EL PODER DE LA PALABRA ESCRITA

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TRINANDO

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DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITORES: PATRICIA LARA P. (COLOMBIA)  - CARLOS AYALA (MÉXICO)

JULIO DE 2015

NÚMERO

4

PUBLICACIONES DE ESTE NÚMERO

Las Chivas. JesúsAntonio Báez Anaya (Colombia)

Réplicas de Madera

Mara Young


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Extracto de BESOS DE CHOCOLATE, de Mara Young.

 

<>, pienso mientras nos acercamos a mi coche. Por un momento me he sentido tan culpable que me hubiera dado yo mismo un puñetazo. Ahora está aquí, dispuesta a venir a mi casa conmigo… Por primera vez en la vida tengo muchas dudas. Nunca me había planteado demasiadas cosas cuando me he enrollado con una tía, pero esta… esta tiene algo que me hace querer estar pegado a ella como una ventosa.

 

Tengo mi brazo rodeando sus hombros y es tan… tan pequeña y delicada como una flor… <<¿He dicho yo eso? ¿Cuándo me he vuelto así de cursi? Vale… pues jodidamente pequeña y delicada. Sí, ahora me siento mejor>>. Hace un intento de querer apoyar su cabeza en mi hombro, pero no llega. Eso me hace bastante gracia. Pero ha conseguido acoplarse en el hueco entre mi pecho y mi brazo y… ¡Uauuu!, acaba de rodearme la cintura con los brazos. Mmmmmm, sí nena, achúchame…

 

Nos quedan unos quince metros para llegar al coche y ya siento que se tenga que despegar de mí tan pronto. Tener su cuerpecito tan próximo me gusta… No sé por qué, pero de alguna manera me siento protector con ella. Cuando la he visto llorar me he descolocado por completo. Solo de pensar que he sido el culpable de haberla hecho sufrir… me pongo hasta nervioso de pensarlo. Aunque en realidad se lo merecía, se portó fatal conmigo… ¡ay, pobre! La verdad es que me ha dado mucha pena…

 

¿Por qué te compraste un coche color rojo? me pregunta de repente mirándome desde abajo. No sé a qué se refiere…

¿Por qué no?

Es un color de chicas… dice con una maliciosa sonrisa juguetona.

¿De chicas? me entra la risa. No te confundas, es para “atraer” a las chicas le digo para picarla.

Un Megane rojo no atrae a las chicas… un Ferrari rojo sí… Y se mete en el coche dejándome plantado y con cara de imbécil. ¿Será tonta la tía?

 

Cuando reacciono y entro, veo cómo aguanta una risilla. Tiene la mano apoyada en el mentón y mira por la ventanilla con aire despreocupado.

 

Muy graciosa… El Ferrari lo tengo en el taller y este es de sustitución. Por fin comienza a carcajearse.

Lo siento, era broma, no lo he podido evitar. Sus ojos brillan divertidos.

La risa te va a entrar cuando te tenga en la cama… De pronto su mandíbula se descuelga y me mira ojiplática. Donde las dan las toman, Rubita… Ahora soy yo el que me parto mientras arranco mi maravilloso Megan rojo que no tiene nada que envidiar a… Bueno, vale… arranco mi Megan rojo y punto.

 

En menos de media hora hemos llegado a mi casa. Durante el recorrido hemos hablado de sus gustos por la lectura, por la música, dónde estudió… En realidad no me ha dejado hablar mucho, pero no me importa; me encanta escucharla así de relajada. Normalmente parece estirada y distante, pero ahora es natural y encantadora. Me alegra pensar que conmigo no necesita esa pose de “destrozahombres”… Ya veremos.

 

Nos acercamos al portal y reconozco que estoy nervioso… No me acuerdo de la última vez que traje a una chica… ¡Ah, sí! Noelia… mejor olvidarla. Tenía más silicona que toda la obra de mi casa junta y no podía ser más estúpida.

 

Señorita… le digo abriéndole la puerta de casa e indicándole caballerosamente que puede pasar.

Caballero… hace una pequeña reverencia y entra sin dudar. La observo caminar  y mirar con detalle todos los rincones de mi salón. Cojo aire y lo suelto de golpe. <>.

¿Quieres tomar algo? ¿Te pongo una copa? A lo mejor si voy a la cocina puedo calmarme un poco.

Vale, ron con Coca Cola… ¿Este eres tú? me pregunta cogiendo una foto de mi época de instituto.

Ehhh, sí… ¡Mierda! Se me olvidó guardar esa foto en el álbum. Se llevaba el pelo afro en Estados Unidos… Veo cómo aprieta las comisuras de la boca intentando evitar reírse sin conseguirlo. Puedes reírte si quieres… añado resignado y me voy a la cocina muerto de la vergüenza, mientras la escucho descojonarse.

¿Cuántos años tenías aquí? Me horrorizo al ver que me persigue con la puñetera foto.

No sé… quince o así… ¿tú nunca has tenido una época mala?

Oh, sí… En el instituto también dice mientras se encarama a la encimera de un salto y se queda sentada en ella con total confianza. Dios… me la follaría ahí mismo.

¿Y qué tenías? ¿Culo gordo?,  ¿aparato?, ¿dos cabezas…? Me acerco a ella sutilmente.

Hummmm, era larguirucha. Cuando ve que me aproximo abre sus piernas con tranquilidad para que siga avanzando hacia ella. Noto el primer tirón en la entrepierna.

¿Larguirucha?, ¿tú? Me río alojándome descaradamente entre sus muslos.

Sí… creo que me crecieron antes los brazos que las piernas dice elevando sus cejas en un gesto de asombro.

Pues desde luego ahora tienes unas piernas preciosas… No puedo evitar acariciarlas. Noto cómo ella se remueve sobre mi encimera.

Bueno… Acerca sus manos a mi pecho y comienza a desabrocharme la camisa… no me puedo quejar. Tengo que contenerme si no quiero convertirme en un perro salido. Me está poniendo a cien.

¿Y qué otras cosas tenías raras…? le digo mientras acerco mi pelvis a su sexo y avanzo con las manos por su culo.

Pues… continúa con los botones sin apartar los ojos de mí. La boca… tenía los dientes montados. Arruga su nariz mientras me lo dice y me dan ganas de comérmela a mordiscos.

¿Ah sí? La cojo el mentón entre mis dedos índice y pulgar. Ella reacciona  humedeciéndose los labios. Pues ahora tu boca también es preciosa y… muy tentadora. Poco a poco me voy acercando y con mucho cuidado le rozo los labios con los míos. Ese pequeño roce hace que me ponga más duro si cabe.

 

Con descaro, Martina se lanza a besarme mientras me desliza la camisa por mis brazos con desesperación. Esa era la chispa que faltaba para detonar el cúmulo de testosterona que tenía almacenado en mi cuerpo y desata la locura. Subo su vestido hasta la cintura; ella levanta su precioso culo y rápidamente le bajo las bragas. Podría follármela ya, pero quiero verla desnuda. Deslizo mi mano hacia su sexo y lo encuentro totalmente empapado. Esa sensación hace que mis besos sean cada vez más primitivos y profundos; tengo la impresión de estar a punto de reventar. Agarro su pelo con fuerza y ella suelta un gemido, mientras introduzco un dedo en su vagina. Su cara… oh Dios su cara… con los ojos cerrados y la boca entreabierta… es la viva imagen del éxtasis en estado puro. Quiero que siga gimiendo, así que muevo el dedo en su interior, tocando su suave piel apetitosamente resbaladiza. Su pequeño cuerpo se agita, mientras mi boca se come la suya con absoluta ansiedad. Jadea, y hace que me suba la tensión. <>. Como quiero que se vuelva loca, introduzco un segundo dedo. Mi mano juega con ella presionando su clítoris y mientras,  clava sus uñas en mis brazos. Me duele… me excita. Encorvo los dedos hacia mí y localizo el punto exacto dentro de ella. Noto que se retuerce y cada vez la piel resbala con mayor facilidad. Mis dedos siguen torturándola y tengo que apretar los dientes para aguantar las ganas de penetrarla yo. Eso será después. De momento ella está envuelta de una turbadora imagen totalmente erótica y sensual con la que parece disfrutar. Siento que los músculos internos me presionan la mano y anticipo la culminación de tanta excitación. Acelero las acometidas y sus jadeos pasan a ser pequeños gritos lanzados directos a mi boca. Me los bebo como si fuera agua en el desierto y la acompaño con mi cuerpo de manera protectora mientras comienza a temblar. Pequeñas sacudidas  la obligan a tensarse, a la vez que mis labios acarician la piel de su cuello y ella gime consumida en el jugo de su orgasmo. Percibo su fluido recorriendo la palma de mi mano y, de alguna manera, me siento orgulloso de habérselo provocado yo. Me encanta. Relajada, apoya su cabeza en mi pecho y acaricio su pelo con suavidad. Huele especialmente bien… ahora huele a ella mezclado con sexo… Mmmmm… sublime. Ha sido maravilloso, brillante… toda una revelación.

Pero aquí no ha terminado todo. Necesito liberar la tensión que me ha producido verla correrse en mi piel. Por eso, paso mi mano bajo sus rodillas y la cojo en brazos. Me sorprende lo poco que pesa. Ella da un respingo y se agarra a mi cuello con una sonrisa lasciva. Sus ojos siguen impregnados del brillo del orgasmo y siento como si mil feromonas volaran a nuestro alrededor como luciérnagas.  No veo, no huelo, no oigo, no toco, ni saboreo otra cosa que no sea ella. Reconozco que estoy completamente embriagado.

Avanzo por el salón con Martina a cuestas hasta llegar a la habitación. Observo cómo ella vuelve a curiosear, pero enseguida se centra en mí de nuevo. Se libera de mis brazos y, agarrándome de la cinturilla de los vaqueros, me lleva hasta el borde de la cama. Yo le sigo como un marinero hipnotizado por una preciosa sirena. Se detiene frente a mí y me agarra las muñecas. Las levanta observando los tatuajes de mis antebrazos y sonríe… ¿satisfecha?... la verdad es que no lo sé. Su cabello rubio está despeinado y ella tiene un ligero rubor en las mejillas… sexy; no tengo otra palabra. Da un paso hacia atrás y me mira a través de sus pestañas. Con calma se lleva las manos a un lado y veo cómo baja con desesperante lentitud la cremallera de su vestido mientras se muerde el labio deliberadamente. Siento los testículos cada vez más duros, pero saco fuerzas para seguir mirando… este espectáculo no tiene precio. Su ropa se desliza por su cuerpo y por un momento la envidio; yo quiero hacer lo mismo. Tengo ante mí una preciosidad de piel acaramelada y perfecta, con un sujetador negro de lo más sugerente. El resto está perfectamente depilado y dispuesto a darme la bienvenida. Creo que estoy salivando y me obligo a cerrar la boca. Hábilmente suelta el enganche y el sujetador se reúne en el suelo con el resto de la ropa. No puedo más y me lanzo a ella. Me acerco sintiéndome un lobo a punto de comerse a un cordero. Le devoro sus carnosos labios mientras tumbo su cuerpo en la cama… quizá con excesiva efusividad, lo reconozco… pero ahora mismo no puedo ser dueño de mis actos. Estoy pensando con mi segundo cerebro. No parece que a ella le moleste; aparenta sentirse excitada, eso es buena señal.

Lo primero que necesito es saborear sus pechos… Ni grandes, ni pequeños… son perfectos. No como la exageración que tiene su amiga… No, estos tienen el tamaño ideal. Barro con mi lengua su contorno y ella vuelve a gemir mientras se mueve inquieta bajo mi cuerpo. Exquisitos. Después de catar la periferia me voy aproximando al plato principal. Me entretengo con su pezón; lo beso y lo chupo, terminando por morderlo ligeramente. Sabe tan diferente a todo lo demás que he probado que no me quiero separar de sus tetas. Me están enloqueciendo. Mientras, mis manos acarician la piel de su tripa y su cadera, que siento cálida y bañada por una finísima capa de sudor. Eso también lo quiero probar. Con pesar abandono sus pechos para descender tranquilamente hacia abajo. Oigo cómo suspira profundamente y sé que esto también le excita, con lo cual avanzo confiado. Me recreo en su ombligo, que se encuentra anidado en un vientre liso y seductor. Y continúo haciendo mi propio slalom entre sus piernas, que abro sin miramientos cogiéndola de los muslos. Ella se estremece ante mi brusco gesto y por un momento pienso que ha sentido pudor, pero noto que se vuelve a relajar, abandonándose a mis caricias. Prometiéndome no volver a ser tan burro, me vuelvo a concentrar en ella. Su sexo… es como una fruta prohibida abierta solo para mí. Brillante y rociada de su propio jugo, me llama, me reclama y me pide que juegue con él… ¿cómo negarme? Sus piernas tiemblan al adentrar mi lengua entre sus suculentos pliegues. Levanta sus caderas retorciéndose y yo la agarro del culo para mantenerla junto a mis labios. Degusto desde el clítoris al perineo, no me quiero perder ningún manjar. Vuelvo a su clítoris y ahí juego dando breves toques a ese trocito de carne ahora hinchado, para pasar a absorberlo entre mis labios. Frustrada, clava sus dedos en mi pelo y me lo agarra con fuerza. Eso me pone demasiado cachondo. <>.

Me separo de ella y veo que tiene una ligera expresión de desconcierto. Con rapidez, me deshago de los zapatos, los calcetines y mis pantalones junto con los calzoncillos. Sonríe y continúa con las piernas abiertas… otra buena señal. Cojo un preservativo de la mesilla y me lo pongo en tiempo récord.

Avanzo a cuatro patas por encima de su cuerpo, mientras doy un repaso con mi boca a todas las zonas que he degustado por si se me ha olvidado algún detalle, y siento que solo me falta rugir. Una vez que estoy bien colocado, vuelvo a besarla con desesperación. ¿Qué tendrán sus labios que me vuelven loco? Mantengo mi cuerpo sostenido por mis brazos para no aplastarla. Siento un calor tremendo que me embarga y no puedo demorar más el momento de poseerla. Sitúo la punta en su entrada y empujo lentamente con mis caderas. Ella se desmadeja bajo mi cuerpo y se abre completamente a mí, gimiendo de placer. No hay resistencia, pero sí noto que su húmeda vagina succiona mi pene de forma que tengo que hacer grandes esfuerzos para no correrme ya. Con las medidas tomadas, pruebo a empujar más fuerte y ella lo acepta totalmente inundada en un canto sexual de gritos en mi oído. Me enreda con sus piernas y clava sus talones en mi culo para hacer fuerza contra mi cuerpo. Sí… esto es el paraíso; tengo a mi propia Eva comiéndose la manzana a grandes mordiscos. Continúo embistiéndola sin piedad y ella eleva sus manos sobre su cabeza, agarrándose al cabecero. La escena que presencio no puede ser más tentadora, pues ahora sus pezones me apuntan y hasta me intimidan. Como es de esperar, bajo la cabeza para atraparlos entre mis dientes y darles su merecido. Mis caderas siguen golpeando de manera implacable ese pequeño cuerpo que destila erotismo por cada rincón. Sus nudillos ya están blancos de la presión y echa su cabeza hacia atrás, totalmente entregada y rendida a mí. En estos momentos me está estrangulando con su vagina, pero yo sigo invadiendo su interior una y otra vez.  Una y otra, una y otra… Quiero castigarla, aunque no sé por qué. Quiero que grite porque no pueda soportar el tamaño de mi miembro dentro de ella. Una y otra vez, una y otra vez… Quiero que esté dolorida durante al menos una semana por mi culpa. Quiero que todo esto sea mío. Sigo clavándome en ella sin piedad. El sudor se ha alojado entre sus tetas y la imagen me abruma. Sus pezones están disparados y bailan al ritmo de mis embestidas. Vamos nena… ¡vamos! ¡Dime que no lo soportas! Hazme ver tu límite…

 

Ahhhhh, ¡Nathan! grita elevando sus pechos al cielo.

Me encanta follarte, nena… ¡vamos! Su vagina es como un excitante refugio para mi cuerpo y solo quiero saquearla una y otra vez.

¡No aguanto más! ¡Sigue, sigue…! Sus ojos apretados y las contracciones cada vez más rápidas de su sexo anuncian que se va a desencadenar el final. Acelero las penetraciones y tengo la sensación de que va a morir empalada.

¡Vamos nena, déjate ir!...  ¡Córrete! Yo necesito lo mismo, pero jamás antes que ella. Voy a explotar como una bomba nuclear de seguir así.

 

Abandonada al placer, deja escapar el aire contenido en un sonido que me gustaría escuchar toda mi vida y, elevando el culo y su espalda, convulsiona mordiéndose el labio inferior sobre mis sábanas. Me succiona el pene como nunca antes lo había sentido y me arrastra con ella. Aprieto los dientes y libero el semen contenido dentro de su cálida vagina. Percibo cada descarga con los pelos de punta, cada gota de mis fluidos dedicados a ella, como un animal satisfecho de haber devorado a su presa. Es más; de no ser por el maldito condón interpretaría este momento como una primitiva marcación de mi territorio. Eres para mí, nena. Todo tu cuerpo es mío. Despiertas en mí los sentimientos más primarios y me conviertes en un hombre elemental y bárbaro, fuera de los cánones diseñados para satisfacer las buenas maneras.

Mara Young es una profesora madrileña enamorada de las novelas románticas. Siempre ha tenido facilidad para la escritura, pero no fue hasta el año 2010 cuando comenzó a escribir una historia a partir de un título que le llamó la atención: “El secreto de Nora”. Con el único fin de divertirse, Mara fue acumulando capítulos hasta que vio cómo se había construido su primera novela, de género romántico-fantástico.

 

Después, y gracias al boom de las novelas eróticas, Mara decidió soltarse el pelo y se lanzó, sin pensárselo dos veces, a escribir su segundo título: “Perdida en el cuerpo de Daniel” en el año 2013. Su tercer libro, “Besos de Chocolate”, puso la guinda a su carrera en ese mismo año.

 

La autora destaca que las historias de sus novelas son diferentes entre ellas, pero tienen algo en común: no es capaz de dejar a un lado el sentido del humor y la rapidez en sus diálogos. Los escenarios y los acontecimientos se suceden con dinamismo, provocando en el lector un efecto de enganche mezclado con tensión sostenida.

 

Actualmente Mara Young tiene sus tres novelas a la venta en Amazon, tanto en papel como en digital, auto publicadas por ella misma (desde la corrección, pasando por las portadas, maquetación, etc.). Puedes seguir su trayectoria en Facebook (www.facebook.com/mara.young.52) o en Twitter (@MaraYoung_RA)