos en un choque de galaxias para dar rienda suelta al caos que nos aclama. En cuestión de segundos mi mente viajaba de sus pupilas a la cama. Mientras él sentía mi ritmo y con su belleza me envenenaba.

En el precipitado, pero no tan casual encuentro, saltaban chispas que quemaban la habitación en donde se encontraban a escondidas sus miradas. Culpable, me decía a mí misa cada vez que lo deseaba. Culpable. Lo apretujaba hacia mi cuerpo para sentir la rabia. Culpable. Una sombra se elevaba tras de mi para cubrirme para siempre por el pecado que habría de cometer. Era culpable yo de sentir tan intensamente, y él tan culpable de hechizarme con su magia curandera para mis sequías y tinieblas.

Tanto había cuidado mi corazón de las desdichas, que me vine a enamorar de un siervo bramando en la oscuridad, siguiendo las huellas de mis heridas, desde la más abierta y superficial hasta la más honda y dolorosa que guardaba dentro en mí.

Con una ansiedad desgastante, me obligaba a no mirarle más. En esta soledad aterradora sólo tenía un aliento desahuciador para quien se atreviera a mirarme. Pero con él todo era diferente. Mis fuentes rebosantes de fragancias enervantes por las que se pierden los amantes, estaban a su disposición. No había más restricciones para mi cuerpo, no más para mi corazón. Era suya y él era mío.

 

 

 

Capítulo 2 En maraña dos

 

Apenas comenzaba el día, soleado con viento fresco, mientras las montañas me hablaban. Vigilándome a lo lejos susurraban su nombre, pero tintineantes desprecios brotaban de sus cantos. Ensordecida y asombrada por tales palabras, ignoré su consejo y me marché, cobijada por debajo del suave manto de las nubes que me tapaban del sol un tanto.

El sol caminó muy pronto de un lado al otro, sin que yo de su presencia me percatara. Ignoraba ya los astros, las razones y sólo en mí pensaba. Egoísta, como siempre, fui cediendo ante su encanto. Llevé sus atisbos de amor hasta lo más alto, donde nadie lo alcanzara, sólo mi ardiente corazón intacto.

Por la noche, ya intoxicada de su imagen, accedí a la formalidad del primer contacto. Los amantes ignorantes de las fiestas de nuestras hormonas, se fueron atiborrando de confesiones, halagos y encantos. Entre las incoherencias que decían, no previeron las consecuencias que vendrían. 

De pronto, ¿qué es lo que ha pasado? Tal vez nos confundimos, tal vez nos amamos, tal vez sólo queremos unirnos o tal vez nos engañamos. Qué más da cuando de amar se trata, de amarse no se para, pero de acercarse se han aumentado las ganas.

Vamos a escribirnos, de amores y temores, de visiones y percepciones. Del amarillo al gris nos pasamos hablando. Ya no sabíamos lo que estábamos intentando. – ¡Déjate llevar! – decía él encantado, pero en cada segundo me iba torturando. –No podemos tenernos. Tal vez eso es lo que nos está gustando. Es un juego histérico para inestables, locos poseídos por atracciones fulminantes. – le advertí. 

Haciendo caso omiso de lo que nuestras neuronas decían, cerramos los ojos y decidimos perdernos en la utopía. Así avanzó todo, tan rápido para el mundo, pero tan lento para nosotros. -¿Por qué no te conocí antes?-, quejumbroso me dijo, -no era el momento adecuado- sabiamente contesté, -y, ¿ahora lo es?-. Como un balde de agua fría me arrebató las palabras y mi supuesta sabiduría. Lo detestaba un poco porque me conocía. Sólo negué con mi cabeza, esperando que fuera una mentira, aun que precisara entender por qué lo quería.

Entrados en el romanticismo, dejamos que nuestras mentes viajaran, un poco al océano y un poco a las montañas. No escatimamos en conocernos hasta las mañanas, -¿dulce o amargo?- preguntaba curiosa, -lo más parecido a mí, cuando estoy lejos de ti, preciosa- respondió.

Así comenzó los nuestro, como una telaraña, era todo tan afinado y enmarañado, pero tan transparente y resistente. ¡Los amantes perfectos!

 

Capítulo 3 Des o ilusión

 

¿Los amantes perfectos? Anteriormente había pensado que nada me importaría para estar con la persona que amo. Un momento de reflexión… anteriormente pensé que había pensado.

Desbordante mi cuerpo de impulsos acelerados, con movimientos improvisados que guardaba para mi apetito encarcelado, pidiendo lentamente ser liberado para ir directo hacia las garras de ese hombre fiera desolado.

Como un perro se dio cuenta de mi alma en celo, me dejó atrapada, amaestrándome para recibir cuando no se hubiera ocupado. -¡No más!- le decía yo a mi cuerpo cansado, pero cuando de amores se trata, la lucha nunca es en vano.

El caballero bañado de noche, esperando cada instante, para secuestrar los ojos de su princesa. La doncella que le espera desvelada desde la torre, donde él duerme y despierta para cantarle en forma de ruiseñor la más hermosa melodía cada día.

Su piel ya tenía mi aroma favorito. Entre locos sabemos reconocernos, porque aún a oscuras, a lo lejos nos olemos. Pero estábamos tan locos, que no medimos el peligro. ¡Atrapados! Perpetuados por segundos que se vuelven eternos para pensarnos.

El sol se va. Con el ocaso, mis ojos entristecidos, a cada paso llenándose de ríos, ¿qué clase de fluidos había ahora producido? Ya no eran chorros pasionales. No podía distinguir bien, pero parecían desilusiones. Cartas deshechas. Entre el deshoje de las margaritas me preguntaba si volvería, porque cada día sufría en la agonía de no volver a ver sus ojos grandes.

¿A dónde vas cuando ya te has ido? Marte te espera entre sus rojas tierras, mientras Venus sigue hirviendo cada vez más cerca del sol. Marte te ha dado a fobos y a deimos para tu deleite narcisista, pero Venus aunque no pueda darte sombras, siempre será esa diosa romana que aguarda por ti en cama.

Aquí es donde mis alucinaciones ya no se equilibran con la realidad. Deambulando en veces por la calle, otras veces me encuentro caminando en el espacio o visitando dimensiones desconocidas. Busco monstruos sagaces que me vuelvan temerosa o astros audaces que me borren de la galaxia, sólo para no pensarte.

No funcionan tantos rituales. Tu magia me ha dominado, pero no me ha enceguecido del todo. Aún puedo ver tus lunas contorneando tu rededor. Con ese gran esplendor tuyo, como si todo el universo estuviera a tu disposición. –Nunca pensé que una diosa visitara a los esclavos-, dijiste, sin saber que mi dios eras tú. De pronto ya era tu presa perversa. Mi carne expuesta y dispuesta para tu placer.

Mientras mis vísceras se morían por dentro en la espera del momento que pudiera tenerte conmigo otra vez. Se mueve lento el tiempo y entre las manecillas tú corriendo y yo arrastrándome vigilando en la intermitencia la frecuencia en que apareces otra vez. Así te estudio, amado mío, porque no te puedo tener.

Si hablo de las posesiones, tú eres la tierra que no puedo conquistar, no porque sea ajena, sino por su libertad. En mi deseo de poseerte, perderías tu esencia, por mis caprichos incesantes de querer esclavizarte. Mi  consuelo es que en secreto seguiré amándote, pero sin esperanza de que te quedes un día más. Para que cada día que vuelvas me sorprendas.

Entonces ¿quererte o tenerte? Espera a que te cuente de por qué no voy a entenderte, ni vas a descifrarme. Antes me responderás elocuentemente aquella tarea del poema candente, el del vestido y la pregunta de respuesta carente. Mientras sigamos haciéndonos el amor en la mente. Volviendo del amarillo al negro, de mis mieles a tu café y nuestro amor impaciente.

 

 

 

Evelyn Maddox